El
pasado 6D representa la primera gran derrota del fachochavismo y su proyecto
totalitario-militarizado desde la llegada al poder. Los resultados evidencian el declive político del
fachochavismo hegemónico que durante los últimos 16 años ha “desgobernado al
país”. El voto popular se inclinó mayoritariamente por la UNIDAD (coalición
pluralista), a pesar del ventajismo, del uso de los dineros
públicos, las amenazas, y el cerco informativo por parte del régimen, así como también
las ofertas demagógicas de los candidatos gobierneros. Adicionalmente, la
actitud parcializada de un vergonzante Consejo Nacional Electoral (CNE) que
hasta el último minuto se comportó como una dependencia genuflexa al servicio
del iletrado enciclopédico de Maduro, en lugar de velar por la transparencia y equidad de la
elección parlamentaria.
La campaña electoral estuvo plagada de violaciones del
Reglamento Electoral, de la Ley Contra la Corrupción y hasta de la Constitución
Nacional. Los abusos por parte de los candidatos del PSUV y sus acólitos se cometieron
sin mesura alguna, el canal del Estado (VTV) y TELESUR se transformaron en
plataformas propagandísticas para la promoción de los candidatos fachobolivarianos.
Los candidatos del PSUV
participaron en la inauguración de obras, entregas de viviendas, de tabletas,
de taxis, y hasta de teléfonos inteligentes, todo ello ante la mirada
complaciente y celestina de Madame Tibisay y su “gang de las cuatro” del CNE.
A la mal llamada revolución bolivariana se le
agotó su discurso falaz y maniqueo. No pudo seguir engañando a todo el mundo, todo el tiempo. El 6D la inmensa mayoría
del país le dijo basta a la narcocúpula bolivariana castigándola electoralmente
mediante la abstención o el voto a favor de
la UNIDAD. Los venezolanos votaron en contra de las humillaciones, de la
inflación (podría rondar el 200%), del desempleo (12%), de la escasez de
alimentos y medicinas (60% en algunas regiones del país), de los pírricos salarios,
de la crisis hospitalaria, de la corrupción galopante, de la inseguridad
personal, del narcotráfico, de la estigmatización del disidente, de la
represión y la violencia de los grupos paramilitares. Dijeron basta, a la casta
de mafiosos y narco-corruptos que han amasado inmensas fortunas en nombre de
una invisible y cínica revolución.
La
victoria parlamentaria de la UNIDAD (mayoría calificada) marca el final de este nefasto
ciclo histórico, en la cual un patán con ínfulas de mesías, banalizó el concepto de socialismo y lo utilizó como
franquicia para consolidar un nefasto proyecto autoritario-militarizado y
corrupto que nunca impulsó socialismo alguno, sino aún peor, conculcó las
conquistas sociales propias de la democracia representativa, sembró el odio
social, criminalizó la disidencia y la protesta social, acelero el
empobrecimiento de la población, y profundizó aún más nuestra condición de país
dependiente y semicolonial.
En un intento simplista por explicar la
aplastante derrota del 6D (perdieron en Barinas y Caracas, feudos histórico del
fachochavismo) sectores afines al proceso han responsabilizado a la dupla
Maduro-Cabello de tal desastre. Los acusan de haber incumplido (unos), o
falsificado (otros) el legado del comandante eterno, entiéndase, el bodrio del
Plan de la Patria. Nada más alejado de la realidad. Si algo han hecho a la “perfección”
el dúo siniestro Maduro-Cabello es el haber respetado con ferocidad el legado
fatídico del tte coronel. Se resisten en aceptar que ya no son la mayoría del
pasado, que el odio como doctrina salvadora se agotó, que su intento por
imponer un pensamiento uniformado fracasó, que financiar el desquiciado y
dispendioso modelo económico del tte coronel es inviable. El fracaso no ha sido
de los hijos o centauros del proceso, sino del padre del mismo, el comandante
galáctico.
La magnitud de la derrota del 6D, a pesar del diseño favorable al régimen de los
circuitos electorales por el CNE, traspasa los límites de un simple revés
electoral, como algunos voceros del oficialismo pretenden edulcorar. El deslave
del 6D representó un plebiscito -auspiciado por el
régimen- donde el gran derrotado ha sido el régimen de Maduro y su logia
militar. Además, hay que interpretarla como el comienzo del final
del chavismo como movimiento político hegemónico. Descalabro político que
seguramente exacerbará la lucha fraccional existente y comprometerá aún más la
precaria unidad del bloque fachobolivariano.
El
triunfo de la UNIDAD, a pesar de sus errores y sus contradicciones internas,
evidencia que fue capaz de capitalizar una parte importante de los votos provenientes
de las bases chavistas decepcionadas de tantas mentiras y manipulaciones por
parte de los salteadores ideológicos del siglo XXI. Pero además, este triunfo
tiene una gran connotación política pues rescata al Poder Legislativo
secuestrado por la barbarie socialfascista. Sin embargo, el gran reto
de la UNIDAD será capitalizar en forma orgánica y permanente esa frustración e
indignación que hoy reina en esos sectores.
La política del miedo, del chantaje, y del terror
del régimen fracasaron igual a como sucedió en Argentina. Tras la derrota del
6D se comienzan a escuchar los aullidos agónicos del fachochavismo bolivariano
y su proyecto excluyente y totalitario.
La utopía por construir una sociedad más justa
y equitativa para todos los venezolanos sigue siendo una tarea pendiente. El
desafío es ¿cómo lograrlo?.
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