No hay la menor duda que la oposición abstencionista
ha renunciado a la ruta electoral mientras permanezca Maduro y su logia
cívico-militar en Miraflores. En su lugar han propuesto una intervención militar extranjera y la profundización de las
sanciones económicas en contra del régimen. Llama la atención que esa misma
oposición que ha criticado y condenado con sobradas razones, el injerencismo cubano, ruso, chino e iraní en nuestros
asuntos nacionales, sea ahora la que propicia y hasta suplica por una
intervención militar extranjera. Opción militar que implica la pérdida de la
soberanía, la integridad territorial y que actores externos, particularmente
los Estados Unidos, influyan o determinen la gobernabilidad de nuestro país. Con su equivocada estrategia
la oposición abstencionista “cubaniza” la solución de la crisis nacional al
supeditarla al dictamen y la dirección de
foráneos, en especial de los Estados Unidos.
Vale
recordar que durante los últimos 59 años la disidencia cubana ha estado enfrascada
en una desacertada y fantasiosa estrategia por derrotar el gobierno de la isla
mediante sanciones económicas y financieras, intervención militar, así como la creación
de un sistema paralelo de gobernabilidad en
el exilio (gobiernos provisionales). Para aquellos que deliran y apuestan por
el éxito de esta desatinada estrategia opositora, sería bueno recordarles que
las sanciones económicas y financieras impuestas en el año 1960 y profundizadas
años más tarde (Ley Cuban Democracy 1992; Ley Helms-Burton 1996) no han sido efectivas en provocar un cambio en el
ordenamiento político interno de Cuba. Que la invasión de los “marines” a suelo
cubano no ha ocurrido, ni ocurrirá y que el sistema paralelo de gobierno en el
exilio ha sido un total fracaso.
La negativa
a participar en el proceso eleccionario del pasado 20/5, aludiendo la falta de condiciones
electorales equilibradas -CNE parcializado, migración de votantes, coacción y
chantaje a los electores, votación asistida, entre otras- equivale a ignorar el
carácter autoritario-militarista del proyecto bolivariano. Es obvio que un régimen dictatorial nunca va a garantizar las condiciones
electorales que son propias de los gobiernos democráticos. Además, desde
el ascenso al poder del proyecto facho-bolivariano (1998) todas las elecciones han
sido viciadas, sin condiciones ideales, dado el control férreo que han ejercido
los inquilinos de Miraflores sobre el poder electoral. Es oportuno recordar para
los “desmemoriados” que la oposición participó en las regionales del año 2017 y
en las parlamentarias del 2015 bajo condiciones electorales muy similares a las
de las presidenciales del 5/20. Igualmente es válido tener presente que la
arrolladora victoria parlamentaria del 2015 se logró pese a las perversidades
impuestas por el CNE, el Plan República, y el control social impuesto por el régimen.
Lamentablemente, la terquedad de los abstencionistas no les ha permitido
entender que el descalificar el voto como instrumento de lucha solo ha beneficiado
y beneficiará al proyecto facho-bolivariano en sus pretensiones continuistas en
el poder. El abstencionismo ha destruido la confianza y el valor del voto
ciudadano y con ello ha demolido la posibilidad de edificar una contra
hegemonía electoral capaz de derrotar al facho-madurismo. Además, han “cubanizado” la crisis, al
supeditar su solución a los intereses de la impopular trilogía Trump, Pence y
Pompeo. Insisten en recorrer caminos que ya demostraron su inefectividad en
producir cambios en el ordenamiento interno en otros países en el pasado.
A semejanza de la experiencia cubana -paralelismo
institucional- el abstencionismo ha propiciado la creación de un Tribunal Supremo de Justicia en el exilio cuya
orfandad jurídica e institucional es preocupante. Recordemos que la Asamblea
Nacional no eligió a un TSJ en el exilio, solo eligió a 13 Magistrados y sus suplentes,
quienes fueron forzados a abandonar el país dada la brutal represión policial
en su contra. Este TSJ en el exilio ha dictado sentencias cuyo acatamiento institucional
representa una de las tantas quimeras que repiten a diario los abstencionistas
y que solo han generado falsas expectativas y una mayor confusión. Igualmente
ha sucedido con el caso de la Fiscal General de la República en el exilio que,
a pesar de su aceptación por parte de muchas personalidades, incluyendo ex-Presidentes
de la región no goza del reconocimiento institucional de ningún gobierno, ni de
organismos internacionales. Las acciones y dictámenes del TSJ y de la Fiscal
General son puramente simbólicas. Siguiendo el ya frustrado libreto cubano ya
muchos voceros del abstencionismo están solicitando la constitución de un CNE en
el exilio que “anule las elecciones”
del pasado 5/20 y de un gobierno provisional en el exilio que “invite a los marines” a desembarcar en
nuestras costas. Mayor similitud con la desatinada y fracasada disidencia
política cubana radicada en Miami es imposible.
La
estrategia suicida del abstencionismo se resume en renunciar a la construcción
de una referencia contra-hegemónica electoral, pedir más sanciones contra el régimen,
y suplicar una intervención extranjera. Todos estos dislates políticos han
conducido a la entrega -sin resistencia- de espacios previamente conquistados
como gobernaciones, alcaldías, y consejos regionales y el haber desaprovechado
la oportunidad histórica de conquistar la Presidencia de la República. Penosamente
han copiado el libreto de la oposición cubana miamera.
La cúpula opositora pretende imponernos una equivocada salida que solo favorece al
proyecto de dominación facho-bolivariano. Mientras se insista en una ruta con impronta cubana que
lleva 59 años de fracasos, la derrota del facho-madurismo luce incierta y
fantasiosa.
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