Tristeza causa la actitud asumida por ese
sector que dentro del pastiche ideológico que representa el social-chavismo se
hace llamar de izquierda, ante los sistemáticos atropellos nazi-fascistas
implementados por el régimen de la dupla siniestra (Maduro-Cabello). Bastaron
16 años de asociación con el régimen, para dilapidar y hacer trizas su
patrimonio político-ideológico de lucha por el socialismo, por los derechos
humanos y por la emancipación de los explotados. Es esa izquierda espuria que
evidencia signos de cansancio, y pérdida de su norte ideológico. Su apuesta es
disfrutar de las mieles del poder, no importando el precio a pagar. Sus
hacedores parecen renunciar al ejercicio crítico de la razón para justificar lo
injustificable. Su pedagogía incita al delito y el mensaje al fraude: se puede
robar, mentir, asesinar, enriquecerse, no menos que pactar con torturadores en
la medida que se consolide el proyecto del fallecido comandante eterno. Su
pensamiento es borroso, acomodaticio, alejado de cualquier principio ideológico
revolucionario. Defienden hoy con sin igual vehemencia lo que condenaron en
el pasado (la represión, la violación de los derechos humanos y de la
autonomía universitaria, la intervención del Estado en los asuntos sindicales, el
militarismo, etc.). Sin ejercer la crítica, por considerarla inoportuna, sus
voceros se han transformado en verdaderos cómplices de los desmanes de esta
dupla funesta empeñada en destruir al país.
Esta sarta de renegados ideológicos hoy en el
poder se han empantanado en las cloacas de la cultura militarista y de los
anti-valores. Son los traficantes que siguen prometiendo “felicidad y prosperidad”
cuando la realidad del país nos indica todo lo contrario. Son los mismos que
apoyan la militarización de la sociedad, la represión contra los obreros en SIDOR,
de los estudiantes y de las comunidades indígenas Yukpa y Pemones. Los que
aplauden la creación de las empresas mixtas, las zonas económicas especiales,
el establecimiento de alianzas con el capital transnacional, la subordinación
de la clase obrera ante un Estado explotador. Los que disfrutan de los
atropellos de la Guardia Nacional y demás cuerpos represivos contra ciudadanos
comunes, de las humillaciones y vejaciones contra los presos políticos como la
vivida por Daniel Ceballos (rapado y obligado a vestir ropas de preso común) en
el Centro Penitenciario 26 de Julio del Estado Guárico (mucho nombre para la
miseria que se vive en su interior). Son los trepadores-mitómanos que disfrutan
del control de los medios masivos de información como arma psicológica e
ideológica para el control social de los ciudadanos, son los que utilizan y
manipulan las imágenes de revolucionarios caídos defendiendo las banderas de la
libertad como Livia
Gouverneur, Fabricio Ojeda, Américo Silva, Argimiro Gabaldón, Nicolás Hurtado
para justificar sus fechorías. Son en síntesis unos renegados fascistas.
No hablo obviamente del inefable Rodríguez
Chacín, involucrado en las masacres de El Amparo y El Amparito, o de Roger
Cordero Lara participante de la masacre de Cantaura, hoy furiosos defensores
del socialismo militar con tufo facho. Tampoco me refiero a esa logia de
aduladores de oficios como Mario Silva,
Eva Golinger, Tania Díaz, Miguel Pérez Pirela, Walter Martínez,
etc. cuyas convicciones revolucionarias dejan mucho que desear. Menos aún al defensor
del pueblo Tarek William Saab, transmutado de poeta rebelde a peón de la dupla
fatídica del Palacio de Misia Jacinta o de un Tareck El Aissami -fachoso de poca
monta- quien ha declarado públicamente como objetivos militares a dirigentes
de la oposición y acaba de justificar el asalto armado por parte de las hordas
del PSUV a la Alcaldía de Mario Briceño Iragorry
en la ciudad de Maracay. Acción vandálica en la cual además de destruir el inmueble, lanzaron desde el
segundo piso a Alejandro Ledo (camarógrafo de esa alcaldía) ocasionándole
fractura de cráneo.
No refiero igualmente a los genuflexos de
oficio como el general Padrino López y su alto mando militar, soldadesca voraz
y celestina que sólo ha ganado batallas en los predios de los mercales o en los
feudos de los carteles del narcotráfico. Me refiero a dirigentes y
militantes de esa izquierda domesticada por los petrodólares, con quienes
compartimos trincheras de lucha en el pasado, que nadamos contracorriente en
defensa de un proyecto emancipador y que hoy lamentablemente avalan y ponderan
con singular entusiasmo todas las atrocidades que el régimen adelanta en el
marco de su proyecto cuartelario. Atrás quedaron los principios, hoy no son más
que malolientes aduladores que razonan en función del libreto que les impone la
dupla infausta instalada en Miraflores.
El socialfascismo bolivariano muere, agoniza, inmerso
en una profunda crisis que pone en entredicho su continuidad iniciado hace 16
años por un ignorante oficial tropero lleno de odios, resentimientos y
contradicciones ideológicas. El barco hace agua por todos sus costados:
padecemos la inflación más alta del planeta en el 2014, los niveles de escasez
de alimentos y medicinas oscilan entre un 25% (región capital) hasta un 60% (regiones
del interior de la República), una caída sistemática de las exportaciones no
petroleras (más de un 70%), la destrucción del aparato productivo nacional, y continuas
devaluaciones de la moneda nacional. Además, la práctica de la tortura como
política de Estado, la ruina de la educación superior, la cultura y la ciencia,
una corrupción galopante e impune, y la narco-profesionalización de la Fuerza
Armada Nacional. Todo ello ha convertido a la barbarie social-bolivariana en un
monstruo degastado con pies de barro.
Venezuela vive su peor crisis en todos los
órdenes: social, político económico e incluso moral de su vida Republicana.
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