La oscuridad
histórica y orfandad intelectual del ungido Maduro no puede ser mayor. La
estructura discursiva del usurpador de Miraflores se reduce al odio, la
humillación, la amenaza y el terror. Sus alocuciones se circunscriben a repetir
eslóganes, y grotescas mentiras, pero sobre todo un lenguaje de rencor,
resentimiento social y amenazas constantes. Algo que es muy propio de los
regímenes totalitarios con impronta fascista, quienes recurren a un lenguaje
envilecido y descalificador debido a su ilegitimidad y profundo desprecio por
el contrario.
Maduro sustenta su
discurso en el aborrecimiento y en la deshumanización de la disidencia
política. Con ello busca primeramente abonar el terreno para legitimar las
acciones violentas en su contra. Han sido muchas las veces que el iletrado de
Maduro ha empleado términos como “basura”, “parásitos”, “escoria”,
“podredumbre”, etc., para referirse a personajes que no respaldan su proyecto
socialfascista. Segundo, Maduro con esa maniquea retórica pretende convertir a
sus violentos esbirros en protectores y salvadores de la Patria.
Cuando el engaño ya
no es suficiente y la obediencia no funciona, el poder totalitario recurre a la
descontextualización del lenguaje, a las humillaciones y al terror. Prueba de
lo primero fue la distorsión del concepto de preso político en el marco del
neolenguaje bolifascista. Recordemos que
fue el fallecido comandante galáctico quién afirmó despectivamente que bajo su
régimen no había presos políticos, sino políticos presos. Gracias a este
neolenguaje confuso y enajenante las palabras han sufrido un proceso de
destrucción y de pérdida de su significado real; el léxico y la sintaxis se han
reducido a niveles elementales y el significado de muchas palabras se ha
invertido: lo malo es bueno, lo triste es alegre, el odio es amor, la guerra es
paz, la esclavitud es emancipación, la sumisión es rebeldía, el atropello es
respeto, la homofobia es tolerancia, la represión es libertad, y la entrega es
soberanía.
Igualmente el poder
totalitario busca crear un mundo basado en el pavor, la humillación y el
tormento. Ello ha quedado demostrado en forma inequívoca en los casos de Daniel
Ceballos y demás presos políticos enviados a establecimientos carcelarios para
presos comunes, sometidos a humillaciones (rapados y uniformados), así como a torturas
físicas y psicológicas. O los cateos de “partes privadas” o “desnudos forzados”
por parte de funcionarios de la Guardia Nacional a las mujeres que visitan a
los detenidos. No olvidemos que forzar a que las personas se desvistan es el
primer paso a quebrantar su sentido de individualidad y dignidad y reforzar su indefensión
frente al poder. Naomi Wolf decía que el
uso de la desnudez forzada por el Estado es un síntoma inequívoco de un
descenso al fascismo. Atropellos estos que superan con creces a los cometidos
por los gobiernos adecos-copeyanos contra los detenidos políticos del PCV y MIR
en la época de los 60-70 y contrasta con el trato recibido por los militares
golpistas del 4F y del 27F quienes fueron recluidos inicialmente en el Cuartel
San Carlos y luego trasladados -la mayoría de ellos- a un pabellón especial en el
centro penitenciario de Yare donde disponían de todas las comodidades y nunca
se les privó del derecho a la visita familiar.
La amenaza
permanente ha sido una constante en la retórica socialfascista en estos 16 años
de “desgobierno“. Todos recordamos al dicharachero de Sabaneta cuando gritaba a
pleno pulmón “Que no se equivoquen la revolución bolivariana es pacifica pero
armada” o los llamados a transformar en polvo cósmico a la disidencia política.
Más recientemente el ventrílocuo de Miraflores en una transmisión de Venezolana
de Televisión, amenazó irresponsablemente a los venezolanos al afirmar que: si llegará a fracasar la revolución
bolivariana y el imperialismo tomara el control del país, que se preparen
para un tiempo de masacre y muerte. Son amenazas que quedan en el suspenso,
que no cesan, a pesar de no producirse en forma inmediata. Es el uso del miedo,
el terror y de la incertidumbre como políticas de Estado
La “Venezuela
bolivariana y bonita” se ha transformado en una especie de trinchera de guerra,
donde cada ciudadano lucha por sobrevivir frente a un discurso oficial basado
en la cultura del rencor, la intimidación y el crimen, promovido por los
capitostes en el poder amantes de los totalitarismos mesiánicos verde oliva.
Ya basta de seguir
confundiendo -ingenua o premeditadamente- el “legado del chafarote de Barinas” fundamentado
en miserias, despotismos, resentimientos, corrupción e impunidad con los
planteamientos hechos por el viejo Marx, filósofo de una solida formación
teórica y de una basta profundidad conceptual.
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