La pérdida biológica de la visión suele ser
referida como ceguera, sin embargo existe otro tipo de ceguera donde la persona
a pesar de no sufrir ningún daño visual es incapaz de ver la realidad que lo
rodea producto de su fanatismo ideológico político.
Este tipo de ceguera ideológica es la que
priva en los sectores que se autocalifican de “izquierda” en nuestro continente
y dentro del pastiche ideológico que representa el fachochavismo bolivariano. Izquierda
-no marxista- que sigue “rodilla en tierra” defendiendo la política antiobrera
del régimen, la militarización de la sociedad así como la criminal represión milico-paramilitar
en contra de los estudiantes y de los trabajadores.
Bastaron 15 años de asociación con un régimen
tropero y represor, para dilapidar y hacer trizas su patrimonio
político-ideológico de lucha por el socialismo y por la emancipación de los
explotados. Su ceguera, su desconocimiento de la realidad e inconsecuencias
principistas (si es que alguna vez las tuvieron) los ha llevado a cerrar filas
con la derecha más rancia del país: el estamento militar.
Su fanatismo los ha llevado a renunciar al pensamiento
crítico, a la idolatría de la figura de un mesías eterno, y a la práctica de la
obediencia y la sumisión. Su abdicación a la verdad los ha transformado en
practicantes de la falacia; su apestoso delirio los ha convertido en defensores
de un neomilitarismo de clara tendencia fascista.
Su ceguera ideológica los lleva a defender lo
que con vehemencia condenaron en el pasado: la violación de los derechos
humanos y de la autonomía universitaria, la reelección indefinida, el sometimiento
servil de todos los poderes del Estado al capricho del gobernante de turno, la
intervención del Estado en los asuntos sindicales, etc. Callan ante la
inflación, la escasez, el desabastecimiento, los bajos sueldos y salarios, la
precarización laboral y las políticas neoliberales por considerarlos
inoportunos para el proceso. Se han transformado en verdaderos cómplices de los
desmanes del insepulto monarca caribeño y de su ungido sucesor.
No hablo obviamente de esa legión de
oportunistas bolíburgueses que en nombre del proceso han acumulado cuantiosas
fortunas amparados en la corrupción paraestatal. Menos aún me refiero a los
troperos y analfabetas políticos que bajo la denominación de los “Centauros de
Chávez” pretenden transformar al país en un cuartel que al unísono grite:
ordene comandante eterno. Ni del alto mando militar, soldadesca voraz y
celestina que sólo ha ganado batallas en los predios de los mercales y en las
transacciones turbias del narcotráfico. Me refiero a dirigentes y
militantes de esa izquierda en el poder con quienes compartimos trincheras de
lucha en el pasado, nadando contracorriente en defensa de un proyecto contrahegemónico,
humanista y libertario. Me refiero a esa “izquierda” acomodaticia, cínica y sin
proyecto que hoy paradójicamente avala y aplaude con singular entusiasmo todas
las atrocidades que el régimen adelanta en el marco de su proyecto cuartelario.
Es la “izquierda” corrupta y represora que defiende un terrorismo de estado que
criminaliza la protesta social y aúpa las acciones de los esbirros armados, los
"fascios con camisas rojas" (versión endógena de la Milizia Volontaria
per la Sicurezza Nazionale de Benito Mussolini). Son los aplaudidores de oficio
de las acciones criminales de la Guardia Nacional en contra de estudiantes y
trabajadores quienes protestan en las calles por sus justas reivindicaciones.
Con desprecio y pena ajena vemos como esa “izquierda”
gobiernera y fanatizada ha hecho suya el libreto quejumbroso de las múltiples
conspiraciones, de la permanente desestabilización, de las guerra mediática,
económica, y ahora también bacteriológica. Que han preferido destruir al país
antes de aceptar su colosal fracaso. Que se identifica sin escrúpulo alguno con
la ciega arbitrariedad de la fuerza de la bota militar.
Representan a una “izquierda” con profunda
impronta falaz y gansteril cuya divisa es la traición. Son los practicantes de
un oscuro socialismo antimarxista, ya que Marx rechazaba los totalitarismos y
mesianismos como lo expuso en El 18 de Brumario. Son los saltimbanquis del
siglo XXI protagonistas esta parodia trágica y de pésima calidad.
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