Desde la llegada al
poder de la logia milico-civilista bolivariana la sociedad venezolana ha estado
sujeta a una avasallante militarización, y sistemática violación de los
derechos humanos. Hemos visto como un Estado omnipotente, no respetuoso de las
Leyes de la Republica, utiliza sus fuerzas milico-policiales, y sus grupos
paramilitares en contra de sus ciudadanos, recurriendo en algunos casos al
asesinato.
Ante el
desbordamiento de la inseguridad y los ruidosos fracasos de sus planes de
seguridad (Patrullaje Inteligente, Plan Desarme, Plan de Pacificación y zonas de paz, etc.), el régimen, en el marco de la Doctrina de la
Seguridad Nacional ha puesto en práctica la Operación para la Liberación del Pueblo (OLP)
a nivel nacional. Operativos que se han caracterizado por
allanamientos
a conjuntos residenciales y viviendas humildes sin orden judicial, robo de pertenencias
personales, desalojos forzosos, demolición de hogares, detenciones arbitrarias,
tratos crueles y degradantes a los detenidos y hasta abominables ajusticiamientos
de presuntos delincuentes.
De acuerdo al parte de guerra dado por el Ministro
de Relaciones Interiores, Gustavo González López (el del modelo matemático aritmético)
4.021 ciudadanos fueron detenidos, de los cuales sólo 368 fueron puestos a la
orden del Ministerio Público y 52 personas fallecieron producto de “enfrentamientos o resistencia a la autoridad
con armas de fuego”. Dos aspectos llaman la atención: i) el alto índice de
detenciones arbitrarias (91% según PROVEA) y ii) el elevado número de “delincuentes
abatidos” sin que ningún funcionario policial o militar hubiese resultado herido
o fallecido en el desarrollo de dichas razias. Ello no ocurre ni en las
truculentas superproducciones policiales de Hollywood donde los policías son
heridos o muertos en los enfrentamientos con los malhechores. Otro aspecto
preocupante es que los fallecidos recibieron disparos a corta distancia
(quemarropa) según denuncian los familiares de los abatidos. Todos estos hechos
hacen presumir que estamos en presencia de ajusticiamientos colectivos, como el
acaecido en el Barrio San Vicente, Maracay (5/08/15). Los venezolanos nos
preguntamos ¿Cuántos de los 52 “delincuentes
abatidos” fueron ajusticiados -como el mostrado en el video- y no producto de
“enfrentamientos o resistencia a la autoridad” como afirmó el falaz chafarote
del modelo matemático aritmético?.
En el marco de la Doctrina de la
Seguridad Nacional Bolivariana eliminar al enemigo no es un delito, es un
mérito, es una labor patriótica.
Las insolentes y falaces declaraciones de Tareck El Aissami afirmando que
la conducta de los funcionarios mostrada en el video no se compagina con la
política de respeto a los derechos humanos por parte del Estado Venezolano,
confirma una vez más su cinismo y bellaquería. Variados elementos demuestran lo
contrario: i) el desgarrante acto criminal fue realizado
de manera
impúdica, lo que lleva a pensar de que se trató del cumplimiento de órdenes
superiores, ii) la naturalidad y la frialdad canallesca con que actúan los
uniformados involucrados, así como la manera “profesional” como alteran la
escena del crimen hace pensar que se trataba de una operación de rutina. La
presencia de otros 3 cadáveres en la zona del ajusticiamiento hace pensar que esas
victimas corrieron la misma suerte que el joven asesinado en el video. No
olvidemos que miembros de la Policía
de Aragua han sido acusados de participar en el ajusticiamientos de detenidos, como
fue el caso de la familia Barrios, que terminó valiéndole a Venezuela una
condena en la Corte Interamericana de Derechos Humanos en el año 2011.
Lamentablemente la violación de los derechos humanos no es un fenómeno reciente en nuestro país.
Todos recordamos con indignación el asesinato de presos políticos, los operativos
antisubversivos llevados a cabo por los milicos, DIGEPOL-DISIP en las zonas
guerrilleras, y las incursiones de “limpieza social” realizados por la extinta Policía Metropolitana durante los
gobiernos adeco-copeyanos. Sin embargo,
con la llegada al poder del fachochavismo y la revitalización de la
reaccionaria Doctrina de la Seguridad Nacional (dicotomía
"amigo-enemigo") se ha instaurado un Estado policial-militar que se
ha traducido en una sistemática violación de los derechos humanos, así como en
un “salto cualitativo” en materia represiva. La aplicación de las tenebrosas OLP -modelo represivo propio de la
Doctrina de la Seguridad- representa un enfoque militar-represivo de la problemática político-social que justifica
la estigmatización, descalificación y eliminación del enemigo.
El binomio proto-fascista Maduro-Cabello con la anuencia del sátrapa defensor del pueblo pretenden combatir la
delincuencia: i) criminalizando a la pobreza, ii) llevando a cabo razias en las zonas populares que violentan los derechos humanos de los más
humildes y iii) creando escuadrones policiales con
licencia para matar. Las OLP son operativos milico-policiales con
fuerte pestilencia fascista.
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