El agotamiento del bipartidismo y la crisis
económica a finales de la década de los noventa desencadenaron ciclos de
ascenso de las luchas sociales de resistencia contra las políticas neoliberales
implementadas por los gobiernos adeco-copeyanos. Navegando sobre la cresta de
la ola del descontento popular e impulsando una falaz campaña electoral la
logia milico-civilista se hizo del poder por la vía electoral (1998) tras dos
fracasadas y sangrientas intentonas militares. No fueron insurrecciones
populares como el oficialismo se ha empeñado en afirmar, distorsionando la
historia de los golpes militares del año 1992.
Lejos de cumplir con las promesas electorales,
el fallecido tte coronel y su logia socialfascista bolivariana le dieron
continuidad al proyecto de dominación neoliberal, pero con un toque populista-corporativo.
Contrariamente a la impugnación de las relaciones sociales capital-trabajo, las
mismas han sido profundizadas a través de un capitalismo de Estado opresor y
militarizado. Iniciadas por el difunto comandante galáctico y continuadas por el
monárquico Maduro han impulsado una agenda política-económica de impronta
netamente neoliberal, aunque ellos se empeñen en llamarla socialismo
bolivariano. Agenda que entre otras cosas ha contemplado: i) congelación de
sueldos y salarios e institucionalización de trabajos precarios, ii) endeudamiento
externo irresponsable, iii) devaluación de la moneda, iv) destrucción del
aparato productivo nacional e implementación de una economía de puertos, v)
pago de una deuda ilegítimamente contraída, vi) desnacionalización de PDVSA, y
vii) entrega de las riquezas energéticas al capital transnacional que han
llevado al Estado venezolano a perder el 40% de su soberanía gaso-petrolera. Políticas
antinacionales que han recibido el apoyo incondicional del grupete de corruptos
y aplaudidores de oficio de la bancada oficialista de la Asamblea Nacional.
Lamentablemente las luchas sociales libradas
durante los gobiernos adecos-copeyanos no trascendieron más allá de las protestas
callejeras protagonizadas por estudiantes y trabajadores. Fueron incapaces de generar
nuevos horizontes emancipatorios que permitieran canalizar exitosamente el
descontento y desengaño popular. Desafortunadamente, ese profundo malestar
social fue cautivado por el fosilizado y contradictorio discurso ideológico del
ya fallecido iletrado de Sabaneta, quien hábilmente lo supo canalizar en
beneficio de su proyecto cuartelario. Mediante el uso de un falaz discurso
progresista, incluyente y hasta revolucionario logró construir una nueva
mayoría y así alcanzar éxitos electorales. Pero además, le permitió imponer una
receta profundamente reaccionaria y retrograda en cuanto a la concepción de la
riqueza y del consumo, del desarrollo de la cultura, la ciencia, la educación,
y la salud, así como en el concepto del poder y de la democracia. Como dijo en
una oportunidad el viejo Marx “las masas insurgentes volvieron a retroceder
ante la vaga enormidad de sus propios fines”.
Al margen del aparataje propagandístico Goebbeliano
que vende al socialfascismo bolivariano como una referencia contrahegemónica mundial,
en su esencia representa un proyecto profundamente reaccionario que ha
agudizado la desigual repartición de la riqueza y ha empeorado la distribución
del poder político, estableciendo las condiciones para su permanencia en el
poder. Es un proyecto que se basa en una autocracia primitiva, sumida en un
caos conceptual, caracterizada por el abuso de poder, la violación de los
derechos humanos, y una corrupción desenfadada. Su fuerza no reside en ninguna
innovación estructural progresista de la sociedad, sino en haber logrado
transformar a una parte importante de la sociedad venezolana en verdaderos
mendigos de las dadivas (misiones) que una logia milico-civilista administra en
forma inescrupulosa desde el poder a fin de perpetuarse en el Palacio de Misia
Jacinta.
No olvidemos que la enunciación de una o de
muchas consignas no son suficientes para determinar el carácter político de un
proceso en curso, salvo que abracemos alguna forma de pensamiento mítico-mágico.
La puesta en marcha de un proceso de transición hacia el socialismo involucra necesariamente
un proceso que impugne al Estado capitalista como modo irracional de
organización de la sociedad, lo cual no ha sucedido, ni sucederá mientras estos
fósiles vivientes sigan ejerciendo el poder. Además, la historia del siglo
pasado registra ya demasiadas barbaridades y atrocidades cometidas en nombre
del socialismo.
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