Unas de las tantas
mentiras de esta farsa social llamada revolución bolivariana ha sido el afirmar
haber reducido sustancialmente la pobreza mediante un reparto mas justo de la
renta petrolera. Para el momento de la llegada al poder del ya fallecido tte
coronel la pobreza afectaba el 45% de los hogares del país según datos
estadísticos del Instituto Nacional de Estadística (1998).
Paradójicamente, 16
años después de haber publicitado hasta el cansancio la frase “hemos derrotado
la pobreza”, las cifras indican que un 48,4% de los hogares viven por debajo de
la línea de la pobreza según los estudios realizados conjuntamente por las
Universidades Central de Venezuela, Católica Andrés Bello y la Simón Bolívar.
Es decir 1,7 millones de hogares se encuentran en pobreza extrema y 1,8
millones de hogares en pobreza no extrema.
La recesión
económica de los dos últimos años, la inflación, la corrupción, la escasez de
los productos básicos y la caída de los precios del petróleo han acabado
con los discursos fantasiosos del oficialismo sobre la derrota de la
pobreza. Los mismos se han disipado como otras de las tantas mentiras
propaladas por el régimen a través de su maquinaria Goebbeliana de propaganda.
Tal retroceso en
las condiciones de vida del venezolano reflejan varias aspectos, primeramente
lo falaz que ha sido la propaganda oficial sobre los logros de la revolución en
cuanto a la derrota de la pobreza y la miseria; segundo el gran fracaso que han
constituido las misiones, programas banderas que el régimen ha publicitado como
instrumento efectivo para la erradicación de la pobreza y la marginalidad.
Las misiones
sociales no han sido, ni lo serán un instrumento eficaz para romper el ciclo
vicioso de la pobreza estructural. Constituyen dadivas no sustentables,
provenientes de la renta petrolera, que lejos de erradicar la pobreza, como lo
cacarean los plumíferos del régimen, la han acentuado. En su gran mayoría las
misiones han surgido como planes improvisados coyunturales que responden a
necesidades políticas de la nomenclatura bolivariana.
Tercero, el
extraordinario ingreso producto del boom petrolero, más el grosero
endeudamiento del país no han servido para mejorar la calidad de vida de la
población, en especial la de los sectores más desposeídos
económicamente. Sin embargo, las misiones han servido como un instrumento
eficiente para el control social y político de los venezolanos. Ello explica el
éxito electoral del proyecto bolivariano, a pesar del desastre de su
“desgobierno” en estos últimos 16 años.
Un buen ejemplo del
desastre de las misiones lo constituye la misión Barrio Adentro. Programa que
no fue diseñado para atender las necesidades médico asistenciales en los
Estados más deprimidos y con mayores carencias asistenciales, sino como
elemento de propaganda política con ribetes asistenciales en las zonas que
electoralmente más le convenía al régimen (Miranda, Aragua, Carabobo, Zulia,
Lara, Táchira) para el momento de su creación (referéndum revocatorio
2004).
Ante el inminente
fracaso de las políticas socio-económicas el régimen del ungido de Miraflores y
sus acólitos han propuesto un nuevo e improvisado plan tan falaz y demagógico
como los anteriores para superar supuestamente la pobreza extrema: Bases
de Misiones. Las mismas no constituyen nada nuevo, simplemente ha sido un
cambio de nombre de las viejas misiones para despertar nuevas ilusiones y esperanzas
en los sectores más deprimidos de la sociedad.
Pero mientras
inventan nuevos engaños y manipulaciones, el régimen continua aplicando un
programa de ajuste fondo-monetarista que se ha traducido en nuevos
endeudamientos leoninos con la banca internacional y el satanizado Banco
Interamericano de Desarrollo, el alza de los precios de bienes y servicios,
devaluación de la moneda, flexibilización laboral, congelación de la discusión
de los contratos colectivos, y un posible aumento del precio de la gasolina.
Todos estos ajustes
generan una mayor inflación lo cual restará poder adquisitivo a los ya
maltrechos salarios, y generará mayores índices de desempleo, de hambre y de
miseria.
A pesar de los
malabarismos ideológicos, queda claro que la “revolución” y su “socialismo
bolivariano” no son más que imposturas, engaños, pretextos para justificar la
imposición de un Capitalismo de Estado salvaje, la concentración del poder, la
militarización del país y la sumisión del individuo a un proyecto personalista de
bases fascistas.
Hoy la logia
milico-civilista, le pide al pueblo, parafraseando a Adolf Hitler en sus días
finales, “fe y confianza en su liderazgo”, después de haber arruinado,
hipotecado y desfalcado al país.
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