Friday, September 12, 2014

La perversidad como discurso político

El totalitarismo en general, pero el fascismo en particular, se caracterizan por el uso de la perversidad como parte de su discurso político. Discurso que bajo la mascara emancipadora sólo sirve para exacerbar y profundizar las condiciones de injusticia social que se desea remediar.

Detrás del falaz discurso libertario del fachochavista se esconde la ignominia de jugar con la pobreza de los más necesitados. Ya lo decía el hoy defenestrado Ministro de Planificación Jorge Giordani “Los pobres tendrán que seguir siendo pobres, hay que mantenerlos así pero con esperanzas”. Esa misma vileza quedo reflejada años más tarde en el discurso de Héctor Rodríguez (25/02/14) cuando afirmó que “no es que vamos a sacar a la gente de la pobreza para llevarlas a la clase media y que pretendan ser escuálidos” y más recientemente por el sátrapa de Tareck El Assaimi cuando aseveró “Mientras uno más consigue pobreza hay más lealtad a la revolución y más amor por Chávez, mientras el pueblo es más pobre es más leal al proyecto revolucionario” (04/09/14)

Es indiscutible que para el fachochavismo la preservación de los niveles de pobreza y exclusión social son herramientas fundamentales para la continuidad del proyecto y su afianzamiento en el poder. Utilizan y manipulan a los pobres a través de dádivas provenientes de la renta petrolera para lograr sus objetivos políticos. De allí el gran éxito de las misiones sociales como instrumentos de control social. Programas que lejos de erradicar la pobreza, la institucionaliza para poder seguir teniendo como rehenes a millones de venezolanos en estado de subsistencia, que logran manipularlos por unas pocas limosnas. Esta es realidad del socialfascismo del siglo XXI, tramoya monstruosa que utiliza como estrategia política abusar de la situación de pobreza de millones de venezolanos para permanecer en el poder.

Es evidente que la perversidad en el discurso socialfacista en estos últimos 15 años no se corresponde a un error coyuntural, sino a un rasgo recurrente en su estrategia política. Mediante la profundización de la pobreza, y la miseria han logrado en gran medida el sometimiento de las grandes mayorías. Han logrado conculcar los derechos de los más necesitados en nombre de una bastarda revolución. Han conseguido una mayor dependencia económica de esos sectores del Petro-Estado todopoderoso, imponiendo mediante el poder del chantaje una sumisión emocional, un culto a la obediencia, y un temor a la critica.

La mejor demostración de la perversidad sonora del fachochavismo es que después de 15 años la pobreza en Venezuela aumentó 6,1 puntos porcentuales el año pasado y se ubicó en 27,3%, de acuerdo a las cifras Instituto Nacional de Estadísticas (INE), las cuales contradicen a las presentadas por el ungido Maduro. Pero además el porcentaje de hogares venezolanos que viven en situación de pobreza pasó de 21,2% en el 2012 a 27,3% a finales del 2013 lo cual representa 1,79 millones más de personas pobres. Igualmente el indicador de pobreza extrema también se incrementó al pasar de 7,1% en el 2012 a 9,8% en el 2013, lo que equivale a unas 733.000 personas más en pobreza extrema según el INE. Aumento que no nos debe de sorprender, pues los programas asistencialistas establecido por el régimen (entiéndase misiones) no fueron concebidos para erradicar estructuralmente el circulo vicioso de la pobreza, sino de lograr un mayor control político y social sobre esos estratos a fin de preservar el poder.

El fachochavismo constituye un desesperanzador proyecto que apela a la hipocresía, a la mentira y al doble discurso a fin seguir engañando a los amplios sectores populares y sumirlos en una mayor pobreza y desolación. Es un proyecto que en su perversidad incluye relaciones destructivas que son establecidas en el nivel de lo simbólico y cultural a fin de perpetuarse en el poder. Este es el autentico rostro del "fachochavismo del siglo XXI".

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