La vulneración de los derechos humanos ha sido
una de las características más importantes de la bastarda revolución
bolivariana. Política de Estado que no solo ha implicado atropellos, vejaciones,
torturas y muerte a los integrantes de la disidencia política, sino también a
todos aquellos ciudadanos que permanecen recluidos en los centros
penitenciarios del país.
El hacinamiento, el precario estado de las
instalaciones, una alimentación inadecuada, la falta de servicios médicos, el
retardo procesal, la corrupción del sistema penitenciario, los maltratos y la represión
de la Guardia Nacional y funcionarios del GRIC (Grupo de Requisa Inmediata
Carcelaria), la presencia de armas y drogas, la violencia y muerte de los reclusos
son algunas de las muchas características de las instituciones penitenciarias
del país. Los problemas del pasado lejos de haberse resuelto se han
multiplicado bajo el socialfascismo bolivariano del siglo XXI.
Uno de los grandes problemas del sistema carcelario
venezolano es el hacinamiento. La capacidad instalada de todos los recintos
penitenciarios del país es de 19.000 personas y actualmente habitan un
total de 55.007 privados de libertad. Existe una sobrepoblación de 36.007
personas, que resulta en un exorbitante hacinamiento del 198% (19% de
incremento con respecto al 2013). Cifra que nos coloca como uno de los países
con mayor nivel de hacinamiento carcelario en Latinoamérica, después de El
Salvador (300%), Haití (225%) y Bolivia (207%) de sobrepoblación
respectivamente. Sobrepoblación que es una consecuencia de los retardos
procesales a que son sometidos los privados de libertad y a la falta de
construcción de nuevos centros de reclusión pese a los continuos anuncios hechos
por parte de la sargentería bolivariana dirigida por Iris Varela. Por ejemplo,
la Varela habla de que existen 72 penales en Venezuela, pero en realidad
únicamente existen 47 centros de reclusión y 4 colonias agrícolas. Los cacareados
planes “Cayapa”, “Cambote”, “Llegó la chamba” y “Maíta” que buscaban acelerar
los procesos judiciales y disminuir el hacinamiento en los centros carcelarios han
sido un total fracaso, pero si han permitido que delincuentes de alta
peligrosidad hayan quedado en libertad producto de la corrupción existente en
el sistema judicial.
La falta de garantías para la vida y la seguridad
de los internos representan otros de los problemas graves del sistema
penitenciario venezolano. No son infrecuentes las muertes de los privados de
libertad ocasionadas por otros internos, por disputas de poder entre “pranes”
(muchos de ellos amigos de la ministro Varela), ajuste de cuentas o reyertas
casuales. Desde la creación del Ministerio para el Servicio
Penitenciario el 26/07/11 hasta el 30/06/14 han muerto 1.463 personas y
otras 2.259 han resultado heridas dentro de los centros de privación de
libertad. Cifras que evidencian el gran fracaso que ha significado el desempeño
de la Varela al frente de dicho despacho. Lamentablemente la Condottieri
Varela en lugar de haber adelantado un proceso de humanización y
mejoramiento físico de los centros penitenciarios (objetivos de su creación),
lo que ha hecho es someter a los internos a un proceso de adoctrinamiento político
(doctrina facho-bolivariana), “enseñanza” que no ayuda en su proceso de
reinserción en la sociedad, así como la militarización de la población
penitenciaria (orden cerrado, himnos militares -Batallón Bravos de Apure
“Patria querida”-, jerarquías militares).
Aunado a lo anterior, la situación del poder
judicial ha empeorado de una manera grotesca.
Este régimen no solo le ha dado continuidad a los vicios del Poder
Judicial propias del puntofijismo, sino los ha exacerbado, transformándolo en
un cuerpo represivo que en nombre de la ley, violenta los derechos del
ciudadano. Ya lo decía Ruprecht -jurista y luchador social- “cuando los jueces no respetan el orden
jurídico, se transforman en instrumentos de represión”. El socialfascismo
bolivariano ha desnaturalizado aún más la función constitucional del Poder
Judicial, ahondando la falta de imparcialidad de los jueces, forzando
sentencias o decisiones por encargo con la finalidad de satisfacer los deseos
autocráticos y totalitarios de los inquilinos de Miraflores.
Después de 15 años de desgobierno bolivariano
los problemas carcelarios se han agravado aún más Tenemos el sistema
penitenciario más peligroso de Latinoamérica. Nuestros establecimientos
penitenciarios se han transformado en malolientes almacenes de seres humanos dirigidos
por asesinos con boina roja quienes violan los derechos humanos de los
detenidos al amparo del poder y en nombre de la revolución fachochavista.
Los recientes sucesos acaecidos en el Centro
Penitenciario de Occidente “David Viloria”, conocido como Uribana dejan al
descubierto una vez más la terrible crisis que atraviesa el sistema
penitenciario en el país, la cual ha convertido a nuestras cárceles en
depósitos envilecedores de hombres. A 41 asciende la cifra de internos
fallecidos debido a una intoxicación masiva, mientras que 80 reclusos
permanecen hospitalizados por las mismas causas, luego que se registrara una
confusa situación a dos días de haberse iniciado una huelga de hambre en la que
los reclusos del penal denunciaban golpizas por parte de la Guardia Nacional y los
custodios, mala alimentación, hacinamiento
(3.700 reclusos en un espacio para 850), pésimas condiciones sanitarias. Nadie cree
la versión oficial dada por el farsante de Ojeda y la mentirosa de Varela de que los
reclusos se auto-intoxicaron producto de
una ingesta incontrolada de fármacos. Una especie de suicidio colectivo. Esta
peregrina versión no explica lo ocurrido. Como dijo un familiar a las puertas
del penal “Son malandros, pero no
pendejos para envenenarse ellos mismos”. En contraposición al parte
oficial, algunos reclusos han afirmado que la intoxicación masiva se produjo
por la ingesta de un agua que había sido entregada a la población de mano de
las propias autoridades. No olvidemos que a más de un año de haber
ocurrido otra masacre en Uribana, donde murieron unos 61 reclusos tras una reyerta por el control del penal, las
autoridades aún no han iniciado las investigaciones que permita sancionar a los
responsables.
Los venezolanos vivimos bajo el imperio de un
régimen de carácter militar-fascista, que en nombre de la “robolución” continúa
vulnerando el Estado de derecho, estigmatizando y criminalizando a quienes no
comulgan con su proyecto cuartelario, y que ha trasformado nuestras cárceles en
verdaderas mazmorras donde se dan toda clase de violaciones a los derechos
humanos, incluyendo el derecho a la vida.
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