Thursday, September 3, 2015

Carta al Sr. Luis Leonardo Almagro Lemes, Secretario General de la Organización de los Estados Americanos


Estimado Sr. Luis Leonardo Almagro Lemes
Secretario General de la Organización de Estados Americanos
Presente.-

Los firmantes de esta carta abierta, todos venezolanos, hemos sido siempre activistas y luchadores políticos y sociales progresistas, promotores de mayor inclusión y justicia social, y de la profundización de la democracia. Defensores también de la soberanía de nuestro país y solidarios tanto con las luchas de los pueblos latinoamericanos y caribeños, como con las de cualquier otra parte del Mundo. En diferentes grados y momentos, acompañamos el proceso que Hugo Chávez representó. Participaciones que, cada cual en su forma y por sus particulares motivos, fueron amainando hasta llegar a distanciarnos de su proyecto. Igualmente en diferentes grados, a asumir posturas abiertas de crítica, antes al presidente Chávez y ahora al gobierno del presidente Maduro, por considerarlos principales responsables de la actual situación de crisis económica, política y social que vive el país. Nuestro distanciamiento y cuestionamiento, y en casos enfrentamiento con estos, los motivó, precisamente, la misma posición progresista y de compromiso con Venezuela que siempre hemos tenido y que inicialmente nos llevó a esperanzarnos con el proceso iniciado en la pasada década de los noventa. Esto no nos ha llevado, sin embargo, a identificamos y participar activamente con la hasta ahora principal alianza política de fuerzas opositoras agrupadas en la llamada Mesa de Unidad Democrática MUD.

En abril del 2013, luego de la elección de Nicolás Maduro, y un año después, en marzo del 2014, a raíz de los sucesos violentos de calle de febrero y mes siguiente, el gobierno venezolano solicitó, explícita o implícitamente, pronunciamientos a su favor de instancias internacionales y figuras relevantes. En el primer caso, en respuesta al cuestionamiento a la totalización de votos emitida por el CNE y, en el segundo, a supuestas acciones subversivas para la desestabilización y eventual derrocamiento del gobierno. En ambos casos recibió amplios apoyos al reconocerlo como el Gobierno legítimo por haber surgido de elecciones consideradas democráticas.

Aunque podamos disentir en cuanto a apreciaciones sobre nuestra realidad actual, respetamos las motivaciones de solidaridad y reconocimiento de muchos en el ámbito continental y mundial, con el proceso que inicialmente encarnó Hugo Chávez y que hoy preside Nicolás Maduro. Pero estamos convencidos de que hoy, más que en otros momentos, por el bien y la estabilidad de Venezuela y nuestra región, es indispensable agregar soportes más sólidos a previsibles pronunciamientos futuros en relación a la legitimidad de nuestro gobierno.

El reconocimiento y apoyo al gobierno de Nicolás Maduro, en ocasión a las sobrevenidas elecciones presidenciales de abril de 2013, se sustentó en su legitimidad por surgir del ejercicio de la soberanía popular expresada en elecciones democráticas. Reconocimiento y apoyo que fue hecho, sin embargo, sin profundizar ni atender a las formas concretas en que esas elecciones fueron adelantadas.

El sistema electoral venezolano, aun con su sofisticada plataforma tecnológica diseñada para la trasparencia, ha ido crecientemente constituyéndose para el ciudadano común en una caja negra de las que sólo conoce la entrada y la salida, pero desconoce los aspectos medulares de su proceso interno. Altamente computarizado, su confiabilidad se debe presumir a partir de la supuesta invulnerabilidad técnico-operativa de sus sistemas y equipos. Los resultados de auditorías técnicas circunstanciales, hechas con participación de técnicos independientes y de la oposición, han sido muy poco difundidos oficialmente y no han ampliado la confianza en el sistema.

En sus fases y niveles medulares el CNE ha sido también crecientemente partidizado, alejándolo del ideal de independencia, transparencia y profesionalismo. Para la última renovación parcial de rectores hubo la frustrada expectativa de que, siguiendo lo establecido en la Constitución, la nueva directiva del CNE fuera designada por consenso, resultando con una composición más plural, ganando con ello mayores grados de confiabilidad. Por el contrario, la forma, para nosotros inconstitucional, como el PSUV manejó ese proceso, resultó en la renovación de casi la misma directiva, concitando aún mayores niveles de desconfianza.

El sistema electoral venezolano tiene poca transparencia. Aparte de la ausencia inconstitucional de proporcionalidad electoral, es crecientemente visto por buena parte del electorado como un sistema manejado principalmente por funcionarios activistas del partido del gobierno, minando la confianza en la veracidad y exactitud de los resultados emitidos. Y el CNE poco hace para revertir esa percepción. Por el contrario, sus actuaciones recientes tienden a reforzarla. Como ya mencionamos, la forma en que en el mes de diciembre pasado fue renovada parcialmente su directiva dio pie a mayores desconfianzas. La demora en anunciar la fecha para las elecciones parlamentarias, así como su cronograma específico, generó innecesarias incertidumbres. La misma indefinición de las circunscripciones electorales fue otra determinante fuente de desconfianzas. Las proyecciones poblacionales, que deberían pasar por la aprobación de la Asamblea Nacional como un mero trámite formal, al suponerse resultado de un proceso técnico convencional, en esta ocasión, sin siquiera abrirse formalmente el debate, fueron aprobadas sólo con el voto de la mayoría oficialista.

La no convocatoria de las elecciones de los diputados al PARLASUR, que debería ser efectuada obligatoriamente este año; la eliminación de la votación directa, universal y secreta, para elegir los diputados al PARLATINO, que se venía realizando desde el año 2000; así como la inacción ante el ventajismo propagandístico e informativo gubernamental y el claro uso de recursos estatales en la campaña del PSUV, constituyen elementos adicionales de desconfianza hacia el máximo órgano electoral del país.

Previsiblemente a usted, y a la Organización de los Estados Americanos que ahora usted lidera, se le planteará la necesidad de pronunciarse sobre las elecciones del 6 de diciembre y sus resultados. Un proceso que, sin ser presidencial, tendrá una importante incidencia sobre la legitimidad del gobierno de Nicolás Maduro. Y el reconocimiento y legitimidad de los resultados de esas venideras elecciones, la estabilidad política que a ellas suceda, estará determinada por la transparencia, o carencia de ella, de la autoridad electoral y del proceso electoral en su conjunto.

Tiene esta carta por propósito solicitarle, con el mayor respeto, que usted y la OEA, dentro de los límites que el derecho internacional impone, continúe alerta sobre la situación en nuestro país. Para garantizarse Ud., que su eventual futura posición tenga un soporte más sólido, le pedimos que activamente contribuya, desde ahora, a garantizar mayores niveles de transparencia e imparcialidad en todo el proceso conducente a las venideras elecciones. Lo llamamos a continuar estando atento para sugerir, proponer o presionar, en aras de garantizar que estas venideras elecciones en Venezuela, sean desde ya instrumentadas y procesadas transparentemente y con equidad.

Caracas, agosto 2015


Elechiguerra, Javier                                                  López Maya, Margarita
Esté, Arnaldo                                                            López Padrino, José Rafael
Fuenmayor Toro, Luis                                               Pérez Martí, Felipe
Gómez, Marcos Esteban                                          Poleo, Víctor
Iribarren, Rafael                                                        Sambrano Vidal, Edwin
Jordán Hernández, Alberto                                       Yajure, Edgar
Lander, Luis E.                                                                               

                                                                       

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