Tuesday, April 10, 2018

Abstencionismo iracundo

Los abstencionismos (histórico y coyuntural) promueven una política de rendición sin pena ni gloria ante el proceso electoral del próximo 20 de Mayo. Los históricos se confiesan como enemigos de cualquier alternativa electoral en tiempo de dictadura, los coyunturales por su parte se definen confusamente como “no abstencionistas, pero se abstienen”. Los abstencionistas hablan de no participar en las comicios pero no ofrecen un plan de acción alterno que permita superar la tragedia que significa el facho-chaveco-madurismo
Los abstencionistas no han logrado entender que todos los éxitos de la disidencia política, sin excepción, han sido de carácter electoral a pesar de las condiciones adversas e injustas impuestas por el servil poder electoral. Sorpresivamente diversos partidos políticos y el recién creado Frente Amplio Nacional han abandonado la ruta electoral al haber decidido no participar en las próximas elecciones presidenciales. Hacen causa común con los abstencionistas históricos, los mismos que fantasean con golpes o invasiones militares. Prefieren creer en una Fuerza Armada pretoriana de impronta represiva que en el valor del voto popular. Institución armada creada y adoctrinada a fin de garantizar la "paz social" y la "gobernabilidad" del proyecto hegemónico mediante la represión y muerte; otros claman por la llegada a nuestras costas de los marines del Tío Sam portando la bandera de las barras y las cincuenta estrellas. Muy seguramente los abstencionistas de viejo y nuevo cuño se quedarán esperando al Mesías uniformado, al igual que el famoso coronel  del Gabo a quien nunca le llegó su ansiada  pensión de veterano de la guerra civil.
Las excusas han sido muchas desde que votar significa legitimar a la dictadura (¿hay alguna dictadura legítima?), hasta reclamar mejores condiciones electorales (nunca las habrá en tiempos de dictadura). Es bien sabido que a las dictaduras -no importa su tendencia ideológica- les da por convocar elecciones o eventos plebiscitarios sin garantizar las condiciones mínimas propias de una consulta democrática. Exigir condiciones equitativas a un poder electoral supeditado a los deseos del dictador Maduro es una quimera. Si el iletrado Maduro es un dictador, con lo cual coinciden los abstencionistas ¿cómo pedirle a un régimen dictatorial condiciones ajenas a su ADN? Es sorprendente ver a quienes han participado en procesos electorales desde 1999, caracterizados por el ventajismo, la violencia, el abuso de poder, el terror, y organizados por CNEs parcializados, recurrir a la simulada excusa de “que no hay condiciones para participar”. Condicionar la participación electoral al logro de condiciones propias de una democracia en tiempos de dictadura, no es otra cosa que consentir la eternización en el poder de Maduro y su social-fascismo bolivariano. Es decir mayor miseria y hambruna, escasez e hiperinflación, violación de los derechos humanos y militarización de la sociedad en los años por venir. La historia nos ha demostrado que las elecciones no se ganan con condiciones, sino con una participación masiva del electorado y una buena organización electoral en especial de los testigos de mesa. 
Los abstencionistas ignoran el valor del voto como instrumento de lucha, y se olvidan que el pueblo venezolano no ha dejado de votar a lo largo de estos 20 años de peste bolivariana a pesar de las precarias condiciones impuestas por los siniestros CNEs. Tan solo se abstuvo en el 2005 siguiendo las equivocadas directrices de la oposición, con lo cual se le entregó en bandeja de plata al tte coronel Chávez la posibilidad de consolidar “demócratamente" su bastardo proyecto hegemónico vía leyes habilitantes y decretos, e imponer su paquete neoliberal. 
Los que reniegan de la vía electoral no cuentan con mayor respaldo popular como lo reflejan los estudios de opinión que indican que un alto porcentaje de venezolanos están dispuestos a votar (77,6% % deseos de participar en los comicios versus 12,3 % que no desean - Datanálisis 6/03/18). Sin embargo, si tienen un gran apoyo internacional (Grupo de Lima, Euro-parlamento, presidentes de gobiernos extranjeros, etc.,). Apoyos que son agradecidos, pero que en algunas circunstancias trascienden los marcos de la solidaridad y se inmiscuyen en nuestra política nacional. Las declaraciones del Secretario General de la Organización de Estados Americanos, Luis Almagro y del expresidente Felipe González así lo demuestran. El Señor Almagro en forma destemplada acusó a Henri Falcón de ser instrumento del régimen bolivariano para dividir a la oposición venezolana. A su vez el Señor González le pidió al Falcón que no se convierta en el “taparrabos” del dictador Maduro. Con todo el respeto que se merece el Sr. Almagro, acusar a quienes creemos en la salida electoral de ser cómplices del régimen es una falacia que excede los límites de la dignidad. Igualmente, Sr. González deje ya de darle credibilidad a las consejas del Sr. Ledezma e infórmese mejor de la situación del país. A la falta de argumentos válidos invierten sus menguadas fuerzas en descalificar y estigmatizar a todo aquel que sea proclive a la salida electoral.

Quienes hoy llaman a abstenerse son los mismos que dilapidaron los siete millones de votos del 2015, los que dirigieron las dolorosas y trágicas salidas del 2016-2017, los que con sus errores nos llevaron a la derrota en las elecciones de gobernadores del 2017. Son los que apuestan a soluciones fantasiosas, mientras miles de venezolanos escarban en la basura en la búsqueda de algo que comer, y otros mueren por falta de medicinas o padecen los embates de una represión desenfrenada.

Wednesday, March 28, 2018

¿Bolívar soberano o famélico?

En medio de una gran inestabilidad económica, política y social el iletrado Maduro anunció en cadena nacional una nueva devaluación del Bolívar a partir del próximo 4 de junio. Al margen de la trastocada neolengua bolivariana llamándola “reconversión monetaria”, lo cierto es que el régimen, al suprimirle tres ceros al ya anémico “Bolívar fuerte” esta poniendo en practica la segunda macro-devaluación de nuestro signo monetario. Este anuncio con tinte electorero es el reflejo del fracaso de la política económica aplicada en los últimos años.

La logia cívico-militar pretende maquillar el desastre económico e hiperinflación que afecta a la nación. La realidad es que la economía se ha desplomado casi en un 52%, en relación a los últimos cuatro años. Venezuela padece la inflación más alta del mundo, con una tasa intermensual que oscila entre un 80% y un 100%. La inflación al cierre de 2017 fue de 2.000% y para 2018 se calcula que podría llegar a un 7.000%. Además, la deuda externa está en el orden de los US$ 190.000 millones. El PIB ha caído 39% en los últimos cuatro años y se calcula que el Banco Central de Venezuela (BCV) tiene menos de US$ 10.000 millones en reservas operativas. Además, el 81% de las familias venezolanas tienen ingresos que las coloca por debajo de la línea de pobreza. El 74.3% de la población ha perdido en promedio 8.7 kilos por persona, y alrededor de 9.6 millones de venezolanos comen dos veces al día o menos. Las importaciones de comida y medicinas se han reducido entre 69% y 87% respecto al 2017.Esta dantesca situación es el producto de los sistemáticos desaciertos del régimen en materia económica. Esta es una radiografía parcial de la gran estafa económica y social que representa el mal llamado “socialismo del siglo XXI”.

Esta segunda mega-devaluación del Bolívar es un capítulo más de la perversa agenda bolivariana, no debemos de olvidar que el insepulto tte coronel le eliminó también tres ceros a nuestra unidad monetaria en el 2008. Esta mega-devaluación, al igual que en el 2008, representa una acción aislada que no resuelve el grave problema de la hiperinflación, de la escasez de alimentos y medicinas, de la pérdida del poder adquisitivo de los venezolanos golpeados por las políticas neoliberales de Maduro y su mafia cívico-militar. Eliminarle tres ceros al Bolívar fuerte representa un retoque contable para facilitar los cálculos aritméticos del Banco Central de Venezuela (BCV), más no incidirá en el abaratamiento del costo de la vida. Con la eliminación de los tres dígitos los precios de los alimentos, insumos y servicios “caerán”, pero el desfase entre los precios y la capacidad adquisitiva se mantendrá pues el salario también se reducirá en 3 dígitos. Además si no se controla la hiperinflación, los precios seguirán en ascenso y en pocos meses la eliminación de los tres dígitos será cosa del pasado. Históricamente la creación de una nueva convertibilidad monetaria suele ocurrir como parte de un plan de estabilización económica, como ha ocurrido en otras latitudes. La cruda realidad es que en 10 años de “robolución bolivariana” un millón de Bolívares viejos pasó a valer 1 Bolívar del llamado  falazmente “soberano”; la peste bolivariana nos hizo un millón de veces más pobres y miserables.

Otros factores que conspiran contra la descabellada medida de crear una nueva moneda por parte del régimen son el tiempo y los recursos. En el 2008, el tte coronel implementó una mega-devaluación monetaria idéntica a la actual, restándole tres ceros a la moneda, pero el Banco Central de Venezuela tuvo un año de plazo para imprimirlos en la Casa de la Moneda e importar los nuevos billetes al país. Desde el 2010 la cantidad de billetes circulantes en Venezuela supera los 15.500 millones de piezas de acuerdo con las estadísticas del BCV, lo que significa que el país deberá suplantar esta cantidad de billetes en solo “seis semanas”, pero no tenemos ni el tiempo, ni los recursos para alcanzar esta exigente meta.

El fracasado y arrogante régimen bolivariano con esta nueva “mega-devaluación monetaria” generará un incremento de la hiperinflación, deterioro de las condiciones de vida, mayor desempleo, pobreza, hambre y miseria.

A nuestro Bolívar no tan solo le cambiaron su rostro por la de un mulato afrodescendiente, sino lo transformaron en una moneda paria, en un Bolívar famélico, cuya convertibilidad es cada día más incierta.





Thursday, March 15, 2018

El voto en tiempos de dictadura

La crisis política, económica, social, y humanitaria del país sigue agudizándose en forma dramática. El régimen del iletrado Maduro decidió huir hacia adelante anticipando las elecciones presidenciales de 2019. Primero para el 22 para abril de 2018, y luego, en un intento por darle una mayor apariencia de legitimidad, volvió a aplazarlas, esta vez para el próximo 20 de mayo. La disidencia política agrupada mayoritariamente en torno a la MUD sorpresivamente y equivocadamente decidió abstenerse, haciéndole así el juego a quienes desde posiciones más radicales niegan la opción electoral como salida a la crisis que enfrenta el país. Han abandonado la lucha electoral sin definir ninguna otra alternativa.

Una vez más la disidencia política agrupada en torno a la MUD ha dado muestra de carecer de estrategia política de cómo enfrentar a la dictadura facho-Madurista. Justifican su abstencionismo coyuntural alegando falta de condiciones para participar en el proceso eleccionario. Inexplicablemente ignoran que bajo la dictadura bolivariana todas las elecciones serán viciadas -sin condiciones ideales- pues el régimen ejerce un control férreo sobre todas los poderes e instituciones en especial el electoral. No es un secreto para nadie que el régimen ha pervertido los procesos electorales, los ha contaminado utilizando el CNE y el TSJ como custodios genuflexos de sus designios. Bien lo decía el escritor y expresidente Checo Václav Havel: ¿Tiene sentido apelar a las leyes cuando estas son solamente una fachada tras la cual se oculta una manipulación totalizante?.

No participar bajo el pretexto de que el régimen forajido facho-bolivariano se niega a cambiar las condiciones adversas (CNE parcializado, ventajismo electoral, coacción y chantaje a los electores, militarización del país, etc.), equivale a ignorar el carácter dictatorial del régimen. Es renunciar en la práctica a la ruta electoral. Si así hubiesen pensando los integrantes de la Concertación chilena, tal vez Pinochet aun estaría en el poder de no haber fallecido. No olvidemos, que en el 2015 derrotamos al régimen en situaciones muy similares a las de hoy, pero con una participación masiva, un discurso coherente, una verdadera unidad y una eficiente organización electoral. Frente a una avalancha de votos no hay CNE, ni Plan República, ni trampa que valga.

Con esta decisión los neo-abstencionistas de la MUD han replanteando la equivocada disyuntiva de ¿votar o abstenerse?. Lamentablemente hacen causa común con María Corina Machado y Antonio Ledezma, voceros de poca ascendencia popular, pero con importante influencia mediática y lobby internacional. Eternos proponentes de soluciones fantasiosas y fracasadas (desde “salidas milagrosas” (2014-2017), pasando por golpes militares y hasta invasiones de los marines de Mr. Trump). Publicistas de los “salvadores externos” encarnados por el defenestrado Tillerson y ahora por Mike Pompeo, ex director de la CIA y nuevo jefe del Departamento de Estado del Tío Sam. Argumentan que no vale la pena votar, ya que la vía electoral ha sido cancelada; afirman falazmente que las dictaduras sólo caen con violencia y con calle; estigmatizan de “ingenuos o de colaboracionistas” a todo aquel que promueve participar en procesos electorales. Aseveran que votar en estos comicios presidenciales supone un acto de legitimización del régimen del ungido Maduro y su repudiada e inconstitucional asamblea nacional constituyente. Manipulan emocionalmente a la ciudadanía con medias verdades. Olvidan estos perdedores de mil batallas que votar bajo un régimen dictatorial es un acto de rebeldía, de expresión de libertad, no de sumisión o colaboracionismo. Se trata de movilizar, politizar y organizar a esos amplios sectores sociales que han demostrado disconformidad ante el régimen milico-madurista. Es una oportunidad para llevar un mensaje de lucha y esperanza a esa gran mayoría frustrada que padece los embates del autoritarismo y exclusión del régimen. Se trata de avanzar, de sumar, de seguir luchando, de resistir hasta derrotar los grilletes impuestos por la peste facho-bolivariana.

Históricamente, la abstención no ha resuelto nada, recordemos que el llamado a la no participación en las elecciones parlamentarias de 2005 fue claramente un error. Le permitió al régimen legitimarse electoralmente y hacerse de un andamiaje jurídico para consolidar su proyecto antinacional. La abstención es lo que buscan los capitostes del facho-bolivarianismo, deslegitimar el valor del voto ciudadano. De allí la importancia de no abandonar el camino electoral como instrumento de lucha antidictatorial, aún en las condiciones más adversas, como enfrentar una arquitectura electoral ventajista que inhabilita candidatos, ilegaliza partidos, inhabilitaciones, siembra dudas sobre el secreto del sufragio, rediseña el mapa electoral, manipula y chantajea al elector. Los comicios deben encararse como un ejercicio de resistencia, incluso en circunstancias donde la victoria no se visualice en el horizonte inmediato.


Lo contradictorio y paradójico de la coyuntura política actual es que a pesar de existir una gran mayoría de venezolanos que desean cambios, que detestan al régimen de Maduro, las diferentes fracciones de la oposición han malbaratado su enorme capital político y perdido su popularidad conquistada en el 2015 cuando ganaron la mayoría de la Asamblea Nacional. Lejos de consolidar a esa gran mayoría la han confundido, desinformado, dividido, desmotivado, así como sembrado fantasiosas esperanzas y falsas salidas. Son las incoherencias de una dirección sin rumbo sumida y empantanada en sus propios errores que terminarán consolidando al proyecto hegemónico facho-bolivariano.