Los
abstencionistas no cesan en urdir nuevas fantasías. Oscurecida por la niebla
del fracaso de la reunión en Lima ahora los abstencionistas cifran sus irreales
esperanzas en la nueva reunión del Consejo Permanente de la Organización de
Estados Americanos (OEA) para el 4/30/18, en el antejuicio de mérito al iletrado
de Miraflores y al no reconocimiento del resultado de la elección presidencial
del próximo 5/20/18 por parte de la comunidad internacional. Todo ello a
sabiendas que no contamos con los votos suficientes en la OEA (24 votos) para
la aprobación de la Carta Democrática en contra de la dictadura de Maduro y su
logia cívico-militar, pues solo 16 países aprobaron la declaración en favor de Venezuela
en la pasada Cumbre de las Américas. Es necesario concientizar que el
antejuicio de mérito no pasa de ser un hecho político-simbólico pues la Fuerza
Armada es una entelequia que se encuentra muy lejos de poder cumplir con su rol
constitucional, al estar carcomida por la corrupción y el narcotráfico. En
relación a los gobiernos que han declarado que no reconocerán el resultado del próximo
proceso electoral, es un hecho que está por verse. No existe base jurídica en
el Derecho Internacional que sustente tal postura; la misma contradice uno de
los principios fundamentales del Derecho Internacional en lo correspondiente al
respeto a la soberanía y la no intervención en los asuntos internos de los
Estados (Artículo 15, Carta de la OEA). Ello sin mencionar aquellos que
alimentan sus ilusorias expectativas con invasiones extranjeras o dictaduras
militares humanistas en el futuro próximo. Los abstencionistas en su discurso
anti-electoral propalan imaginarios derroteros para salir de Maduro sin decir
el ¿Cómo?.
Sorpresivamente
muchos de quienes hoy afirman que la vía electoral está agotada, son los mismos
que no hace mucho tiempo afirmaban que “La
ruta para sacar a Maduro será la electoral; lo vamos a sacar con votos”.
Inexplicablemente hoy hacen causa común con sectores obstinadamente defensores
de la abstención, responsables de dolorosos errores en el pasado. Constituyen esa
oposición entrampada en su laberinto estratégico carente de un discurso coherente
y que hoy le rinden culto a las impensadas prácticas simbólicas y efectistas.
Lamentablemente
llamar a la abstención favorece a Maduro en sus pretensiones continuistas. La estrategia del régimen consiste, más que en ganar
las elecciones, es lograr que la oposición las pierda. Para ello el oficialismo
hace el mayor de sus esfuerzos por fomentar y exacerbar la tendencia
abstencionista en el seno de la oposición. Los estrategas del régimen sueñan con
lograr que la gran mayoría de los venezolanos abandonemos el voto como
instrumento de lucha. Estamos presenciando un escenario electoral muy similar
al de las pasadas elecciones regionales (15/10/17) donde el abstencionismo fue
incapaz de entender que una victoria electoral opositora reforzaría la capacidad organizativa y de movilización
de la disidencia en esos estados y generaría una mayor disposición para seguir luchando.
Lamentable la tozudez del abstencionismo permitió que la mayoría de las gobernaciones quedaran en manos del
facho-chavismo-madurismo (17) a cambio de nada.
Los voceros
del abstencionismo, en medio de sus sueños fantasmales, no han logrado entender
que el régimen busca a toda costa desmovilizar a los ciudadanos a fin de que no
sean un obstáculo insalvable a sus ambiciones de eternizarse en el poder. Se
empeñan en calificar la lucha electoral como inútil, que no hay nada que hacer
pues el régimen ya tiene garantizada la victoria para el 20 de mayo.
Promocionan la invencibilidad del régimen a pesar de que los estudios de
opinión reflejan una desaprobación del 80% de los electores. Dar por pérdida
una contienda electoral (siendo mayoría) es una táctica suicida, que solo
genera frustración y desmoralización en las masas. No hay sombra de duda que la
elección presidencial se dará con un Consejo Nacional Electoral (CNE) al servicio
del régimen, unas Fuerzas Armadas que actúan como cuerpo pretoriano del
inquilino de Miraflores, donde el chantaje y la coacción serán parte del
“acarreo electoral” del oficialismo y el uso
impúdico de los recursos del Estado será la normativa de la campaña. Hay
que recordar que en tiempos de dictadura nunca habrá condiciones electorales
equitativas, ni elecciones transparentes. Sin embargo, no por ello debemos
renunciar a la ruta electoral y proponer improvisados atajos que no responden a
una estrategia política realista y viable. Lo del posible triunfo de la
camarilla gubernamental habrá que verlo el 5/20/18, pero antes es imperativo
aprovechar el proceso electoral para organizar a esa gran mayoría descontenta y
comprometerla con el cambio que está exigiendo.
Este
es el mejor momento histórico -por su debilidad- para confrontar electoralmente
al social-fascismo-bolivariano. No hay muchas opciones para escoger en los días
por venir: o salimos a votar masivamente y abrimos los senderos para un cambio
democrático o nos abstenemos y con ello permitimos que se afiance el monstruo facho-bolivariano
dispuesto a devorarlo todo, inclusive a sí mismo. Cometen un gravísimo error quienes
niegan la ruta electoral como opción estratégica
y en su lugar proponen alucinantes y providenciales “derroteros”.
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