Sunday, April 13, 2014

Paralumpen bolivarianos


La violencia política de la cual hoy somos victimas no es un hecho accidental. Esta se ha venido incubando en el seno de la sociedad desde los gobiernos anteriores, basta recordar el asesinato de dirigentes políticos como el caso Lovera, o masacres como la del Amparo, la de Yumare, la de Cantaura, el Caracazo, etc. Sin embargo, esta violencia política ha sido exacerbada desde la llegada del socialfascismo bolivariano al poder, gracias a un discurso estigmatizador y maniqueista con que han alimentado el odio social y el rechazo a la disidencia. Ello ha dividido perversamente a los venezolanos en blancos y negros, en patriotas y apátridas, en santos y satánicos, en buenos y malos. Es la cultura del odio, de la sangre y la muerte, de la idealización de la violencia como forma de participación política. La visión cuartelaria del régimen que ha transformado al adversario político en enemigo militar al cual hay que destruir y aniquilar violentamente.

Los últimos acontecimientos han demostrado nuevas formas de represión por parte del régimen, por un lado la oficial a manos de los cuerpos policiales y la Guardia Nacional, pero por otro lado, la no-oficial a cargo de los paralumpen bolivarianos, especie de bandas de asesinos a sueldo encargadas de profundizar el control social que el régimen ejerce hacia los sectores más desposeídos y el sicariato político. Recordemos que Marx (El 18 de Brumario de Luis Bonaparte) consideraba al lumpen proletario como grupos de desclasados pertenecientes a la población más excluida y atrasada cultural y políticamente víctimas fáciles de proyectos perversos. Es evidente que el fachochavismo se ha aprovechado de su vulnerabilidad social y de allí ha nutrido a sus grupos paramilitares. Grupos que operan con métodos propios de las bandas gánsteriles: palizas, robos y asesinatos a fin de intimidar y aterrorizar a la población. Constituyen la punta de lanza de la represión que adelanta la dupla Maduro-Diosdado.

Las lamentables muertes ocurridas durante las protestas estudiantiles son producto del terrorismo de Estado que el régimen ha ejecutado a través de los cuerpos represivos y sus paralumpen bolivarianos. Basta con recordar que muchos venezolanos han caído asesinados en acciones terroristas ejecutadas por los paramilitares oficialistas. Sicarios que en algunos casos han sido elevados a la categoría de “héroes de la robolución” como sucedió con los pistoleros de puente Llaguno por parte del fallecido tte coronel, o felicitados por una conducta ejemplar como lo hizo el abyecto de Arreaza.

La coordinación operativa entre la Guardia Nacional y los paralumpen bolivarianos no es accidental, se corresponde a los lineamientos estrátegicos de la doctrina de Seguridad Nacional Bolivariana y del Plan Integral de Defensa Nacional, ambos orientados a reprimir y aniquilar el decontento popular. La identificación entre ambos monstruos represivos responde al guión autoritario elaborada por los bonzos de la logia militar que “desgobierna” al país.

La institucionalización del terrorismo de Estado en nuestro país, no es más que el establecimiento definitivo de un Estado fascista. Los líderes del totalitarismo bolivariano mienten, deforman, calumnian, simulan y reprimen con absoluta ausencia de escrúpulos. Pretenden imponer mediante el uso de un lenguaje violento y las maquinarias represivas tanto armadas como jurídicas y carcelarias el proyecto socialfascista bolivariano.



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