El régimen del ungido de Miraflores
continua endeudándose en forma irresponsable con el imperio Chino, a pesar del
"boom petrolero" que llena de petrodólares la chequera del Estado. La
deuda tanto interna como externa de la República no ha dejado de crecer desde
su llegada al palacio de Misia Jacinta. Este insensato e injustificado
endeudamiento forma parte de la agenda económica neoliberal iniciada por el
gobierno de Carlos Andrés Pérez (II) y continuada por este régimen bonapartista
en su afán por complacer las directrices del capital financiero transnacional y
sus agentes locales.
Este endeudamiento ocurre a pesar de que
el precio de la cesta petrolera ($94 el barril) ha superado ampliamente lo
estipulado en el presupuesto nacional ($55 el barril), de que la recaudación
del SENIAT se cumple a cabalidad, y que los ingresos al fisco por concepto de
impuestos regresivos (IVA) se siguen percibiendo en forma continua.
Pero además, el régimen ha puesto en
marcha una sistemática desnacionalización y desmantelamiento operativo de
PDVSA. Este perverso plan neoliberal, contempla la entrega de áreas de
explotación en bloques (franja bituminosa del Orinoco, Plataforma Deltana y
Falconiana) para complacer los apetitos de las más importantes empresas
petroleras transnacionales (Hess, Chevron-Texaco, Repsol, Statoil,
Totalfinaelf, Koch, entre otras). Estas medidas en su conjunto conducen a la
sustitución de la PDVSA del pasado (con sus graves deficiencias y limitaciones)
por una empresa hasta más pequeña que la desaparecida Corporación Venezolana
del Petróleo (CVP).
Pero a pesar de esta bonaza petrolera y
del endeudamiento insensato, los índices de pobreza y desnutrición se han
agravado en la población venezolana. El 9% de la población infantil esta por
debajo de los percentiles de normalidad ponduro-estatural, el 18% de la
población esta desnutrida, la pobreza arropa al 52% de los venezolanos, el
desempleo real (no el maquillado con las misiones) ronda en el 16% y la economía
informal (buhonerismo) alcanza la espantosa cifra del 58%.
Esta fabulosa masa de dinero ha sido
lamentablemente malbaratada en la compra de lealtades de gobiernos extranjeros,
en el financiamiento de eventos faraónicos a favor la bastarda revolución bolivariana
(III Congreso Ideológico del PSUV) y de la imagen del fallecido eterno (dentro
y fuera del país), dilapidada en un gasto militar demencial destinado a la
compra de aviones, helicópteros, fragatas, misiles, fusiles, etc., pero además
ha ido a engrosar las cuentas personales de una nueva boliburguesía
cívico-militar la cual ha surgido ante la mirada celestina de las instituciones
del Estado.
A pesar de su retórica anti-neoliberal
el régimen ha profundizado e institucionalizado las perversiones económicas
neoliberales del pasado mediante la imposición de políticas macroeconómicas que
han erosionado las conquistas socio-económicas de los trabajadores
(flexibilización y precarización laboral), ha destruido la pequeña y mediana
industria generando más desempleo y ha cedido la propiedad de los sectores
estratégicos energéticos y mineros de la nación al capital transnacional. El
nacional-socialismo bolivariano del siglo XXI representa: i) la imposición de
un capitalismo de Estado salvaje, ii) la militarización de la sociedad, iii) una
corrupción galopante estimulada desde los cenáculos del poder, iv) el
desarrollo de políticas sociales clientelares, v) un endeudamiento
interno-externo irresponsable, vi) la promoción de la miseria y la pobreza como
instrumentos de control político de los venezolanos.
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