Tuesday, June 8, 2021

El acuerdo de salvación nacional: la nueva careta del abstencionismo

Las designaciones de Enrique Márquez y Roberto Picón, como miembros del nuevo CNE es un importante avance. Ambos son personajes comprometidos con la oposición democrática. Márquez fue vicepresidente de la Asamblea Nacional (2015) y es exdirigente de Un Nuevo Tiempo. Picón es un experimentado técnico electoral que estuvo preso acusado por el régimen de traición a la patria y rebelión militar (2017). 

Obviamente hubiese sido preferible un CNE más despolitizado, pero sería iluso esperar un ente electoral con esas características bajo el mandato de un proyecto autoritario-hegemónico excluyente. A pesar de que estas designaciones representan un avance importante, ello no implica que el nuevo CNE (con mayoría oficialista) garantizará unas elecciones competitivas y transparentes. Seria quimérico el pensarlo. Sin embargo, a pesar del carácter no-competitivo del proceso es necesario participar; hay que aprovechar la coyuntura electoral como un instrumento que nos permita capitalizar el vasto descontento social que existe en el país. Su capitalización nos permitiría acumular las fuerzas necesarias para recuperar los espacios políticos abandonados o perdidos, así como conquistar nuevos escenarios de lucha. 

Como era de esperarse el gobierno interino, la oposición oficial y la “auto-prorrogada” Asamblea Nacional (AN) han rechazado la designación del nuevo CNE. Parten de la premisa de que Maduro y su AN son ilegítimos, y por ende sus actos son írritos. La realidad es que Maduro y su AN controlan el Estado venezolano y dictan las leyes de la República. Es muy cierto que es un régimen autoritario, forajido y que importantes sectores de la comunidad internacional lo desconocen, pero Maduro es el que ejerce el poder real y sus milicos y paramilitares siguen reprimiendo, torturando y asesinando a venezolanos. Lo demás es pura fantasía y divagaciones infantiles. Ya lo señaló el historiador chileno Julio Pinto (Premio Nacional de Historia 2016) en relación con el plebiscito promovido por la dictadura de Pinochet “Pactar con la dictadura fue una cuestión de realismo. El tiempo y la historia demostraron que no había otra alternativa”.

El interino de Guaidó en un desesperado esfuerzo por oxigenar su mermado liderazgo político ha lanzado una nueva hoja de ruta referida como el “Acuerdo de Salvación Nacional”. Sorpresivamente, el mantra fue sustituido por un enumerado de generalidades, frases huecas, promesas vacías y un llamado a la abstención. El acuerdo plantea una compleja negociación política (nacional-internacional), se condiciona la participación electoral a una serie de exigencias inviables, en momentos cuando la oposición oficial no goza de su mejor salud y el castillo del interinato se resquebraja. Se pretende utilizar la suspensión de las sanciones económicas como elemento negociador, algo sobre el cual el interinato no tiene jurisdicción alguna pues tales medidas fueron impuestas por el gobierno de los EE. UU. Se desprecia la participación electoral al subestimar el valor de las elecciones regionales, y se sigue evadiendo el “como” salir de la pesadilla autoritaria y hegemónica actual. En conclusión, una propuesta propia del realismo mágico opositor condenada al fracaso.

Además, en el Acuerdo de Salvación Nacional no hay sola línea dedicada al balance o análisis autocritico de los fracasos provocados por el abstencionista-insurreccional promovido por el interinato y quienes ejercen el monopolio en la conducción de la oposición. Estrategia suicida que además de haber dilapidado el capital político opositor solo ha generado derrotas, muertes, así como la pérdida de importantes espacios de lucha política y social (Alcaldías, Gobernaciones, Asamblea Nacional). 

Es evidente que la intención del voto a favor de la oposición es abrumadoramente mayoritaria entre los venezolanos. Una eventual participación unitaria de la oposición en la regionales, como elemento estratégico, permitiría desplazar al facho-chaveco-madurismo del control de la mayoría de las gobernaciones y alcaldías. Ello al margen de que Maduro y su mayoría del CNE otorguen o no las condiciones para tener un proceso competitivo y transparente propio de las democracias pluralistas. Desafortunadamente, Guaidó ha rechazado de plano esta posibilidad al afirmar que la oposición oficial no participará en las elecciones regionales, pues no caerá en “el falso dilema” planteado por el régimen madurista. Además, acotó, no podemos participar en el evento electoral pues no hay condiciones transparentes y nos enfrentados a una dictadura criminal. Vale recordar que, a pesar de las condiciones electorales adversas existentes en diciembre (2015), mucho más desfavorables que las del presente, las fuerzas opositoras de la Mesa de la Unidad Democrática obtuvieron la mayoría de la Asamblea Nacional. 

Más allá de la burbuja alucinante de la dirigencia opositora, la realidad es que los “marines” no vendrán, la invasión internacional no está planteada, el golpe militar es un delirio catastrófico, pensar que las sanciones económicas provocarán un estallido social y el quiebre del régimen es una alucinación. Las sanciones económicas no han servido históricamente para provocar los cambios políticos deseados (Corea del Norte, Cuba, e Irán), sino para aumentar las penurias del ciudadano de a pie. 

¿Entonces qué hacemos? ¿Cómo salir de esta pesadilla? Hay que abandonar la estéril abstención que solo nos ha llevado a un callejón sin salidas y volver a la ruta electoral. El camino es rescatar el valor del voto por difícil que sea. Las mayores victorias de la oposición (2D 2007, 6D 2015, así como los logros regionales) han sido mediante el ejercicio del voto y no a través del abstencionismo-insurreccional.

Hay que construir y consolidar una amplia coalición democrática que permita acumular fuerzas, recuperar los espacios políticos abandonados, así como conquistar nuevos escenarios de lucha. Ello permitirá erigir una nueva mayoría anti-hegemónica y la recomposición del mapa político del país.

El fantasioso Acuerdo de Salvación Nacional es un nuevo capitulo del libreto abstencionista que ha muerto antes de nacer.

 




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