La llegada al poder de la logia militar
milico-civilista ha replanteado la discusión del surgimiento de regímenes
neofascistas en el continente. Sin embargo, no son escasas las opiniones que se
niegan a admitir la prosapia fascista del proyecto que “desgobierna nuestro
país”. Parte de esta diatriba radica en la dificultad para desnudar la
naturaleza real del proyecto bolivariano que con una retórica
revolucionaria-guevarista, implementa un proyecto que se nutre del nazi-fascismo
(Giovani Gentile Alfredo Rocco, Carl Schmitt, Heinrich
Himmler) y profundiza la explotación capitalista con el apoyo decidido del
capital transnacional.
Históricamente se ha demostrado una estrecha
relación entre el capitalismo y el fascismo como expresiones del proyecto de
dominación hegemónico. Es importante señalar que el elemento genético
fundamental del fascismo es la crisis hegemónica del status quo, y no la crisis
económica del capitalismo como ha sido señalado por algunos estudiosos del
tema. La crisis hegemónica se vincula, esencialmente, al crecimiento de las
fuerzas "anti-capitalistas", de los proyectos emancipatorios que
adquieren una fuerza tal, que coyunturalmente pueden poner en jaque al Estado
capitalista-liberal.
El Estado capitalista-liberal debilitado y
agotado por la corrupción adeco-copeyana le abrió las puertas al surgimiento de
una alianza estratégica entre una logia militar proto-fascista y sectores
vinculados al capital nacional-transnacional a fin de garantizar la continuidad
del proyecto de dominación. Fue la respuesta ideal, el mecanismo de
supervivencia adecuado ante el peligro de que la crisis se profundizara y
pudiese comprometer la continuidad del proyecto de dominación. Recordemos que
el fallecido tte coronel contó con un importante apoyo financiero de grupos
económicos nacionales e internacionales durante la campaña electoral
presidencial que lo condujo al Palacio de Misia Jacinta. Lo que ocurrió en el
año 1998 fue un "asalto al poder" (en el marco electoral) de una
logia milico-fascista en respuesta a la crisis política, económica y social que
padecía el país. Obviamente, la conquista del poder por parte de la satrapía
bolivariana representó un retroceso en términos de libertades democráticas, ya
que con ella se establecía la militarización de la sociedad, una dominación
abierta y violenta de la sociedad, de represión desnuda, de rechazo al pensar
distinto al proyecto oficial, de ideologización de la educación, todo ello
sustentado en los caprichos y odios sociales de un iletrado tte coronel tropero
con ínfulas de "hombre providencial" y delirios de poseer
"poderes divinos". Al margen de representar un retroceso en cuanto a
las libertades democrático-burguesas, el analfabeta uniformado y su logia
militar proto-fascista garantizaban mediante el control militar de las
bayonetas la estabilidad económica, la gobernabilidad
política y la paz social en el país. No olvidemos que la estabilidad económica garantiza el funcionamiento
ordenado de la explotación capitalista y la paz social y es el sostén de la gobernabilidad
del sistema de dominación. La acumulación de errores del pasado, la caída
abrupta de los precios petroleros y los desaciertos del conductor del Metrobus
han resquebrajado la gobernabilidad política, roto la estabilidad económica y
puesto en picota la tan cacareada paz social del proyecto militar proto-fascista.
Ante el rotundo fracaso económico y social y
la inminente factibilidad de perder el poder, la nomenclatura proto-fascista bolivariana
en combinación con una izquierda tarifada han apelado al viejo libreto de los
enemigos internos y externos a quienes responsabilizan de todos los males y
penurias que sufren los venezolanos. Un gran enemigo externo representado por
el imperio del norte - principal aliado y sostén económico de la “robolución”-,
el cual se sataniza públicamente y con quien no se puede dialogar, ni negociar,
pero si se puede conversar en privado, tras bambalinas. Prueba de ello es que
el régimen de Maduro ha invitado a Mr. Thomas Shannon Consejero del
Departamento de Estado del gobierno de EEUU en dos ocasiones en menos de dos
meses para continuar las conversaciones bilaterales con el representante de la
Casa Blanca. Son unos grandes farsantes.
Además, fantasean sobre la existencia de un enemigo
interno (disidencia política) a la cual califican de apátrida, de violentos y
desadaptados sociales para justificar la represión y deslegitimar y condenar socialmente las luchas que libran pues atentan
contra la gobernabilidad y la paz social del país; por ello merecen ser reprimidos,
encarcelados, exterminados o convertidos en polvo cósmico como lo sugería en
vida el farsante eterno de Sabaneta. Enemigos que son los “responsables de
todos los problemas” que afectan al ciudadano común, desde la escasez de
alimentos y medicinas hasta de la crisis eléctrica que ha obligado al régimen a
reducir el horario laborable en los establecimientos comerciales y dependencias
del Estado. Aplican magistralmente el principio Goebbeliano de la transposición de responsabilidad: Cargar sobre
el adversario los propios errores o defectos. La
mitificación y demonización de los enemigos externos-internos- ha sido siempre
y sigue siendo una de las más claras señas de identidad del nazi-fascismo.
El socialfascismo bolivariano es un confuso
batiburrillo ideológico, inviable que políticamente persigue la vigorización
extrema de un Estado autoritario y militarizado. Esta fundamentada en la
sustitución de la voluntad popular por las expresiones tumultuarias orquestadas
por el mismo régimen con el apoyo (abierto o solapado) de la Fuerza Armada
Nacional, la cual se ha convertido en una especie de guardia pretoriana al
servicio de la cúpula que dirige la logia milico-civilista. Todo ello blindado
por un férreo entramado jurídico que criminaliza a toda disidencia
política y que económicamente impulsa un capitalismo de Estado salvaje,
disfrazado de socialismo que depreda las conquistas de los trabajadores.
Estamos ante la presencia de un neofascismo dogmático
y reaccionario que se oculta detrás de la divisa bolivariana que aspira mediante
un brutal control militar-corporativo intervenir no sólo en las funciones del
Estado, sino en la totalidad de los aspectos de la vida del individuo. Una
falaz revolución que le tiene miedo a la diversidad, que destruye hombres y
aniquila principios.
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