La errática política de la dirección opositora ha provocado que la disidencia venezolana se haya quedado sin planes de acción, sin unidad y en estado de postración cataléptica. El irracional abstencionismo propuesto ha permitido ceder importantes espacios políticos al proyecto facho-bolivariano. Así sucedió en el año 2005, cuando la equivocada política abstencionista opositora le permitió al facho-chavismo tomar el control del parlamento. Lamentablemente ello sucederá de nuevo en las próximas elecciones parlamentarias del próximo diciembre, dado el documento firmado por 27 organizaciones opositoras, muchas de existencia virtual, en el cual expresan en forma unánime su deseo de no participar en el evento comicial. Con esta insensata decisión la dirección opositora cederá el próximo 5/01/2021 -sin resistencia alguna- la Asamblea Nacional al facho-chavismo, último reducto democrático en el país. Invocar a la continuidad administrativa, como lo han sugerido algunos, no es viable, pues según los expertos la continuidad administrativa no se aplica a órganos constitucionales como lo es la Asamblea Nacional, elegida por el voto popular.
La oposición dirigida por Juan Guaidó y el G4 renuncian a la vía electoral argumentando la falta de condiciones electorales transparentes y creíbles. Destacan entre sus alegatos el nombramiento reciente por parte del Tribunal Supremo de Justicia de toda la directiva del Consejo Nacional Electoral, la inclusión de los venezolanos que están viviendo en el exterior, cese de enjuiciamientos e inhabilitación a líderes políticos, la reestructuración del Plan República, llegando algunos hasta el extremo de condicionar la participación a la renuncia de Maduro. Vale recordar que, a pesar de las condiciones electorales adversas existentes en diciembre de 2015 mucho más desfavorables que las del presente, las fuerzas opositoras de la Mesa de la Unidad Democrática obtuvieron la mayoría de la Asamblea Nacional, logrando romper la subordinación de esta institución a los intereses hegemónicos del facho-chavismo. Se demostraba una vez más que una votación masiva del pueblo anula todas las trampas y triquiñuelas propias de un régimen autoritario y felón. Sin embargo, a pesar del carácter no democrático del régimen, criterio compartido por todos los sectores disidentes del país, la oposición liderada por Guaidó, demanda paradójicamente condiciones electorales competitivas propias de una democracia verdadera. Todos sabemos que los procesos eleccionarios bajo regímenes no-democráticos nunca son libres y competitivos. Ignoran las experiencias históricas de Chile (1988), Polonia (1989), Nicaragua (1990), Perú (2000), Rusia (2019), Bolivia (2019), Turquía (2019) y más recientemente Serbia (2020) donde a pesar de sistemas electorales no competitivos, de poderes judiciales postrados a los intereses del Estado, con intimidación de electores, y adulteración de resultados, los proyectos dominantes fueron derrotados por la participación masiva de los electores opositores.
Lamentablemente, los integrantes de esta oposición “invidente” siguen sin entender que la mejor vía para debilitar al autoritarismo facho-chavista es mediante la negociación (aunque sea hostil) y las conquistas parciales del poder y no mediante fantasiosos quiebres militares (improbable) o invasiones extranjeras (descartadas). F.C Cardozo en el libro publicado por Bitar y Lowenthal sobre las transiciones desde regímenes autoritarios hasta gobernanzas democráticas (Transiciones democráticas, 2016), señala la importancia de “combinar la presión social con la ocupación de los espacios institucionales, incluso si estos son muy reducidos”. En este mismo sentido, el historiador chileno Julio Pinto afirma “Pactar con la dictadura fue una cuestión de realismo. El tiempo y la historia demostraron que no había otra alternativa”. Ocupar y acumular espacios por la vía electoral demanda perseverancia, tenacidad ante las eventuales dificultades, pero representa la ruta a seguir. Hay que aprovechar cada evento electoral como escenario para la movilización y agitación social, así como denuncia de las atrocidades de los regímenes autoritarios.
Los sistemáticos errores de la oposición extremista han dilapidado su capital político y lamentablemente consolidado en el poder a Maduro y su grupete de milicos. Las irresponsables y dolorosas salidas del 2014 y 2017, la inexplicable abstención del 2018 con encuestas hablando de un 75-80% de rechazo al iletrado de Miraflores, la desatinada autoproclamación de Guaidó como presidente imaginario, la improvisada entrada de la ayuda humanitaria (2019), el fallido golpe de Estado (2019), el desastre de la invasión de Macuto (2020) y ahora más recientemente la renuncia “formal” a la ruta electoral (2020). Ellas constituyen parte del portafolio de fracasos y desatinos de una oposición ciega que renuncia a la vía electoral a pesar del rechazo a la gestión de gobierno de Maduro y pretende transitar caminos signados por la violencia donde el régimen autoritario es más fuerte (FAN, cuerpos represivos y colectivos) y la oposición más débil pues carece de poder de fuego. Una oposición que repite sin escrúpulos el discurso injerencista y guerrerista de Pompeo y Abrams, halcones especialistas en guerra sucia y cambios sangrientos de regímenes.
Hay que rescatar el valor del voto como instrumento de lucha y agitación, aún en las condiciones más adversas, incluso en circunstancias donde la victoria no se visualice en el horizonte inmediato. No hacer nada o esperar que otros lo hagan por nosotros es la peor de todas las opciones que tenemos. No se trata de resistir para morir lentamente sino de luchar para vivir.
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