Tuesday, May 28, 2024

El nefasto bonapartismo tropical

Genéricamente, la noción de cesarismo/bonapartismo se utiliza para hacer referencia a gobiernos autoritarios, fundados en el culto a un líder al que se le atribuyen rasgos heroicos, que cuentan con el apoyo del aparato burocrático-militar y cuya legitimación se basa en una supuesta voluntad del pueblo. El término bonapartismo se deriva del concepto de cesarismo -régimen político establecido por Cayo Julio César- introducido por la pluma de Marx en su obra El 18 Brumario de Luis Bonaparte (1852). Texto en el cual Marx analizó críticamente los reinados de Napoleón Bonaparte (1769-1821) y su sobrino Napoleón III (1808-1873).

A lo largo de los siglos XX y XXI, América Latina ha sido testigo del surgimiento de una nueva oleada de regímenes bonapartistas. Aunque estos ensayos políticos emergen mayoritariamente de procesos electorales y conservan algunas formalidades propias de las democracias liberales, en la práctica desarrollan estrategias destinadas a debilitar la institucionalidad democrática y a promover liderazgos carismáticos y autoritarios. Chávez y Maduro son claros ejemplos del cesarismo-bonapartismo del que hablaba Marx. Ambos personifican la figura del mandatario todopoderoso, que se eleva sobre las contradicciones de las clases sociales y, respaldado por el aparato burocrático-militar, interviene desde el poder para mantener y preservar el proyecto hegemónico gobernante.

Por sus peculiaridades ideológicas, el bonapartismo bolivariano ha sido incapaz de modificar las estructuras económicas preexistentes del país, es decir, las relaciones de producción y la distribución de la riqueza. Al margen de la retórica efectista y pirotécnica, solo se ha limitado a impulsar planes de impronta populista que, lejos de superar la pobreza y la exclusión, han terminado profundizándolas (82% de los venezolanos son pobres y el 53% está en pobreza extrema, ONU) en el marco de un perverso control social.

El bonapartismo bolivariano, en su consolidación como proyecto autoritario, secuestró ideológicamente el término “socialismo”. Sin embargo, lejos de promover una auténtica transformación socialista-anticapitalista, como afirman tanto sus defensores como sus detractores, Venezuela sigue siendo un país con un sistema económico capitalista dependiente. Un capitalismo de Estado depredador, que lejos de superar el cuestionado rentismo petrolero, exacerbó sus rasgos más negativos de este diseño económico y fomentadó una corrupción cívico-militar que ha arruinado a la industria petrolero nacional.

Los resultados de este infausto modelo estatista-militarizado se reflejan en que la mayoría de la población sufre de inseguridad alimentaria grave, especialmente los niños, con un aumento de la desnutrición infantil. Los sistemas públicos de salud y educación están colapsados, y la libertad de expresión está cada día más limitada debido al control absoluto de los medios de comunicación. La sociedad ha sido militarizada y la violación de los derechos humanos sigue siendo una práctica sistemática. Se ha impuesto una precarización laboral de impronta neoliberal, lo cual ha resultado en la pérdida de importantes conquistas laborales ya consagradas en las Constituciones de 1947 y 1961, y en la pulverización de los salarios y pensiones en medio de una hiperinflación y dolarización anárquica de la economía. Esta deriva bonapartista tropical ha significado un retroceso en términos de democracia, de respeto de los derechos humanos y de justicia social.

La coyuntura electoral que se avecina el 28/7 no será una fiesta ciudadana; será un evento complejo enmarcado en unas elecciones no competitivas, caracterizadas por el uso de recursos del Estado en favor del inquilino de Miraflores, la modificación de circuitos electorales y la migración arbitraria de electores, todo ello bajo la mirada complaciente de un Consejo Nacional Electoral al servicio del candidato gobiernero.

Es crucial que todos acudamos a las urnas, ejerzamos nuestro derecho al voto y demostremos que la fuerza de la democracia radica en la participación consciente de cada ciudadano. No olvidemos que el voto representa la estrategia más efectiva y viable para lograr el cambio político-social que aspiramos los venezolanos.

Hay que derrotar a la barbarie bonapartista bolivariana que representa la desesperanza, la pauperización, la miseria y la represión. ¡Todos a votar!

 

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