La medida improvisada
del régimen del iletrado Maduro de suprimir la circulación de billetes de 100
Bs en tres días, sin disponer de la moneda sustitutiva, ha provocado un caos y
un verdadero golpe a los bolsillos de los venezolanos. Esta desquiciada
decisión ha significado un zarpazo a la economía popular al ver invalidados,
sin alternativas, los recursos necesarios para la compra de alimentos, y
medicinas, así como para el pago de servicios públicos como el transporte,
especialmente en estas fechas decembrinas.
El tan cacareado “nuevo
cono monetario”, entiéndase la devaluación del ya famélico Bolívar fuerte, se
ha convertido en un verdadero calvario, un suplicio para la población en
especial para aquellos ciudadanos que no forman parte del sistema bancario al
no disponer de ningún tipo de cuenta (corriente o de ahorros). Esta imprevista
y abusiva medida del régimen ha generado un gran malestar entre la población,
provocando protestas en más de 22 ciudades del país, incluso saqueos y quema de
entidades bancarias en los Estados Bolívar y Apure.
Frente a los
airados y justos reclamos de los sectores populares por la escasez de circulante
la bota militar bolivariana ha apelado a la criminalización de la protesta, al
uso de la represión desmedida y el asesinato a fin de aplastar la protesta
popular. Los esbirros del régimen han recurrido al mismo libreto descalificador
de los gobiernos adeco-copeyanos. Hemos visto a quienes reivindicaron y
glorificaron -por conveniencias políticas- al Caracazo (27F), hoy convertidos en
acusadores del pueblo, en vulgares represores de los desposeídos a quienes
acusan de desestabilizadores, terroristas o
simples delincuentes. A diferencia del 27F (explosión popular espontánea y
simultánea) en la Venezuela de hoy se están produciendo Caracazos por cuotas en
grandes, medianas y hasta pequeñas ciudades del país. Violaciones de los
derechos fundamentales, que al igual que en el pasado, han contado con el
silencio cómplice del ministerio público.
Es evidente que este
nuevo caos no puede considerarse como un incidente aislado. Representa una
nueva manifestación de la crisis orgánica que carcome a la economía nacional,
cuyos orígenes son de larga data, pero que se han agudizado a partir del año
1998 con la llegada al poder del fallecido tte coronel. Recordemos, que el
régimen del Centauro de Sabaneta, lejos de sustituir los tan “criticados” modelos
neoliberal y petrolero rentista, los profundizó. En efecto en estos 18 años de
“desgobierno bolivariano” la economía ha estado sujeta a políticas
neoliberales. Se ha profundizado el extractivismo petrolero, el aparato
productivo nacional ha sido destruido (se importa todo, incluyendo rubros que
previamente se producían en el país), las riquezas naturales han sido
entregadas al capital trasnacional (empresas mixtas, Arco minero del Orinoco) y
las relaciones obrero-patronales han sido flexibilizadas (tercerización),
deslegitimado los sindicatos, conculcadas conquistas laborales (derecho a la
huelga) y criminalizadas las luchas sindicales. Al mismo tiempo, se ha impuesto
un estatismo asistencialista a fin de reducir la pobreza, sin haber modificado
las condiciones estructurales de la pobreza y de la exclusión social. Asistencialismo
(misiones) que obviamente no redujo la pobreza, pero si impuso un mayor control
social.
Ignorando el
carácter cíclico de los precios petroleros, la dupla del tte coronel-Maduro despilfarraron
miles de millones de dólares, asumiendo que los precios del petróleo se mantendrían
indefinidamente sobre el techo de los US$ 100 por barril (Venezuela recibió
entre 1999 y 2014 más de US$ 960.589 millones). Pero, además, tanto el padre,
como su hijo bastardo han hipotecado y quebrado al país en forma irresponsable.
La deuda externa se quintuplicó a pesar del boom petrolero, la moneda ha sido
continuamente devaluada y las reservas internacionales han seguido mermando en
últimos años (US$43.127 millones 2008 a unos US$15.000 millones 2016). Se
pronostica una caída del PIB del 8% para el año 2016, así como una galopante inflación
que puede alcanzar el 720% al cierre de este año, y que podría llegar al 2.200%
al cierre del 2017.
Hoy el país padece
las consecuencias de un fracasado modelo de capitalismo de Estado militarizado
iniciado por el tte coronel y continuado por el ungido Maduro. Desastre que
podría apuntar a un estallido social, el cual no se ha producido en parte, por
los niveles de militarización y represión en el país, por la incapacidad de la
oposición de capitalizar el descontento y rabia popular y por el aprovechamiento
perverso de la crisis por parte del régimen la cual utiliza como instrumento de
control social.
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