El totalitarismo en general, pero el fascismo
en particular, se caracterizan por el uso de la perversidad como parte de su
discurso político. Discurso que bajo la mascara emancipadora sólo sirve para
exacerbar y profundizar las condiciones de injusticia social que se desea
remediar.
Detrás del falaz discurso libertario del
fachochavista se esconde la ignominia de jugar con la pobreza de los más
necesitados. Ya lo decía el hoy defenestrado Ministro de Planificación Jorge
Giordani “Los pobres tendrán que seguir
siendo pobres, hay que mantenerlos así pero con esperanzas”. Esa misma vileza
quedo reflejada años más tarde en el discurso de Héctor Rodríguez (25/02/14)
cuando afirmó que “no es que vamos a sacar
a la gente de la pobreza para llevarlas a la clase media y que pretendan ser
escuálidos” y más recientemente por el sátrapa de Tareck El Assaimi cuando aseveró
“Mientras uno más consigue pobreza hay
más lealtad a la revolución y más amor por Chávez, mientras el pueblo es más
pobre es más leal al proyecto revolucionario” (04/09/14)
Es indiscutible que para el fachochavismo la
preservación de los niveles de pobreza y exclusión social son herramientas
fundamentales para la continuidad del proyecto y su afianzamiento en el poder.
Utilizan y manipulan a los pobres a través de dádivas provenientes de la renta
petrolera para lograr sus objetivos políticos. De allí el gran éxito de las
misiones sociales como instrumentos de control social. Programas que lejos de
erradicar la pobreza, la institucionaliza para poder seguir teniendo como
rehenes a millones de venezolanos en estado de subsistencia, que logran manipularlos
por unas pocas limosnas. Esta es realidad del socialfascismo del siglo XXI,
tramoya monstruosa que utiliza como estrategia política abusar de la situación
de pobreza de millones de venezolanos para permanecer en el poder.
Es evidente que la perversidad en el discurso
socialfacista en estos últimos 15 años no se corresponde a un error coyuntural,
sino a un rasgo recurrente en su estrategia política. Mediante la
profundización de la pobreza, y la miseria han logrado en gran medida el sometimiento
de las grandes mayorías. Han logrado conculcar los derechos de los más
necesitados en nombre de una bastarda revolución. Han conseguido una mayor
dependencia económica de esos sectores del Petro-Estado todopoderoso,
imponiendo mediante el poder del chantaje una sumisión emocional, un culto a la
obediencia, y un temor a la critica.
La mejor demostración de la perversidad sonora
del fachochavismo es que después de 15 años la pobreza en Venezuela aumentó 6,1
puntos porcentuales el año pasado y se ubicó en 27,3%, de acuerdo a las cifras
Instituto Nacional de Estadísticas (INE), las cuales contradicen a las
presentadas por el ungido Maduro. Pero además el porcentaje de hogares
venezolanos que viven en situación de pobreza pasó de 21,2% en el 2012 a 27,3% a
finales del 2013 lo cual representa 1,79 millones más de personas
pobres. Igualmente el indicador de pobreza extrema también se incrementó al
pasar de 7,1% en el 2012 a 9,8% en el 2013, lo que equivale a unas 733.000
personas más en pobreza extrema según el INE. Aumento que no nos debe de
sorprender, pues los programas asistencialistas establecido por el régimen
(entiéndase misiones) no fueron concebidos para erradicar estructuralmente el
circulo vicioso de la pobreza, sino de lograr un mayor control político y
social sobre esos estratos a fin de preservar el poder.
El fachochavismo constituye un
desesperanzador proyecto que apela a la hipocresía, a la mentira y al doble
discurso a fin seguir engañando a los amplios sectores populares y sumirlos en
una mayor pobreza y desolación. Es un proyecto que en su perversidad incluye
relaciones destructivas que son establecidas en el nivel de lo simbólico y
cultural a fin de perpetuarse en el poder. Este
es el autentico rostro del "fachochavismo del siglo XXI".
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