El liderazgo opositor sigue transitando por una
ruta autodestructiva y de improvisación continua. Los sectores más
obscurantistas de la disidencia política han terminado por imponer su agenda de
cubanizar la crisis política venezolana y supeditar su posible solución a los
intereses de la Casa Blanca. Lastimosamente, los paladines de la oposición
venezolana se han transformado en caja de resonancia de los halcones de Bolton,
Pompeo, y Abraham, entre otros voceros de la administración de Trump. Son ellos
los que han alimentado el espejismo de la intervención extranjera —referida eufemísticamente como una coalición internacional con propósitos humanitarios—, la ilusión del golpe militar y la quimera de que las sanciones económicas conllevarán la dimisión del iletrado de Miraflores.
Inexplicablemente
amplios sectores de la oposición venezolana han sucumbido ante los planes
reeleccionistas, contradictorios e improvisados de Mr. Trump que solo
satisfacen sus deseos de permanecer en la Casa Blanca. Extrañamente, un
presidente fanfarrón, antiinmigrante y
revanchista se ha convertido en el “redentor libertario” de muchos
venezolanos, hasta el extremo de que algunos de ellos han marchado por las calles de Caracas (5.11.19) orgullosos, enarbolando la bandera de las 50 estrellas y
suplicando por la intervención de los Marines. Trump y sus halcones han construido un imaginario confuso, simbólico y contradictorio que ha llevado a la
disidencia política venezolana a un callejón sin salida. La dirigencia
opositora ha sido renuente a apartarse del guión de la Casa Blanca al repetir
incansablemente “cese a la usurpación, gobierno de transición y elecciones
libres” y "todas las opciones están sobre la mesa".
Lamentablemente, siguen sin entender que el único camino para lograr el cese de
la usurpación es a través de la participación electoral y no por la vía
violenta. Vivimos tiempos difíciles y confusos, pero ¿Hasta cuándo siguen
manipulando a la gente con simbolismo y falsas expectativas? Vale la pena
recordar que la comunidad internacional ha hecho hincapié en que la salida debe ser electoral y que no apoyará golpes de Estado ni salidas armadas. La
dirigencia opositora está en un callejón sin salida gracias al libreto de Trump
y sus halcones del Departamento de Estado.
Lo
acontecido el pasado 30A constituyó un grave error político y demuestra, una vez más, lo equivocado que ha sido pretender resolver la crisis venezolana
mediante un alzamiento militar. Maduro sigue controlando el poder y sus milicos siguen
reprimiendo, torturando y asesinando a venezolanos. Múltiples excusas han surgido para justificar dicho
desatino, desde que sectores militares comprometidos con la asonada no se
pronunciaron hasta un supuesto acuerdo fallido entre el Departamento de
Estado y varios dirigentes cercanos al régimen de Maduro. Pero, al margen de todos esos espejismos, el problema real es que la oposición sigue apostando por una
salida militar (doméstica o internacional) en lugar de apelar al voto popular. Se
arrodillan ante la FAN, implorando una insurgencia militar, y
suplican ante la Casa Blanca por la llegada de los Marines.
Pero
lo sucedido el 30A, como parte de la Operación Libertad, es un episodio errático más de un largo camino fatídico que viene transitando la oposición venezolana desde el 20M del 2018, cuando decidió abstenerse, renunciar a la ruta electoral.
Decisión equivocada que le permitió al chaveco-madurismo hacerse de 19
gobernaciones, 308 alcaldías y de la reelección del tartufo de Miraflores. Además,
tal infausta decisión conllevó la desnaturalización del voto popular como arma de lucha política, la pérdida de espacios de lucha vitales y la
destrucción de la MUD, exitosa coalición electoral que permitió lograr la
victoria democrática del 6D y la mayoría en la Asamblea Nacional. La oposición, torpemente, ha hecho causa común con el chaveco-madurismo para convencer a la gente de que no hay forma de salir del régimen actual por otra vía que no sea la violenta (invasión extranjera, golpe militar), a pesar de los continuos fracasos en 2014 y 2017.
Se
sigue llamando a la gente a manifestar en las calles en medio de falsas fechas épicas
y simbolismos que al final no han tenido mayor transcendencia, o acciones
efectistas como la más reciente de ordenar a Carlos Vecchio reunirse con el
Almirante Craig
Faller, jefe del Comando Sur, a fines
de establecer una cooperación con el objetivo de lograr una salida al conflicto
político venezolano. ¿Cuál cooperación? El Comando Sur no es una entidad autónoma,
depende del gobierno de los Estados Unidos, donde la intervención militar en Venezuela no
es un tema prioritario, pues hay muchas
otras prelaciones en su política exterior (Irán, Corea del Norte, China,
Rusia). Además, asumiendo que hubiese una voluntad política de
intervenir militarmente, Mr. Trump no cuenta con el apoyo político necesario en
el Congreso de la Unión que avale una intervención en Venezuela; además, una aventura militar no tiene respaldo ni en la región (Grupo de Lima, OEA) ni en
la Unión Europea. La intervención
militar no es una opción para Trump, más allá de su retórica reeleccionista, y tampoco ningún gobierno aliado está dispuesto a apoyarle.
Es
obvio que el régimen perdió el apoyo popular y la oposición no ha podido
quebrar la hegemonía armada que respalda al charlatán de Miraflores. Seguir
insistiendo en una opción militar mediante un golpe, o una invasión extranjera, es una estrategia política
equivocada que no cuenta con el apoyo de la mayoría de los venezolanos y
tampoco de la comunidad internacional. Se acabó el tiempo del voluntarismo
inmediatista e irresponsable, de las fantasías, de los atajos y de los redentores. Urge un proceso de negociación con
el régimen, con la ayuda de la comunidad internacional, que permita convocar elecciones generales a fin de dar comienzo al proceso de
reinstitucionalización del país.
Lejos
de estar promoviendo insurgencias militares mediante llamados misericordiosos o
suplicando apoyo al Comando Sur es hora de
organizar y consolidar una gran fuerza electoral para la
recuperación democrática del país. Hay que rescatar el valor del voto como instrumento de lucha emancipadora.
Resulta impostergable que la dirigencia opositora deje de dar saltos al vacío y siga obedeciendo la agenda impuesta
por los EE. UU. Hay que entender de una vez por todas que, para lograr el cese de
la usurpación, necesariamente se requieren elecciones libres que permitan un gobierno
de transición. No olvidemos que ha sido el escenario electoral, el único en
el que hemos sido victoriosos una y otra vez. Basta ya de triunfalismo
basado en atajos simbólicos.

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