El régimen insiste en crear una narrativa en torno a su supuesto triunfo electoral del 28/7. Pretende consolidar su mega fraude electoral apelando a la sumisión de las instituciones del Estado, a un entramado judicial perverso, a una maquinaria propagandística de estilo goebeliano y al apoyo incondicional de las bayonetas. Con esto, busca violentar la voluntad popular expresada en las urnas el pasado 28/7.
El régimen, en su falaz y fraudulenta narrativa, ignora que el CNE no ha mostrado las actas ni el desglose de la votación que validarían su triunfo, y que el Tribunal Supremo de Justicia ha asumido las funciones del CNE al pronunciarse sobre un ilegítimo recurso contencioso electoral destinado a legitimar el fraude. Asimismo, el Ministerio Público se ha convertido en un verdugo político al servicio del inquilino de Miraflores.
El madurismo, ante su aparatoso fracaso electoral del 28/7, ha recurrido al uso excesivo y desproporcionado de la fuerza, siguiendo un patrón de violencia caracterizado por detenciones arbitrarias, tortura, desapariciones forzadas y asesinatos propios del terrorismo de Estado, los cuales constituyen crímenes de lesa humanidad. Esta estrategia no solo tiene como objetivo inmediato sofocar las protestas y manifestaciones surgidas tras el fraude electoral, sino también sembrar el terror y desarticular cualquier tipo de organización o movimiento capaz de cuestionar al régimen autoritario.
El terrorismo de Estado del madurismo y sus milicos ha dejado una estela de miedo, desesperanza y muerte, que cínicamente desconocen e inculpan a la disidencia política. Desde los tiempos de Augusto Pinochet, no se habían visto redadas represivas de tal magnitud como la ocurrida en los días posteriores al 28/7. Esta razzia ha provocado más de 1,774 detenciones, incluidos 150 menores de edad (de 14 a 17 años), de los cuales 60 aún permanecen detenidos en las mazmorras del régimen; detenidos que han sido víctimas de tortura, tratos crueles y, en muchos casos, de violencia sexual. Esta represión fascista también provocó el asesinato de 26 personas, incluida la masacre de la redoma de San Jacinto (Maracay), en la que 7 personas perdieron la vida tras ser atacadas por soldados pertenecientes a la 42 Brigada de Infantería Paracaidista del Ejército acantonados en esa ciudad.
El panorama del país es alarmante. Por un lado, enfrentamos el fraude electoral, la represión y la indefensión ciudadana; por otro, la pobreza extrema, el colapso de los sistemas públicos de salud, educación y seguridad social, junto con una inflación descontrolada y unos salarios de hambre. Las esperanzas de cambio parecen desvanecerse ante este escenario desolador.
Sin embargo, en medio de tanta oscuridad, las voces de la resistencia ciudadana y de las organizaciones sociales y políticas siguen vivas. El coraje de quienes alzan la voz, a pesar del riesgo, demuestra que el deseo de libertad no puede ser sofocado por la pestilente bota militar. Cada acto de denuncia, cada marcha en las calles y cada palabra escrita en contra del régimen es una chispa de esperanza que mantiene encendida la llama de un futuro mejor. La historia ha mostrado que los regímenes opresivos, por más que se empeñen en controlar y reprimir, no son eternos. La voluntad de un pueblo determinado a recuperar su libertad es una fuerza que, tarde o temprano, termina por triunfar.
La luz libertaria sigue presente.
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