El proyecto socialfascista bolivariano se basa
en la represión, el miedo, el terror. Fomenta el odio de clases, a fin de
consolidar sus huestes. Su ADN totalitario le impide dialogar, aceptar la
disidencia, convivir con su adversario político, solo busca su destrucción y
aniquilamiento.
Con preocupación observamos como alguno
sectores de la oposición representados por la MUD aceptaron ir a una supuesta
mesa de diálogo, sin haberse cumplido con las exigencias previamente
establecidas y en condiciones sumamente desventajosas en términos políticos.
Diálogo que surgió no producto del talante democrático del régimen sino como
consecuencia de su desprestigio internacional por las sistemáticas violaciones
de los derechos humanos, de la presión interna generada por la protesta popular
y del apremio de factores internacionales.
El régimen convocó al diálogo para darse un “baño
de democracia” a fin de apaciguar las criticas internas-externas, así como oxigenarse
ante su asfixia política. Oxigenación que no esta orientada a la búsqueda de soluciones
a los graves problemas del país o aprobar medidas destinadas a disminuir las
tensiones políticas existentes, como por ejemplo una Ley general de amnistía,
sino para propiciar mediante una campaña perversa la división en las filas
opositoras, apaciguar las criticas internacionales, resolver sus problemas
internos, así como reorganizar su maquinaria infernal de miedo, muerte y dolor a
fin de aplastar a la protesta popular. Por el otro lado la MUD concurre al
diálogo en un intento por asumir una responsabilidad y representatividad
política sobre un conflicto que naturalmente no tienen y mucho menos representan.
Recordemos, que las protestas de calle no surgieron o fueron motorizadas por la
MUD, sino por los estudiantes y si bien estas han tenido un ingrediente político-social,
en su mayoría han sido espontáneas, sin dirección real. Además, la MUD como espacio
representativo político solo ha sido un operador de la agenda electoral de la oposición, no un frente político
comprometido en luchas reivindicativas, sindicales o estudiantiles.
Es muy cierto que el diálogo, como figura
preponderante en la resolución de conflictos, es una opción por demás valida.
Así ha ocurrido durante los diversos enfrentamientos armados e incluso en guerras.
Sin embargo todo diálogo implica primeramente el reconocimiento del contrario y
en segundo lugar la voluntad de las partes en alcanzar acuerdos, por pequeños
que estos sean. Sin embargo, lo que hemos visto los venezolanos ha sido una
opera bufa en el Palacio de Misia Jacinta interpretada por un régimen fascista,
que por su génesis tropera-represiva, no esta dispuesto a negociar lo más
mínimo –nunca fue su objetivo- y una MUD que carece de representatividad en un
escenario controlado por el régimen a su conveniencia y antojo. Así que el tan
publicitado diálogo se ha dado entre un régimen no dispuesto a negociar, pero
si desesperado por la búsqueda de su oxigenación democrática y un interlocutor
no calificado, ni representativo de quienes han salido a las calles a
protestar.
Los socialfascistas no dialogan, solo
hostigan, reprimen y asesinan. El régimen lo que persigue es ganar tiempo para
resolver sus contradicciones internas, seguir imponiendo el silencio
informativo mediante la censura, así como continuar aplicando su paquete
económico neoliberal traducido en aumentos en los precios de servicios públicos,
de alimentos, de medicinas, de trasporte y próximamente de la gasolina. La
violencia fachobolivariana ha dejado un legado de destrucción (universidades
saqueadas e incendiadas, residencias y vehículos vandalizados), heridos,
detenidos, torturados y muertes que desnudan nuevamente la verdadera naturaleza
del proyecto militarista que desgobierna a la nación desde 1998.
Pecan de ingenuos quienes piensan que se puede
dialogar con la bota militar despótica. Son unos incautos quienes creen que los
milicos serviles y opresores pueden ser respetuosos de los derechos humanos.
Más allá del debate televisado y de la puesta en práctica de verdaderas razias
contra los jóvenes manifestantes, incluyendo la detención de menores de edad (181
según el Foro Penal), no ha habido ningún otro hecho tangible desde que comenzó
el monólogo de Miraflores. Vienen días difíciles, de mayor represión y
violencia oficial, puesto que el régimen se quedó sin discurso y ha mermado su
apoyo popular. No nos engañemos.
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