Las campañas electorales son fundamentales en los sistemas políticos democráticos, donde diversos candidatos y partidos compiten por el voto de los ciudadanos para obtener un cargo de representación pública. En un sistema verdaderamente democrático, las campañas electorales deben llevarse a cabo en un marco de equidad y transparencia, asegurando que todos los participantes tengan acceso a los mismos recursos y oportunidades para comunicarse con el electorado.
Tras 25 años de autoritarismo chaveco-madurista, los venezolanos tenemos a una nueva elección presidencial no democrática, no-competitiva, marcada por un apabullante ventajismo oficial reflejado en la imposición de un cronograma electoral arbitrario, el uso grotesco de fondos y recursos del Estado y la imposición de una censura comunicacional que limita la libertad de expresión y el derecho a la información. Además, el despidos de empleados públicos por ser sospechosos de simpatizar con la oposición y la persecución y encarcelamiento arbitrario de opositores. Todo ello ante la complicidad del Consejo Nacional Electoral que actúa como una oficina electoral al servicio del inquilino de Miraflores.
Sin embargo, lo más peculiar de esta campaña ha sido la estrategia electoral gobiernera. Lejos de ofrecer propuestas innovadoras o soluciones a los graves problemas que afectan a los venezolanos, Maduro y su grupete han recurrido a la represión y el terror como estrategias electorales. Vale recordar que el miedo y el terror han sido utilizados por regímenes autoritarios y totalitarios como instrumentos paradigmáticos para controlar al electorado y preservar la dominación. El ministro de propaganda de Hitler, Joseph Goebbels, solía decir: “El poder necesita infundir miedo y terror para sujetar, dominar y controlar a las masas”. En este contexto, la estrategia electoral oficialista se ha centrado en el “voto miedo”, basada en el principio de que es posible persuadir a las grandes mayorías a través de la apelación al terror (Snipes, La Tour y Bliss, 1999). Es decir, si no puedes convencer a tus votantes, reprímelos y aterrorízalos.
Ante el agotamiento de su agenda falaz y demagógica, el chaveco-madurismo promueve la narrativa de que el país colapsará y sobrevendrá el caos si la ultraderecha (entiéndase oposición) gana el próximo 28/7. El bastardo hijo de Chávez, quien ha extremado sus discursos ante la evidencia de su derrota en las urnas, ha afirmado que ocurrirá un baño de sangre, una guerra civil. El oficialismo alerta que se perderán las conquistas laborales y sociales, que se entregarán los recursos naturales y estratégicos a las empresas multinacionales, y que aumentará la corrupción y el desempleo. Además, que se pondría en riesgo la educación pública y el sistema de salud. En resumen, se perderían los logros de la revolución bolivariana.
¿Pero de qué conquistas laborales y sociales hablan? ¿A cuál proceso político, económico y social revolucionario se refieren? Estos farsantes ideológicos piensan que los venezolanos carecemos de memoria histórica. Creen que hemos olvidado que su proyecto político de impronta fascista representa una de las mayores falsificaciones de la historia contemporánea. Una deriva falsaria y autoritaria que ha conculcado los derechos de los trabajadores, intervenido sindicatos y criminalizado sus luchas sindicales. Que su modelo económico, un capitalismo de Estado ramplón, ha resultado en la destrucción del aparato productivo nacional, la pérdida de la soberanía económica, y la profundización del rentismo petrolero. Pérdida que se ha traducido en la entrega de nuestras riquezas naturales a las transnacionales mediante concesiones leoninas (Faja Petrolífera del Orinoco y Arco Minero) y la creación de Zonas Económicas Especiales. Que, en nombre de una falaz revolución, han destruido los sistemas de salud y educación e institucionalizado un perverso terrorismo de Estado. Han sido 25 años horadando y transgrediendo las libertades democráticas.
Pero la estrategia del terror ha fracasado y fracasará en sus pretensiones de desmotivar e intimidar al pueblo venezolano en sus aspiraciones por un cambio político. El próximo 28/7, las grandes mayorías saldrán a votar en favor de una alternativa democrática que ponga fin a esta pesadilla autoritaria que representa un inmenso lodazal de miseria, hambre, y terror.
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