El PSUV acaba de realizar un
deslegitimado III Congreso Ideológico. El primer gran problema del evento fue
la falta de representatividad de sus delegados. De los 900 delegados, 363 de
ellos (40%) fueron impuestos por ser funcionarios públicos o dirigentes natos,
es decir representantes de la logia hamponil cívico-militar que desgobierna al
país y los 537 delegados restantes (60%) fueron electos en un proceso que se
caracterizó por la apatía y abstención de la militancia a pesar del enorme
derroche propagandístico y de recursos. Solo un 12-16% de los 7.632.606
votantes inscritos en el padrón electoral del PSUV participaron en el proceso
eleccionario. Abstención que refleja una “rebelión silente de las bases” contra
las políticas autocráticas y excluyentes de las tribus narco-corruptas que
dirigen al PSUV.
Los cortesanos y domesticados delegados
más que discutir planteamientos ideológicos y/o analizar la crisis que afecta
al país (inflación, desabastecimiento, criminalidad, corrupción), se dedicaron
a institucionalizar el culto a la personalidad del tte coronel al designarlo
presidente eterno del partido, y considerar su pensamiento como parte de la doctrina
ideológica del PSUV. No hubo debates entre corrientes ideológicas, sino peleas entre
las mafias corruptas cívico-militares por una mayor control del partido y participación
en el reparto de la renta petrolera.
A fin de profundizar el control del partido,
la dupla Maduro-Cabello impuso la incorporación del Alto Mando Político de la
Revolución (escogidos por ellos dos) en los estatutos, e igualmente lograron la
eliminación de la potestad de las direcciones regionales, municipales y
parroquiales de elegir candidatos a cargos públicos y autoridades en sus
jurisdicciones.
En el Congreso triunfó la aplanadora del
poder constituido, la vorágine de la burocracia estatal del PSUV, la
nomenclatura corrupta bolivariana. Se impuso la tesis de silenciar a la
militancia disidente y crítica, quienes demandaban una auditoría a los recursos
del Estado, evaluar las misiones, acabar con la corrupción, analizar las nuevas
políticas económicas impulsadas por el régimen y promover una constituyente en
el partido, entre otras cosas. Sus planteamientos fueron totalmente ignorados y
organizativamente “pulverizados”. Los narcos-corruptos abortaron el debate para
preservar el control del partido.
Más allá de la utilería ideológica, el
III Congreso terminó sus deliberaciones legitimando la caterva bicéfala
Maduro-Diosdado, imponiendo un pensamiento uniformado verde oliva, y borrando
de la estructura organizativa todo vestigio discrepante de la línea
política-militar impuesta.
El III Congreso del PSUV no fue más que
una chapucería ideológica totalitaria donde la pestilente bota militar impuso
su agenda ante un auditórium de eunucos políticos. Fue un evento ramplón y
laudatorio a la figura del fallecido eterno y de pleitesía al narco general aviario.
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