La historia del subdesarrollo latinoamericano ha
estado signada por movimientos pendulares entre propuestas económicas
neoliberales y las ofertas populistas, las cuales todas han terminado en
grandes fracasos y profundas frustraciones para las grandes mayorías populares.
El populismo, más que un período histórico de la humanidad, es un movimiento
social que puede renacer, en la medida en que persistan o florezcan de nuevo
los factores que le permitieron su surgimiento.
Históricamente la izquierda latinoamericana había
repudiado este arquetipo por su fuerte carga autoritaria y culto a la
personalidad (mesianismo), y por constituir una modalidad encubierta del
proyecto hegemónico, que profundiza la explotación de los trabajadores en lugar
de lograr su emancipación. Sin embargo, paradójicamente esos mismos sectores
que hasta hace muy poco tiempo cuestionaban con vehemencia dicho modelo, hoy le
brindan su más resuelto apoyo, y aún más lo publicitan como un nuevo paradigma
revolucionario (Venezuela, Ecuador, Bolivia, Nicaragua, Argentina).
Este infame proyecto político fue fuertemente
cuestionado por Marx, quien lo consideraba como la expresión de una política
burguesa que excluía la lucha de clases, que conciliaba el conflicto social, y
que carecía de las bases ideológicas que lo emparentasen con un verdadero
cambio revolucionario. Por su parte Lenin, en su lucha ideológica sin cuartel a
fines del XIX contra las llamadas falsas revoluciones, acusaba al populismo de
"romanticismo económico" y de "utopía conservadora pequeño burguesa".
El socialfascismo bolivariano constituye un buen
ejemplo de ese populismo totalitario con aderezo militarista que tanto condenó
Marx. El mismo analfabetiza políticamente a las grandes mayorías, las aliena y
las compromete en posturas contrarias a sus intereses de clase, permitiendo la
consolidación de una "gobernabilidad neoburguesa" mediante un
capitalismo de Estado explotador. El socialismo del Siglo XXI, no es más que
una baratija ideológica al servicio de un modelo claramente autocrático, militarista,
explotador y clientelar, de inspiración fascista. El proyecto cuartelario
bolivariano representa la mejor carta para garantizar y salvaguardar los
intereses del gran capital transnacional para esta época de crisis y por ello
el apoyo incondicional que le brindan las compañías transnacionales para que se
perpetúen en el poder.
Lamentablemente muchas organizaciones que se definen
como socialistas y revolucionarias siguen postradas ante este perverso
populismo militarista, a pesar de haber sido atropelladas, y sometidas al
escarnio público. Habría que preguntarse: ¿Hasta cuándo esa "izquierda
pragmática" seguirá operando como el departamento de mercadeo de la “robolución”
de la dupla Maduro-Cabello? La historia tiene reservado un severo veredicto
condenatorio para todos esos mercenarios autocalificados de izquierda que
promueven este populismo impregnado con la fetidez de la bota militar.
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