Saturday, September 6, 2025

El falaz discurso obrerista de Maduro

Durante más de veintiséis años, el proyecto bolivariano se ha presentado ante la opinión pública como una causa en defensa de la clase obrera, una narrativa cuidadosamente construida para legitimar su permanencia en el poder mediante la apropiación simbólica de las luchas históricas del proletariado. Amparado en ese discurso, el gobierno ha intentado mostrarse como garante de los derechos laborales y promotor de la justicia social. Pero la realidad ha sido muy distinta: lo que se ha consolidado es un modelo de dominación que mezcla una retórica socialista vacía con una explotación capitalista brutal, todo ello sostenido por prácticas autoritarias de claro tinte fascista. Nunca en la historia contemporánea de Venezuela la clase obrera había sido tan golpeada con tanta dureza y crueldad como bajo este régimen autoritario. 

Lo que ha emergido de este proyecto de dominación bolivariano ha sido un esquema profundamente perverso: un capitalismo de Estado salvaje que ha desmantelado derechos laborales, militarizado las empresas, precarizado el trabajo bajo un régimen de terror que aplasta brutalmente cualquier forma de lucha social. El trabajador, exaltado en la retórica oficial como el “sujeto histórico de la revolución”, ha sido en la práctica reducido a una figura subordinada, sometida a una expoliación inhumana y controlada por una maquinaria autoritaria que no tolera voces críticas ni sindicatos autónomos.

Esta estrategia se consolidó mediante la intervención directa del Estado en la vida sindical: cooptando sindicatos, persiguiendo a dirigentes independientes y promoviendo la creación de estructuras paralelas (federaciones y sindicatos) diseñadas para neutralizar cualquier forma de representación sindical autónoma. Un ejemplo emblemático de esta maniobra fue la creación de la Central Bolivariana Socialista de Trabajadores, que, lejos de defender salarios dignos, mejoras reivindicativas, garantizar la seguridad social o impulsar la democratización sindical, funciona como un aparato de propaganda y control que oprime al trabajador y lo reduce a la condición de rehén, bajo un Estado que actúa simultáneamente como patrón, policía y censor.

La llamada “revolución bolivariana”, entre otras cosas, pulverizó los salarios, flexibilizó y militarizó las relaciones de trabajo creando un mercado laboral desprotegido, donde el obrero es tratado como un desecho reemplazable. El salario dejó de ser la justa retribución al esfuerzo para convertirse en una limosna, en un símbolo del desprecio del régimen hacia los trabajadores. Una muestra clara de esta realidad es que el salario mínimo ni siquiera equivale a un dólar mensual, según la tasa oficial del BCV. Una cifra vergonzosa que condena a millones de venezolanos a la miseria y deja al descubierto la gran farsa de esta llamada revolución. 

Lo que se ha impuesto en Venezuela no es socialismo alguno, es un autoritarismo corporativo brutal: un sistema donde el Estado absorbe toda representación laboral, destruye la autonomía sindical sometiendo a los trabajadores a un control social total. Aunque se reviste de retórica revolucionaria, este modelo tiene claros paralelismos con regímenes del siglo XX como el fascismo italiano o el nazismo alemán, donde los sindicatos independientes fueron suprimidos y reemplazados por organizaciones subordinadas al poder político. En todos, la fórmula ha sido la misma: Estado autoritario + capitalismo explotador + sindicatos domesticados. El chaveco-madurismo proclama revolución mientras siembra miseria y esclaviza al obrero. 

Nunca antes el trabajador venezolano había sido tan reprimido y explotado como bajo el régimen del autoproclamado “presidente obrero”. Maduro y su grupete han empujado al trabajador venezolano al abismo del hambre, la miseria y lo mantienen sometido al peso asfixiante de un Estado que actúa con mano de hierro como patrón explotador, carcelero represivo y verdugo implacable.

Detrás del falso discurso obrerista del régimen, lo único que queda es el grito ahogado de una clase trabajadora traicionada, sometida y reprimida por la misma maquinaria autoritaria que prometió liberarla.


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