Me enteré de su muerte a través de las redes sociales. De inmediato me permití escribir en la red de los 144 caracteres: “Con la muerte del Dr. Reinaldo Dipolo Venezuela pierde una de las mentes más brillantes en el campo de la investigación científica”.
Tuve el privilegio de conocer a Reinaldo a raíz de
mi incorporación al Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas (IVIC,
1974) como estudiante graduado. Fueron Reinaldo junto a Carlo Caputo quienes me
ayudaron a dar mis primeros pasos en el apasionante camino de la investigación.
Durante mi pasantía por su laboratorio (Permeabilidad Iónica) pude comprobar su
sorprendente agudeza intelectual, aquilatar su calidad humana así como apreciar
su extraordinaria habilidad experimental. Como olvidar sus fraternas e
instructivas pláticas sobre la regulación de la concentración intracelular del
ion calcio, los principales mecanismos de entrada y salida de este a través de
la membrana plasmática, con especial atención en el intercambiador
sodio/calcio.
Pero Reinaldo no se circunscribió solamente a la
generación, transmisión y transferencia del conocimiento, su condición
polifacética le permitió incursionar en la música. Era un amante y practicante
de la música, tocaba varios instrumentos, entre ellos el piano. En más de una
ocasión llegó hablarme de la valoración musical de Antonio Vivaldi en el género
concertante de cámara, de la vida de Johann Sebastian Bach y su inicio musical
en la iglesia de San Miguel de Ohrdruf. Era un científico multidimensional.
Reinaldo deja tras sí una trayectoria académica,
científica y moral intachables. Dedicó su esfuerzo científico al estudio de la
regulación del calcio intracelular en tejidos excitables (nervio y músculo). Con
el pasar de los años sus trabajos se transformaron en una referencia obligada
en el área de la homeostasis del calcio citoplasmático en células excitables, con
especial énfasis en la caracterización del intercambiador sodio/calcio. Su extraordinaria
carrera como investigador quedó plasmada en más de 100 trabajos publicados en
las mejores revistas científicas del mundo, cientos de ponencias en congresos
nacionales e internacionales. Su excelsitud científica lo convirtió en uno de
los investigador venezolano que ha alcanzado mayor cantidad de citaciones a
nivel internacional (Science Citations Index). Fue merecedor de múltiples
reconocimientos: Premio Pi Suñer (1962 y 1980), Premio
Lorenzo Mendoza Fleury de la Fundación Polar (1983) y Premio Nacional
de Ciencias (2000). Además, fue un docente insigne, dirigió tesis de pregrado y
de postgrado a un número importante de estudiantes procedentes de instituciones
académicas nacionales y de países extranjeros.
Dentro de su multidimensionalidad, Reinaldo fue además
un amante de los deportes. Todos recordamos su imagen de “trotón” por los
predios del IVIC, o su participación en cuanto evento deportivo se realizara,
fuera fútbol, futbolito, etc.
Reinaldo siempre fue un hombre alegre, solidario, emprendedor
que transmitió esperanzas y fe en el futuro a pesar de las dificultades. Fue un
verdadero líder, con una honestidad y sencillez prístina, que siempre predicó
con su ejemplo.
Lamentablemente, Reinaldo al igual que millones de
venezolanos no escapó de la barbarie socialfascista bolivariana. Bajo el prisma
de una visión simplista, embaucadora y mentirosa de la ciencia “Los
investigadores deben dejar de trabajar en proyectos oscuros, y en su lugar debe
ir a los barrios para hacerse útiles” (Chávez dixit), los cortesanos directivos
del IVIC arremetieron contra Reinaldo. Le elaboraron un falaz y chapucero
expediente administrativo por “no cumplir con el horario de trabajo” y fue despedido
de esa institución. A pesar de los malabarismos jurídicos de las autoridades
del IVIC, el despido de Reinaldo no fue más que una vulgar retaliación por su
posición critica frente al proyecto militarista bolivariano. Con el
cercenamiento de su carrea científica, así como la de otros investigadores que
corrieron igual suerte, la lumpencracia bolivariana cometía una de sus más funestas
acciones en contra del IVIC y la ciencia nacional.
Al margen de las mezquindades e ignorancia del
presente, la contribución científica de Reinaldo Dipolo pasará a la historia como
muestra de su prestancia académica, de su integridad, y de su valor humano. Su
imagen vencerá las sombras del presente y brillará en la Venezuela por reconstruir.
Hasta luego mi buen amigo Reinaldo
“La muerte no
es verdad cuando se ha cumplido bien la obra de la vida” José Martí
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