La clase obrera celebró este 1 de Mayo, Día
Internacional de los Trabajadores en medio de un país militarizado que
sufre una profunda crisis social, política y económica y con el anuncio de un pírrico
aumento del salario mínimo. Los trabajadores se enfrentan a una logia facho-milica
que ha impuesto un brutal terrorismo de Estado en respuesta a la creciente
conflictividad social y que se ha empecinado en imponer un paquete económico de
impronta fondomonetarista-neoliberal que se asemeja considerablemente a los
paquetes aplicados en el pasado por los gobiernos adecos-copeyanos.
A 129 años de las heroicas jornadas de los
Mártires de Chicago (“ocho horas para el trabajo, ocho horas para el sueño y
ocho horas para la casa”) los trabajadores venezolanos no tienen nada que
celebrar. El ascenso al poder del fachochavismo ha representado la imposición
de un neototalitarismo, que lejos de impulsar cambios estructurales destinados
al mejoramiento de los trabajadores, ha profundizado su explotación. El fachochavismo
ha eliminado la autonomía sindical, minimizado el papel de los sindicatos, criminalizado
la protesta laboral, reprimido y encarcelado a trabajadores y dirigentes por
mantener una posición crítica a la política gubernamental. Política antiobrera que
no es coyuntural, forma parte de la génesis del proyecto facho-bolivariano
mismo. Ya en el año 2002 el fallecido tte coronel cuestionaba la vigencia de
los sindicatos, se penalizaba el derecho a huelga, y se restringía el
funcionamiento de los sindicatos mediante la aprobación de la Ley del Estatuto de
la Función Pública por parte de la Asamblea Nacional
Esta política perversa ha permitido la
eliminación de la seguridad social y de los fueros sindicales de dirigentes
electos por las bases, así como la implantación de un sistemático chantaje y
exclusión laboral de los trabajadores por razones políticas (caso de la
periodista Geisha Torres despedida de TVES). Además, ambicionan eliminar las
contrataciones colectivas (80% de las discusiones están vencidas y
paralizadas), y sustituirlas por convenciones únicas (visión corporativista de
claro sello nazi-fascista), las cuales serían impuestas por el régimen desde
Miraflores, al margen de las aspiraciones reivindicativas de los trabajadores.
Pero además este régimen que se autocalifica de
socialista y obrerista ha puesto en práctica políticas neoliberales, como un impuesto
regresivo como el IVA, pago de una deuda externa ilegítimamente contraída, despidos
masivos, entrega de nuestra soberanía petrolera a transnacionales extranjeras y
medidas laborales restrictivas, que debilitan o derogan las regulaciones
laborales y que intensifican la explotación a través de las prácticas de la
"precarización laboral". Modalidad de explotación recomendada por el
Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, que ha permitido la creación de
empleos precarios (puestos temporales, misiones sociales, cooperativas,
cogestión, tercerización, zonas económicas especiales, etc.) sometiendo a los
trabajadores a una superexplotación sin límites. Todo ello en el contexto de
una falta absoluta de independencia de los poderes públicos y de un debilitamiento
lamentable del estado de derecho, donde las instituciones del Estado (Ministerio
Público, los Tribunales del país y el Ministerio del Trabajo) se han transformado
en los instrumentos para criminalizar la protesta social y vulnerar de derechos
de los trabajadores.
La pestilente unidad milico-civilista bolivariana
persigue doblegar y acallar a los trabajadores, ante la lamentablemente
complicidad de las principales centrales obreras: la CTV, UNETE y la Central
Bolivariana Socialista. Las dos primeras por haberse divorciado de las bases
sindicales, lo que le impide asumir la lucha en defensa de los intereses de la
clase obrera, y la tercera por ser un apéndice del aparato político del régimen
dedicada a promocionar la política antiobrera del gobierno en sus
intenciones de perpetuarse en el poder.
Este 1 de mayo los trabajadores venezolanos no
tienen nada que celebrar, pero si mucho que reclamar: un aumento general de
sueldos y salarios, la indexación salarial de acuerdo al índice inflacionario, la
aprobación de las leyes de Seguridad Social, cese a la criminalización de la
protesta social, la derogación de la nefasta Resolución 8610 que permite el uso
de armas de fuego por parte de los milicos en el control de manifestaciones
públicas, la libertad de los presos políticos y la desmilitarización de la
sociedad. Frente a este gorilismo neoliberal-facho que reprime, asesina y viola
los derechos de los venezolanos, los trabajadores tienen la responsabilidad
histórica de mancomunar sus esfuerzos con otros sectores de la sociedad en la
lucha contra este régimen autoritario empeñado en cubrir al país con más sangre
y luto en nombre de una bastarda revolución. Pobre del viejo Marx que en nombre
de un tal “socialismo del siglo XXI” se atropella, reprime, encarcela y asesina
a los trabajadores venezolanos.
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