Lo previsible se hizo realidad, el llamado a la abstención electoral por parte de sectores de la oposición le ha permitido al oficialismo tomar el control (90%) de la Asamblea Nacional (AN), con solo contar con un pírrico apoyo electoral (18%). Los partidos opositores han justificado su postura abstencionista apelando a premisas anti-políticas e históricas como el que votar “es legitimar a la dictadura”, “es convalidar al régimen”, “se vota pero no se elije” y que “dictadura no sale con votos”. Olvidan estos falsarios que votar bajo un régimen autoritario es un acto de rebeldía, de expresión de libertad, no de sumisión o colaboracionismo.
Los resultados del 6D refrendan,
una vez más, el descenso de la ya anémica base del PSUV (6.245.862 votos el
20M/2018 versus 4.321.975 votos el 6D/2020) en una campaña electoral
desequilibrada caracterizada por el ventajismo, la amenaza y el chantaje. Ya lo
había anunciado la Conferencia Episcopal “el llamado a la abstención lleva a la
inmovilización, al abandono de la acción política y a renunciar a mostrar las
propias fuerzas”. La abstención del 6D ha provocado la entrega de la AN al
fascismo caribeño y por ende el fortalecimiento del proyecto
autoritario-dominante. Vale recordar que la abstención del 2005 le permitió al
proyecto facho-bolivariano aprobar leyes que consolidaron su hegemonía
despótica-militar.
Es en este nuevo escenario convulso y contradictorio el
gobierno interino ha recurrido a la figura de la continuidad administrativa a
fin de extender las funciones administrativas de la AN después del 4E/2021. La
controversial medida ha sido objeto de cuestionamientos por especialistas en la
materia. El Dr. Ricardo Combellas ha afirmado que la AN es un órgano
constitucional y no administrativo, por ende, la continuidad administrativa no
puede aplicarse en su caso. La implementación de esta normativa constituye una
violación fragante de la Constitución Nacional. Pero más allá de los aspectos
jurídicos, la realidad es que la continuidad administrativa comprometerá el
respaldo de la comunidad internacional dado su endeble y controversial base
jurídica y provocará una agudización improductiva de la crisis política.
La
burbuja alucinante de la dirigencia opositora contrasta con la realidad del
país: i) Maduro sigue desde Miraflores imponiendo su proyecto
hambreador-despótico-militar. Además, consolidó su posición grupal en el seno
del facho-chavismo (ver composición de la AN). ii) El facho-chavismo se apoderó
de la AN. iii) El simbólico interinato acusa un franco agotamiento y deterioro
político. iv) La Consulta Popular resultó un fiasco, careció de observación
internacional, de mecanismos transparentes de verificación y mucho menos de
auditorias confiables. Su trascendencia se ha reducido a declaraciones
pirotécnicas de sus organizadores y la redacción de una infausta misiva dirigida
al Señor Almagro en la cual se implora una “acción internacional” para liberar
al país (entiéndase intervención militar). v) Las sanciones económicas impuestas
por los Estados Unidos han afectado mayormente al venezolano común, aumentado su
nivel de penurias, pero no a la nomenclatura y oligarquía bolivariana que sigue
importando desde el imperio lujosos vehículos y exquisiteces para sus
extravagantes bodegones. Las compañías trasnacionales Chevron, Halliburton,
Schlumberger, Baker Hughes y Weatherford International, gozan de buena salud y
siguen operando sin contratiempos en el territorio nacional. vi) La dolarización
de la economía pulverizó la moneda nacional y disparó una inflación galopante;
vii) Los sectores populares, excluidos de los planes estratégicos opositores
continúan sus manifestaciones callejeras en protesta por el colapso de los
servicios públicos y la miseria que los devora.
Con el control de la AN el
facho-chavismo aprobará prioritariamente su manoseado y perverso Estado Comunal.
Estado autoritario que eliminará el derecho al voto directo, universal y secreto
para ser sustituido por elecciones de segundo y tercer grado mediante asambleas
tumultuarias tuteladas por la pestilente bota militar. Estado que traería
consigo un nuevo ordenamiento territorial, un mayor control cultural, educativo
y económico, así como una profundización del andamiaje represivo. Pero además es
muy probable que la AN oficialista le de el piso jurídico a la Ley Antibloqueo
-aprobada por la chapuza asamblea constituyente- y modifique el megaproyecto
antinacional del Arco Minero del Orinoco a fin de facilitarte mayores ganancias
a las trasnacionales que allí cometen el ecocidio del siglo XXI (Gold Reserve
Inc (Canadá), CAMC Engineering (China), Barrick Gold Corporation (Canadá)
Yankuang Group (China), Guaniamo Mining Company (EEUU) entre otras).
Los
venezolanos estamos hartos de una dirigencia complaciente que aplaude y tolera
las intromisiones de la Casa Blanca; injerencias que nunca estuvieron como
objetivo la defensa principista de nuestros derechos humanos, sino las
pretensiones reeleccionistas de Mr. Trump. Recordemos que el inquilino ya
saliente de la Casa Blanca es un ferviente admirador de Putin, Kim Jong-un, y
Salmán bin Abdulaziz (entre otros), todos ellos sátrapas autoritarios con
cuestionados historiales de respeto a los derechos humanos. Trump hizo circular
videos que asociaban al candidato Biden con el mal llamado socialismo venezolano
a fin de avivar temores y así poder captar el voto latino en la Florida. Su
estrategia le funcionó exitosamente, pues ganó las elecciones en el Estado de la
Florida el pasado 3N. Además, la política intervencionista del mitómano de Trump
ha dificultado la construcción y consolidación de una oposición política
independiente de los dictámenes de Washington.
Al margen del inmediatismo
expresado por la mayoría de la dirigencia opositora el cambio político no es
viable a corto plazo. Solo un proyecto de largo aliento que permita articular
los intereses de vastos sectores sociales hará posible la derrota del nefasto
facho-chavismo. Nuestro horizonte político debe estar orientado a reivindicar el
voto como herramienta de lucha y agitación. No será una lucha por el todo o no
nada, sino de conquista graduales del poder hasta lograr la victoria final.
Una
oposición que renuncia a la vía electoral a pesar de ser mayoría, y que, apuesta
a hipotéticos quiebres militares o invasiones extranjeras demuestra que solo
sabe patrocinar derrotas e impulsar luchas estériles y dolorosas.
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