La adoración y el fervor rastrero de líderes
mesiánicos permitió el surgimiento de las mayores perversiones de nuestra
historia contemporánea. Fruto de ello fueron el fascismo, el nazismo y los
regímenes burocráticos de la Europa Oriental y del Asia.
Lo ocurrido en el marco del taller de
formación socialista del PSUV, donde una de las delegadas leyó una versión del
"Padre Nuestro" en la que le cambió la letra para dedicársela al
fallecido tte coronel (“oración del delegado”), constituye un paso más hacia la
oficialización de la idolatría, de la veneración abyecta como discurso político
del proyecto fachochavista. Más allá de lo ofensivo, blasfémico e irrespetuoso
que pudo haber sido para el patrimonio de la Iglesia Católica, la oración del
delegado demuestra la precariedad teórico-ideológica del fachochavismo, lo cual
los obliga a recurrir a una veneración supersticiosa a la imagen del insepulto
eterno a fin de cohesionar a sus partidarios y garantizar su dominación
hegemónica. Tal proclama lisonjera ocurre precisamente en un taller de
formación ideológica de la militancia oficialista.
Cuando ilusamente pensábamos haber superado las
idolatrías de los siglos XIX y XX, resulta que la dupla Maduro-Cabello se ha
encargado de oficializar la adoración a la figura del comandante eterno.
Vivimos tiempos en los cuales un populismo carismático con rasgos emocionales
(paternalista) se ha constituido en la tabla de salvación del bloque histórico
en el poder a fin de perpetuarse en el tiempo. Este estilo de gobierno, ha
logrado cautivar una parte muy importante de los venezolanos no por lo
atractivo del proyecto mismo, sino por una combinación de decepción histórica
para con los representantes del proyecto hegemónico que ejercieron funciones de
gobierno en Venezuela antes de 1998, por las dádivas que se distribuyen en los
sectores más humildes del país a través de las misiones, que aunque no
resuelven el problema estructural de la pobreza, contribuyen a palear la
precariedad en la cual viven estos sectores marginados, pero fundamentalmente
por la manipulación emocional de los más humildes que ha adquirido rasgos de una
nueva religiosidad: la bolivariana.
Con el objetivo de afianzar y consolidar esta
nueva religión ligada al culto eterno del difunto tte coronel el régimen ha
utilizado toda su maquinaria propagandística. Imágenes del fallecido
dicharachero del Palacio de Misia Jacinta abundan en carreteras y autopistas,
en oficinas y escuelas, en edificios públicos y parques deportivos, sus frases
muchas de ellas contradictorias e inconexas son citadas en forma continua, cualquier
fecha relacionada con el “gigante” por insignificante e intrascendente que ella
sea es celebrada como fiesta nacional. Han publicado millones de libros
escolares donde se tuerce la verdad histórica y deifican y glorifican al
vocinglero de Sabaneta, y otras en las cuales lo muestran como si fuera Dios, protegiendo
desde el cielo a los pobres y desamparados de la tierra. Estamos frente a una
avasallante publicidad alienante y nauseabunda en torno a la figura del “cristo
de los pobres”.
La defensa a ultranza de la “oración del
delegado” por parte del monárquico Maduro en cadena nacional demuestra que la
lectura de la misma no fue un hecho accidental, algo fuera del protocolo, sino que
responde al guión oficial de consolidar la veneración ritual del fallecido
comandante galáctico. Maduro miente cuando afirma que dicha oración es del poeta
William Osuna, mediocre sujeto cuyos “logros profesionales” han sido gracias a
su lealtad al proceso y no por su méritos intelectuales (Premio Nacional de
Literatura, 2007; Premios Municipal de Comunicación Social, 2007; Premio
Nacional del Libro Mejor Revista Política y Cultural, 2007). Pero Maduro transita
el absurdo cuando compara la panfletaria “oración del delegado” con las monumentales
obras de Miguel Ángel Asturias y Pablo Neruda.
El facho-chavismo promueve este perverso
endiosamiento del fenecido tte coronel con la finalidad de asociar la imagen
del gran líder al amor por los excluidos. Idolatría religiosa que ha
implicado la renuncia a los espacios críticos de sus seguidores, así como la
adopción de una actitud sumisa y complaciente frente a la figura del nuevo
santón tropical. Vivimos tiempos de subordinación a los preceptos divinos de la
religión bolivariana
Las idolatrías y fanatismos del siglo pasado
hicieron de Mussolini un cobarde bravucón, un símbolo de la masculinidad y del
valor para Italia. Hitler, un maníaco de la destrucción, lo convirtieron en el
constructor de una nueva Alemania. Esas mismas perversiones pretenden
transformar al tte coronel un egocéntrico ambicioso y manipulador sin
sujeciones morales, en un defensor profético de los humildes de la tierra del
siglo XXI.
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