La llegada al poder del socialfascismo
bolivariano permitió el surgimiento de una "nueva derecha populista",
pero con retórica revolucionaria. Este infame proyecto surgió en gran medida producto
del fracaso del bipartidismo adeco-copeyano, fieles exponentes del viejo bloque
histórico, así como por la necesidad de continuidad del proyecto hegemónico.
Al margen de las triquiñuelas de los
tahúres en el poder, el reloj marca con su indetenible puntear del tiempo el
fin del batiburrillo ideológico-político que ha “desgorbernado” al país en los
últimos años. Tras diez y seis años de un férreo dominio de la política
nacional, el socialfascismo bolivariano se enfrenta a su colosal fracaso
histórico que hace indetenible su salida del poder.
El desplome del proyecto fachochavista
luce dramático e inexplicable pues contó con un apoyo popular importante,
dispuso de grandes recursos económicos provenientes de la renta petrolera, sometió y puso de rodillas todos los poderes
públicos, incluidos el Consejo Nacional Electoral y el Parlamento, que por un
período estuvo absolutamente en sus manos dado a los desaciertos de la
oposición. Además construyó un poderoso aparato comunicacional y transformó a
la FAN en guardia pretoriana al servicio del PSUV. Ello sin olvidar la creación de un
humillante, efectivo y perverso sistema de control social como fueron las
misiones sociales.
El fachochavismo fracasó porque nunca
tuvo un proyecto de país. Se limitó a repetir, como buen proyecto mesiánico, los
dislates e incongruencias de un iletrado y mandón tte coronel. Fracasó porque manipulo
y engaño a las grandes mayorías, al impulsar un capitalismo de Estado
explotador mientras publicitaba un desconocido socialismo bolivariano. Fracasó
porque sus políticas económicas desquiciadas condujeron a la destrucción del
aparato productivo nacional, a una incontrolable inflación (147% para finales
del 2015), a un brutal desabastecimiento generalizado de alimentos, medicinas e
insumos, a un insalvable déficit fiscal y a un estancamiento y decrecimiento de
la economía que este año puede alcanzar la cifra de un 6-8%. Fracasó porque
institucionalizó la corrupción, y permitió el surgimiento de un hamponato para-estatal,
la boliburgesía. Fracasó porque profundizó el rentismo petrolero e hizo al país
más dependiente de las importaciones. Fracasó por su fariseísmo
al institucionalizar la criminalización de la protesta social, la tortura, y el
asesinato del contrario. Todo ejecutado con total libertad e impunidad. Fracasó porque pese
a los inmensos ingresos obtenidos por concepto de la renta petrolera, contrajo niveles
sin precedentes de deuda, elevando las obligaciones externas de la nación de
$32,809 millones (1998) a $249.523 millones al cierre de 2014. Fracasó porque sus continuos desaciertos
llevaron al país a la quiebra, hipotecando su futuro convirtiéndolo en una
tierra preñada de miseria y hambre.
Pero
aunado a la profunda crisis
económica y cuya evolución tiende a su agravamiento en los próximos meses, no
podemos olvidar que convivimos con otros aspectos de la crisis como son la
inseguridad personal, el colapso educativo, el desastre medico-asistencial, así
como el agravamiento de la exclusión social e indigencia. Asistimos al deslave
final del fachochavismo, su otrora revolución bonita ha terminado siendo una
despreciable revolución del hambre, de la miseria y del terror. Prueba de ello
han sido los recientes saqueos en diversas regiones del país, incluyendo el
Guayanazo con el saldo de muertos y heridos. Saqueos que lejos der ser
instigados o promovidos por paramilitares, la CIA o la disidencia política como
ha afirmado el ignorante enciclopédico de Maduro, son una clara demostración
del desespero e indignación que existe en el pueblo, al cual ellos falsamente
dicen defender, pero que reprimen y asesinan.
No se trata del fracaso del “socialismo
del viejo Marx” como algunos opinadores de oficio afirman. No se puede hablar
de fracaso de algo que nunca ha existido. El fachochavismo siempre ha
representado un proyecto de derecha, pero con una falaz retórica socialista. Su
impronta facha y reaccionaria ha quedado en evidencia al propiciar un rechazo y
desprecio al pensamiento crítico, al implementar el terror como política de
Estado, al imponer una militarización de la sociedad, al patrocinar un culto a
la muerte, y un nacionalismo arcaico y retrógrado.
El fachochavismo representa un ignominioso
proyecto corporativo tutelado por la pestilente bota militar e impulsado por obnubilados
resentidos sociales. Una
grotesca falsificación de los proyectos emancipadores y libertarios siglo XXI.
El fachochavismo naufragó. Ni Chávez
vive, ni la “robulución” sigue.
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