El país vive una de sus peores crisis de los últimos años. Un grupete de militares reaccionarios en combinación con una sarta de tránsfugas ideológicos de una izquierda hipotecada han asaltado el poder a fin de imponer su nefasto proyecto cuartelario y explotador.
Luego de 15 años de mentiras, manipulaciones y
represión el movimiento estudiantil y algunos otros sectores de la población
inconformes con la política del régimen han salido a protestar. Ya son casi 3
meses de protestas callejeras, con altos y bajos, pero aún presentes en las
principales ciudades del país. La lucha del movimiento estudiantil ha captado
las simpatías de diversos sectores de la sociedad e incluso de factores del
oficialismo y ha logrado una gran proyección internacional. La brutal represión
por parte de la Guardia Nacional, y los cuerpos de seguridad del Estado y
la actuación de los llamados paralumpen bolivarianos ha provocado igualmente el
rechazo y la condena tanto en Venezuela como en el plano internacional. En
estos 3 meses de protesta social el régimen del ungido de Miraflores ha
mostrado sin el menor disimulo su faceta represiva y asesina.
La lucha del movimiento estudiantil se ha dado
en el marco de la espontaneidad, la dispersión, la carencia de una estrategia
política viable, así como de una falta de liderazgo. Esta protesta además de
rechazar la represión, la tortura, exigir la libertad de los estudiantes presos
y el castigo para los asesinos tiene que vincularse con los problemas fundamentales
de los sectores populares: la escasez, el desempleo, el alto costo de la vida,
la precariedad laboral y la inseguridad, entre otros. No basta con manifestar
solidaridad hacia los sectores populares y los trabajadores cuando estos no se
sienten motivados a participar o representados en la lucha. Para poder avanzar
es necesario tomar en cuenta las contradicciones sociales, llegar a las zonas
populares y a los trabajadores; en especial a los trabajadores, quienes han
sido sistemáticamente atacados y reprimidos por el régimen cada vez que han
salido a luchar por sus reivindicaciones socio-económicas. Son acciones
políticas que parecen elementales, pero que inexplicablemente no son
comprendidas por algunos sectores de la oposición, quienes se empeñan en
limitar su accionar político a medidas vanguardistas o simplemente desarrollar
políticas meramente electorales.
Además, la necesaria coordinación entre la
lucha ideológica, económica, social y política en los diversos sectores de la
vida nacional ha brillado por su ausencia en un momento donde la convulsión
social es cada vez mayor, y donde la espontaneidad social sin andamiaje político
alguno, se ha transmutado en un heroico “espontaneísmo”. Desgraciadamente este
esfuerzo de entrega, abnegación y heroicidad no necesariamente es sinónimo de
éxito político.
Igualmente, existe un reduccionismo
preocupante en cuanto a la importancia de las diversas formas de lucha. Hay
sectores que piensan que cualquier otra forma de lucha más allá de las
barricadas, es una pérdida de tiempo. Subestiman despectivamente a las
movilizaciones de masas, o cualquier otro tipo de protesta distintas al cerrar una
calle o avenida. Reducen al país al entorno cercano donde habitan o donde
concurren a protestar.
Todo esto aunado a un inmediatismo irresponsable
de sectores de la vida nacional que plantean salidas mágicas y cortoplacistas a
la crisis del país. En ese afán de ganarse las simpatías de los venezolanos
desesperanzados y molestos por la situación actual, estos grupos políticos han
entrado en la tónica de la oferta fácil, de la salida a la vuelta de la
esquina, generando grandes expectativas que lamentablemente más temprano que
tarde terminarán en grandes frustraciones.
No hay que olvidar que la acción de las masas,
tienen una temporalidad propia que no necesariamente se corresponde con los
deseos de quienes pretenden ser sus líderes. Este “militarismo cuartelero
bolivariano” el cual convierte al ciudadano disidente en enemigo, al cual hay
que aplastar y eliminar no puede ser enfrentado con políticas cortoplacistas e
improvisadas, con proyectos que plasmen solamente la voluntad de cambio de
quienes las ejecutan. Se impone un proyecto nacional que incluya a todas las
fuerzas sociales que de una u otra manera han mostrado su descontento ante la
grave crisis que destruye al país.
Recordemos que el inmediatismo político o el
electoralismo vacío siempre han estado asociados a los grandes fracasos en la
lucha de los pueblos por librarse de regímenes autoritarios y represores.
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