El
abstencionismo radical e iracundo, una vez más, generó falsas expectativas en
torno a La Cumbre de las Américas en Lima. Sus más conspicuos voceros
hablaron desde condenas unánimes, hasta la aprobación de una intervención
armada. Fue vergonzante ver a los voceros del abstencionismo suplicándole al
Vicepresidente Mike Pence la intervención militar a nuestro país. Además, fue un
evento donde el “pescueceo escénico” de los fundamentalistas no se hizo
esperar, todos lucharon por aparecer fotografiados y reunidos con mandatarios o
figuras que se dieron cita en dicho evento.
La
cumbre terminó, como todas las anteriores, sin pena, ni gloría. Un documento
central titulado “Gobernabilidad Democrática Frente a la Corrupción” en el cual se obvia la situación venezolana y otro
documento referido como la "Declaración de Lima" firmado por solo 16
de los 33 países participantes, en el cual se expresa la preocupación por el
agravamiento de la crisis política, económica, social y humanitaria en
Venezuela y hacen un llamado a Maduro
para que lleve a cabo elecciones presidenciales con las garantías necesarias
para un proceso libre, justo, transparente y democrático, sin presos políticos
y que incluya la participación de todos los actores políticos de ese país. Al mismo tiempo denuncia que unos comicios que no cumplan
con esas condiciones carecerán de legitimidad y credibilidad. El documento
expresa solidaridad con la situación venezolana pero ni remotamente habla de intervención militar como esperaban los fundamentalistas
del abstencionismo. Obviamente, la fábula de la “invasión armada" se desploma
al igual que sucedió con la marcha mágica (Miraflores), las fantasiosas salidas
del 2014 y 2017 y del épico golpe militar a imagen y semejanza del 23/1/58.
Igual sucederá con sus nuevas alucinaciones: si el pueblo se abstiene, la
dictadura se deslegitima (hay alguna
dictadura legitimada?), y el iletrado de Miraflores por “arte de magia”
renunciará y se irá.
Solo a los
frenéticos abstencionistas se les puede ocurrir la vana idea de que Mr. Trump
estaría dispuesto a intervenir militarmente en Venezuela. Varias son las
razones: Primero el Tío Sam tiene ya suficiente con los problemas que confronta
con Rusia, Irán, Siria, y Corea del Norte para abrir un nuevo frente de guerra en
Venezuela. Segundo, Latinoamérica en su conjunto no es prioridad para la
errática política exterior de Mr. Trump. Tercero, los inversionistas norteamericanos
se oponen a ello dadas las fabulosas ganancias que están percibiendo gracias a
la política entreguista del régimen (empresas mixtas) en áreas como el carbón, el
gas, y el petróleo. Ya el senador republicano Marcos Rubio lo indicó en forma
categórica no habrá intervención militar. Todo lo demás es retórica demagógica.
Los abstencionistas refugiados
en la inefable excusa de que “no existen
condiciones equitativas para un proceso eleccionario” han renunciado a la
vía electoral sin presentar alternativas de como salir de la peste facho-bolivariana.
La historia nos enseña que bajo las garras de un régimen dictatorial nunca
habrá condiciones electorales equitativas y transparentes. Quienes rechazan la vía electoral se equivocan al
subestimar el valor anti-dictatorial de la lucha electoral, y de la
factibilidad de consolidar un nuevo bloque social en contra de Maduro y su
pandilla al calor de la lucha popular. El abstencionismo, entre muchas otras simplezas
se niega a confrontar al agotado proyecto bolivariano que
tiene solo 22% de apoyo popular, con evidencias de falta de cohesión y
hegemonía por las luchas internas y con tendencias a disgregarse. Prefieren depositar todas sus fuerzas en función de una
hipotética invasión armada (que nunca sucederá), un golpe militar (que nunca
ocurrirá) o las sanciones de una comunidad internacional (que nunca han resuelto
crisis alguna). Se niegan a permitir que el pueblo se exprese votando como
expresión del mandato popular. Abstenerse es votar por el vocinglero e
iletrado del Palacio de Misia Jacinta, un voto menos para la oposición es un
voto más para el régimen. El
abstencionismo solo favorece al régimen y por ello sus voceros lo promueven y
lo fomentan.
Venezuela confronta grandes
disyuntivas: la continuidad del autoritarismo facho-bolivariano o un salto
cualitativo hacia la democratización de la sociedad; una ruta hacia el
crecimiento sostenido o el estancamiento indefinido gracias a una estadolatría
perversa; la construcción de un Estado de Derecho o la consolidación de un
Estado forajido en manos de una mafia cívico-militar.
La abstención es una acción de
desesperanza y de entrega frente a la barbarie fachochavista.
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