El pasado el
25 de Noviembre las jaurías del socialfascismo asesinaron al dirigente político
de la oposición Luis Manuel Díaz durante un mitin electoral en la ciudad de Altagracia
de Orituco. Las hordas armadas del PSUV volvieron a poner en práctica sus
viejas tácticas nazi-fascistas al arremeter con armas de fuego contra todo
aquel que no comparte su visión totalitaria. La muerte de este venezolano
ocurre después de que varios eventos organizados por la oposición han sido
dispersados a “punta de plomo” por malandros asesinos al servicio del régimen.
El vil y cobarde asesinato Luis M. Díaz,
al igual que los ocho ataques vandálicos de los bolilumpen al servicio de la
secta cívicomilitar bolivariana, en escasos 12 días de campaña, no pueden
considerarse como hechos aislados realizados por grupos anarquizados del PSUV,
y muchos menos calificados de “montajes de la derecha” como lo ha afirmado el
nauseabundo McCarthy del Furrial Cabello. Todos ellos, sin excepción son el
producto de un discurso oficial que incita al odio y a la violencia basado en
una lógica binaria (buenos-malos, patriotas-antipatriotas), perversidades muy
propias del nazi-fascismo del siglo pasado.
El abominable
asesinato de Luis Manuel Díaz es el resultado del discurso troglodita que emana
de la repugnante y fétida nomenclatura bolivariana Recordemos que días atrás el
iletrado enciclopédico de Maduro amenazó en cadena nacional “que si la revolución
pierde, nos vamos para la calle, y en la calle nosotros somos candela con
burundanga”. Discurso pestilente que lamentablemente ha llegado a penetrar con
la suficiente profundidad en el seno de amplios sectores sociales y que
pretende crear a través de las palabras y hechos -como los vividos
recientemente- una situación de guerra civil. Esta retórica preñada de odio y
rencor, así como el accionar impune de los criminales con camisas rojas
-quienes son justificados impúdicamente- nos retrotrae a las dolorosas
experiencias de la Italia de Mussolini, o la Alemania de Hitler.
La aborrecible
violencia política que hoy vemos en la Venezuela bolivariana solo es propia de
un desvergonzado Estado neofascista, que asesina, reprime y atropella en nombre
de un desconocido y bastardo socialismo. Busca reagrupar a sus desmoralizados
partidarios, quienes sufren al igual que el resto de los venezolanos las
penurias del desabastecimiento alimentario y de medicinas, del desempleo, de la
inseguridad, de la crisis medico-asistencial, y están cansados de tanta mentira
y manipulación.
Para la
barbarie milico-bolivariana no existe el debate razonado y democrático de
ideas, sino la violencia irracional como instrumento para resolver los
conflictos. La escasez intelectual, y la elementalidad ideológica hacen que la
violencia, la cultura del odio, y la eliminación del oponente ideológico
constituyan sus referencias paradigmáticas.
El clima de
violencia provocado por la barbarie milico-bolivariana no logrará detener el deseo
de cambio que priva en amplios sectores (hoy mayoritarios) de la sociedad
venezolana. La palabra y el libre pensamiento terminarán derrotando a la
irracionalidad bolivariana y sus balas.
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