El tan esperado diálogo entre la oposición y el régimen
de Nicolás Maduro finalmente
se dio gracias a la mediación de un grupo de cancilleres de Unasur. Es evidente
que el diálogo entre las partes en conflicto siempre es factible, aún en
situaciones por demás complejas y difíciles. Un buen ejemplo de ello fue la
conferencia de Paris (1973) cuando se logró la firma de los acuerdos de Paz
entre las partes involucradas en el conflicto armado que devastaba al Vietnam.
Sin embargo, lo que presenciamos en este primer
encuentro, más que un
diálogo fue un monologo donde las partes expresaron sus puntos de vista a
manera de catarsis. Por un lado los miembros de la jauría oficialista
defendiendo su fracasada y represiva gestión de gobierno y por otro lado una
delegación de la MUD señalando las deficiencias y errores del régimen. Lamentablemente
dicho encuentro no contó con la presencia del movimiento estudiantil, los familiares de la víctimas de la represión y los miembros del Foro Penal que
obviamente tenían mucho que denunciar.
Vale acotar que los representantes de la MUD habían
exigido un mínimo de condiciones para sentarse a dialogar con el régimen, entre las cuales se
señalaban: la transmisión en directo en cadena
nacional del primer encuentro de diálogo, la presencia de un tercer país
neutral, la promulgación de una ley de amnistía, el desarme de los grupos
armados y la independencia real de la comisión de la verdad. Aparentemente los
representantes de la MUD acudieron a la cita de Miraflores sin que se
cumplieran en su totalidad las exigencias
previamente formuladas.
Todo proceso
de diálogo para que sea fructífero debe conducir a una serie de acuerdos o
pactos. Sin embargo los representantes de la jauría bolivariana insisten que no los habrá
pues “no traicionarán a la revolución”. Se limitan a mantener la discusión en el
plano político, exigiendo la legitimación del ungido de Miraflores como
presidente y justificando la represión por parte de la GN, al igual que la
conducta ejemplar de sus paralumpen (entiéndase grupos armados del oficialismo).
El único resultado tangible del llamado diálogo del
jueves pasado fue que se quebró la hegemonía comunicacional del régimen. Se
rompió con el cerco de la censura oficial lo que le permitió a los delegados de
la MUD denunciar -en cadena nacional- las sistemáticas violaciones de la Carta
Magna por parte del régimen, así como criticar la inseguridad, la represión, la
inflación, la escasez, el desempleo y la corrupción males que se han
profundizado en los últimos meses.
Hasta la fecha no ha habido ninguna oferta que pueda
generar expectativas en la oposición, sus esfuerzos se han estrellado ante la
intransigencia de la pestilente bota militar que gobierna a la nación. Las buenas
intenciones y los deseos de paz no son suficientes para lograr un proceso de
negociación exitoso. Si el oficialismo sigue insistiendo en su agenda militarista,
falaz y represiva ¿cuál es el sentido de sentarse a dialogar?
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