El racismo en los Estados Unidos se remonta a
los orígenes mismos de esa nación. La Declaración de la Independencia de EEUU,
emitida el 4 de julio de 1776, comienza diciendo que son “verdades evidentes
por sí mismas” que “todos los hombres son creados iguales; que son dotados por
su Creador de ciertos derechos inalienables; que entre estos están la vida, la libertad
y la búsqueda de la felicidad”. Sin embargo, en 1857, un esclavo –llamado Dred
Scott– se le ocurrió recurrir a la Suprema Corte pidiendo su libertad,
argumentando que el texto de Declaración de la Independencia establece que
todos los hombres son “libres” e “iguales”. El tribunal sentenció que el
esclavo no podía reclamar su libertad, porque no era “una persona, sino una
propiedad”, es decir, una cosa. No olvidemos que en las colonias inglesas la
esclavitud funcionó como una institución estable, y la relación laboral entre
blancos (patronos y dueños) y negros (explotados) era parte del modelo
económico imperante. La comprensión de esta relación entre lo estructural, es
decir la relación laboral, y lo ideológico -odio y menosprecio hacia los
negros- fue crítico para entender la importancia de la esclavitud y discriminación
racial en el desarrollo histórico del país del norte.
Recordemos, igualmente que luego de la Guerra
Civil (1861-1865) los estados del sur, resentidos por su derrota, redactaron
una serie de leyes para discriminar a los negros, referidas como el período de
las “leyes de Jim Crow” (1876). Este fenómeno se llamó eufemísticamente
“reconstrucción” y representaba una abundante legislación que imponía la más
repugnante desigualdad y segregación racial (“Separated but Equal” - Separados
pero iguales). Entre otras cosas se les prohibía a los negros votar o ser
candidato a una elección, ingresar a universidades y escuelas para blancos (que
por supuesto eran las mejores), de residir en barrios “blancos”, el ingreso a
sitios públicos u obligación de hacerlo por distintas puertas, el uso de asientos
distintos a los blancos en el transporte público, etc.
A pesar de la abolición de la esclavitud por Abraham
Lincoln, y el fin de las leyes “Jim Crow”, las cuales fueron reemplazadas por
una legislación que consagraba formalmente los derechos civiles-políticos de
los negros, y de las luchas por los derechos civiles desarrolladas por Martin
Luther King (I have a dream), Malcom X (Organización de la Unidad
Afroamericana), Huey P. Newton y Bobby Seale (“Programa de los Diez
Puntos de los Black Panther”) y otros activistas de los derechos sociales, el
problema racial es un tema aún no resuelto y que sigue estando presente en una
parte importante de la sociedad norteamericana. Al margen de una mayor
aceptación y movilidad social, la población negra en general sigue siendo víctima
de episodios de racismo y discriminación, así como de exclusión social y
económica. Racismo que hoy ha dejado de ser bipolar (blanco-negro), para dar
cabida a un racismo más aberrante: blancos-negros, blancos-latinos,
blancos-asiáticos así como el incentivar en forma permanente la discordancia entre
negros y latinos.
La muerte del joven de color Michael Brown a
manos de la Policía en la ciudad de Ferguson, (Missouri) ha puesto sobre el
tapete de nuevo las tensiones raciales y las desigualdades sociales que azotan
a la población del país del norte. Brown era un joven de 18
años que el pasado 9 de agosto falleció a manos de un
policía que le disparó seis veces (la autopsia
muestra que dos de ellos fueron en la cabeza). Las razones por las
cuales el policía actuó de esa forma aún no han sido esclarecidas, pero hay
evidencias que indican el uso excesivo de la fuerza por parte del agente
policial. Las autoridades locales, estatales y federales han utilizado todo su
aparato represivo (Guardia Nacional y Policías locales) a fin de reprimir a los
manifestantes quienes piden justicia por el asesinato del joven Brown y
cuestionan los atropellos cometidos por los funcionarios militares y
policiales. El gobernador de Missouri, Jay Nixon, declaró el estado de
emergencia y ordenó un toque de queda con la presencia de la Guardia Nacional
en las calles. Las autoridades de Ferguson han justificado la desproporcionada
represión en contra de los manifestantes bajo la peregrina excusa de “restaurar
la paz y el orden en la comunidad” y de luchar en “contra de los
desestabilizadores”. Resulta paradójico escuchar como los argumentos de los
voceros del Imperio Norteamericano son idénticos a los empleados por el
gorilato bolivariano y sus acólitos neofascistas para justificar la represión
criminal llevada a cabo contra las manifestaciones de protesta estudiantil del
pasado Febrero-Marzo de este año. Pero más repugnante resulta escuchar a los
representantes del fachochavismo condenar la represión en Ferguson, cuando
apoyaron y aplaudieron la conducta criminal y asesina de la Guardia Nacional en
nuestro país. Son unos farsantes y cínicos.
Quienes protestan en Ferguson, San Luis, Nueva
York, Los Angeles o en cualquiera de las más de 100 ciudades estadounidenses donde
se están produciendo manifestaciones no sólo son negros sino que además
son pobres. En Ferguson se ha originado una verdadera protesta popular por
parte de un importante sector de la sociedad que está harto de ser explotado,
abandonado, excluido, olvidado, reprimido por el proyecto hegemónico que
gobierna desde la Casa Blanca.
Más de medio siglo después del histórico discurso
del Dr. King, los estadounidenses eligieron y reeligieron a su primer
presidente negro, Barack Obama. Ya no hay leyes segregacionistas y los carteles
de "Negros prohibidos" no son más que una pieza para los museos. Sin
embargo, 30 millones de negros que viven en Estados Unidos no sólo sufren
todavía problemas por prejuicios racistas, sino también son víctimas de una
voraz explotación capitalista y exclusión social. Una larga brecha aún separa
las palabras finales del famoso discurso del Dr. King "¡Al fin libre! ¡Al
fin libre!" y la realidad de los negros en el país del norte.
El asesinato del joven Brown, así como de otros
más destruye el mito post-moderno de la sociedad “color-blind” (ciega a los colores)
o “post-racial society”. El racismo en
EEUU no es sólo un sentimiento “subjetivo”, o puramente “psicológico”, como
afirman los plumíferos del sistema americano, sino una relación estructural que
ha sido esencial en su formación económico-social a lo largo de su historia.
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