Saturday, June 13, 2015

La humillación y el miedo como política





La oscuridad histórica y orfandad intelectual del ungido Maduro no puede ser mayor. La estructura discursiva del usurpador de Miraflores se reduce al odio, la humillación, la amenaza y el terror. Sus alocuciones se circunscriben a repetir eslóganes, y grotescas mentiras, pero sobre todo un lenguaje de rencor, resentimiento social y amenazas constantes. Algo que es muy propio de los regímenes totalitarios con impronta fascista, quienes recurren a un lenguaje envilecido y descalificador debido a su ilegitimidad y profundo desprecio por el contrario.

Maduro sustenta su discurso en el aborrecimiento y en la deshumanización de la disidencia política. Con ello busca primeramente abonar el terreno para legitimar las acciones violentas en su contra. Han sido muchas las veces que el iletrado de Maduro ha empleado términos como “basura”, “parásitos”, “escoria”, “podredumbre”, etc., para referirse a personajes que no respaldan su proyecto socialfascista. Segundo, Maduro con esa maniquea retórica pretende convertir a sus violentos esbirros en protectores y salvadores de la Patria.

Cuando el engaño ya no es suficiente y la obediencia no funciona, el poder totalitario recurre a la descontextualización del lenguaje, a las humillaciones y al terror. Prueba de lo primero fue la distorsión del concepto de preso político en el marco del neolenguaje bolifascista.  Recordemos que fue el fallecido comandante galáctico quién afirmó despectivamente que bajo su régimen no había presos políticos, sino políticos presos. Gracias a este neolenguaje confuso y enajenante las palabras han sufrido un proceso de destrucción y de pérdida de su significado real; el léxico y la sintaxis se han reducido a niveles elementales y el significado de muchas palabras se ha invertido: lo malo es bueno, lo triste es alegre, el odio es amor, la guerra es paz, la esclavitud es emancipación, la sumisión es rebeldía, el atropello es respeto, la homofobia es tolerancia, la represión es libertad, y la entrega es soberanía.

Igualmente el poder totalitario busca crear un mundo basado en el pavor, la humillación y el tormento. Ello ha quedado demostrado en forma inequívoca en los casos de Daniel Ceballos y demás presos políticos enviados a establecimientos carcelarios para presos comunes, sometidos a humillaciones (rapados y uniformados), así como a torturas físicas y psicológicas. O los cateos de “partes privadas” o “desnudos forzados” por parte de funcionarios de la Guardia Nacional a las mujeres que visitan a los detenidos. No olvidemos que forzar a que las personas se desvistan es el primer paso a quebrantar su sentido de individualidad y dignidad y reforzar su indefensión frente al  poder. Naomi Wolf decía que el uso de la desnudez forzada por el Estado es un síntoma inequívoco de un descenso al fascismo. Atropellos estos que superan con creces a los cometidos por los gobiernos adecos-copeyanos contra los detenidos políticos del PCV y MIR en la época de los 60-70 y contrasta con el trato recibido por los militares golpistas del 4F y del 27F quienes fueron recluidos inicialmente en el Cuartel San Carlos y luego trasladados -la mayoría de ellos- a un pabellón especial en el centro penitenciario de Yare donde disponían de todas las comodidades y nunca se les privó del derecho a la visita familiar.

La amenaza permanente ha sido una constante en la retórica socialfascista en estos 16 años de “desgobierno“. Todos recordamos al dicharachero de Sabaneta cuando gritaba a pleno pulmón “Que no se equivoquen la revolución bolivariana es pacifica pero armada” o los llamados a transformar en polvo cósmico a la disidencia política. Más recientemente el ventrílocuo de Miraflores en una transmisión de Venezolana de Televisión, amenazó irresponsablemente a los venezolanos al afirmar que: si llegará a fracasar la revolución bolivariana y el imperialismo tomara el control del país, que se preparen para un tiempo de masacre y muerte. Son amenazas que quedan en el suspenso, que no cesan, a pesar de no producirse en forma inmediata. Es el uso del miedo, el terror y de la incertidumbre como políticas de Estado

La “Venezuela bolivariana y bonita” se ha transformado en una especie de trinchera de guerra, donde cada ciudadano lucha por sobrevivir frente a un discurso oficial basado en la cultura del rencor, la intimidación y el crimen, promovido por los capitostes en el poder amantes de los totalitarismos mesiánicos verde oliva.

Ya basta de seguir confundiendo -ingenua o premeditadamente- el “legado del chafarote de Barinas” fundamentado en miserias, despotismos, resentimientos, corrupción e impunidad con los planteamientos hechos por el viejo Marx, filósofo de una solida formación teórica y de una basta profundidad conceptual.



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