Sunday, May 11, 2014

El movimiento estudiantil y su laberinto



El país vive una de sus peores crisis de los últimos años. Un grupete de militares reaccionarios en combinación con una sarta de tránsfugas ideológicos de una izquierda hipotecada han asaltado el poder a fin de imponer su nefasto proyecto cuartelario y explotador.

Luego de 15 años de mentiras, manipulaciones y represión el movimiento estudiantil y algunos otros sectores de la población inconformes con la política del régimen han salido a protestar. Ya son casi 3 meses de protestas callejeras, con altos y bajos, pero aún presentes en las principales ciudades del país. La lucha del movimiento estudiantil ha captado las simpatías de diversos sectores de la sociedad e incluso de factores del oficialismo y ha logrado una gran proyección internacional. La brutal represión por parte  de la Guardia Nacional, y los cuerpos de seguridad del Estado y la actuación de los llamados paralumpen bolivarianos ha provocado igualmente el rechazo y la condena tanto en Venezuela como en el plano internacional. En estos 3 meses de protesta social el régimen del ungido de Miraflores ha mostrado sin el menor disimulo su faceta represiva y asesina.

La lucha del movimiento estudiantil se ha dado en el marco de la espontaneidad, la dispersión, la carencia de una estrategia política viable, así como de una falta de liderazgo. Esta protesta además de rechazar la represión, la tortura, exigir la libertad de los estudiantes presos y el castigo para los asesinos tiene que vincularse con los problemas fundamentales de los sectores populares: la escasez, el desempleo, el alto costo de la vida, la precariedad laboral y la inseguridad, entre otros. No basta con manifestar solidaridad hacia los sectores populares y los trabajadores cuando estos no se sienten motivados a participar o representados en la lucha. Para poder avanzar es necesario tomar en cuenta las contradicciones sociales, llegar a las zonas populares y a los trabajadores; en especial a los trabajadores, quienes han sido sistemáticamente atacados y reprimidos por el régimen cada vez que han salido a luchar por sus reivindicaciones socio-económicas. Son acciones políticas que parecen elementales, pero que inexplicablemente no son comprendidas por algunos sectores de la oposición, quienes se empeñan en limitar su accionar político a medidas vanguardistas o simplemente desarrollar políticas meramente electorales.

Además, la necesaria coordinación entre la lucha ideológica, económica, social y política en los diversos sectores de la vida nacional ha brillado por su ausencia en un momento donde la convulsión social es cada vez mayor, y donde la espontaneidad social sin andamiaje político alguno, se ha transmutado en un heroico “espontaneísmo”. Desgraciadamente este esfuerzo de entrega, abnegación y heroicidad no necesariamente es sinónimo de éxito político.

Igualmente, existe un reduccionismo preocupante en cuanto a la importancia de las diversas formas de lucha. Hay sectores que piensan que cualquier otra forma de lucha más allá de las barricadas, es una pérdida de tiempo. Subestiman despectivamente a las movilizaciones de masas, o cualquier otro tipo de protesta distintas al cerrar una calle o avenida. Reducen al país al entorno cercano donde habitan o donde concurren a protestar.

Todo esto aunado a un inmediatismo irresponsable de sectores de la vida nacional que plantean salidas mágicas y cortoplacistas a la crisis del país. En ese afán de ganarse las simpatías de los venezolanos desesperanzados y molestos por la situación actual, estos grupos políticos han entrado en la tónica de la oferta fácil, de la salida a la vuelta de la esquina, generando grandes expectativas que lamentablemente más temprano que tarde terminarán en grandes frustraciones.

No hay que olvidar que la acción de las masas, tienen una temporalidad propia que no necesariamente se corresponde con los deseos de quienes pretenden ser sus líderes. Este “militarismo cuartelero bolivariano” el cual convierte al ciudadano disidente en enemigo, al cual hay que aplastar y eliminar no puede ser enfrentado con políticas cortoplacistas e improvisadas, con proyectos que plasmen solamente la voluntad de cambio de quienes las ejecutan. Se impone un proyecto nacional que incluya a todas las fuerzas sociales que de una u otra manera han mostrado su descontento ante la grave crisis que destruye al país.

Recordemos que el inmediatismo político o el electoralismo vacío siempre han estado asociados a los grandes fracasos en la lucha de los pueblos por librarse de regímenes autoritarios y represores.


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