En días pasados finalmente el iletrado de
Miraflores hizo oficial ante la Asamblea Nacional (AN) y la opinión pública el decreto
de emergencia económica. La presentación ante la AN se dio en ocasión de la exposición
de la “memoria y cuento del 2015”, en el contexto de un discurso cargado
de arrogancia, violencia, irrespeto y desprecio para quienes hoy constituyen la
nueva mayoría de la AN. Igualmente de una ignorancia supina, al seguir culpando
a una fantasiosa guerra económica de las dificultades del
presente. Es necesario acotar que la emergencia solicitada no representa solamente
un conjunto de medidas para atender una situación puntual del país, sino que
constituye una de las modalidades previstas en la Ley de Estados de Excepción, mecanismo
que permite amplios poderes sin solicitar una Ley Habilitante, ya que no cuentan
con la mayoría parlamentaria necesaria.
El mentado decreto
de emergencia económica más que aportar solución alguna a la devastadora crisis que afecta al
país es más de lo mismo. Representa
la profundización de un estatismo depredador y explotador que ha resultado todo
un fracaso y que lejos de mejorar o resolver la crisis la ha agravado aún más. Encarna
más poder para Maduro del que ya ha disfrutado hasta ahora gracias a la Ley
Habilitante, que a pesar
de haberle permitido tomar todo tipo de decisiones optó por modificaciones
menores de la Ley del Impuesto Sobre la Renta, así como de una nueva reforma a
la Ley del Banco Central de Venezuela (BCV) a fin de mantener el control político
sobre el ente emisor.
Llama poderosamente
la atención que en el texto del decreto se indica que el propósito del mismo es
superar la situación “excepcional,
extraordinaria y coyuntural” por
la cual atraviesa la economía venezolana. Como hablar de una situación
coyuntural después de 17 años de proyecto político que ha impuesto un modelo de capitalismo de
Estado, retrogrado, despilfarrador, corrupto y reaccionario, el cual sobrevivió
los primeros años gracias a la extraordinaria bonanza petrolera que vivió el
país. Ingresos petroleros que desgraciadamente fueron malbaratados en proyectos
fantasiosos, compras demenciales de material militar, corrupción, captación de
voluntades, misiones sociales destinadas a un mayor control social de la
población, entre otros.
El
decreto le otorga una mayor discrecionalidad
al régimen socialfascista en el uso de los recursos presupuestarios de la Nación
y activos del sector productivo privado (confiscación), sin ningún tipo de
garantías legales, ni contraloría por parte de la Asamblea Nacional. El régimen
aspira
poder seguir manejando las finanzas públicas de la misma manera como lo ha
venido haciendo desde la llegada al poder del fallecido comandante eterno. Contempla la continuidad del financiamiento “inorgánico” por parte del
Banco Central al gobierno, así como un mayor control de la actividad económica
del país. El decreto además considera necesario agilizar las compras estatales
obviando los trámites de contrataciones públicas, lo cual seguramente se
traducirá en mayor corrupción como ocurrió en las emergencias anteriores: la alimentaria
y sobre
la prestación del servicio eléctrico nacional. Hoy los venezolanos podemos apreciar para
que sirvieron dichas emergencias: la escasez de alimentos, las colas y las la
humillaciones son cada
día mayor y los apagones son el pan de cada día en todo el territorio nacional. Pero
bajo el amparo de dichas emergencias se consolidaron inmensas fortunas personales
y emporios financieros de boliburgueses.
Igualmente, el decreto
de emergencia establece
específicamente la posibilidad de requerir
a las empresas públicas y privadas incrementos en la producción. Maduro y su
equipo económico insisten en el viejo libreto de que las empresas del sector
privado no producen por que no desean, porque están en guerra económica y no
por las limitaciones de insumos y recursos impuestas por el régimen socialfascista. Finalmente, el decreto contempla la aplicación de medidas
antiinflacionarias inspiradas en la visión improvisada del ministro Luís Salas:
reducción del efectivo en circulación a fin de reducir el volumen de transacciones
financieras, y el incremento de precios, es decir una especie de corralito
financiero caribeño y bolivariano.
Casualmente, el BCV publicó el mismo día
de la presentación de la memoria y cuento un maquillado
informe sobre algunos indicadores de la economía nacional al cierre del tercer
trimestre de 2015, confirmando lo que ya era un secreto a voces, el colapso de
la economía nacional: una inflación anualizada del 141,5%, la más altas del
mundo, una disminución del producto interno bruto (-7.1%) y la caída en los
ingresos por exportación petrolera (-52%).
Pero este decreto
más allá del desastre económico que representa en sí mismo, tiene implicaciones
políticas importantes. El régimen socialfascista consciente de la gravedad de
la situación económica busca socios con quien compartir el costo político
de las medidas contempladas, de allí la presentación del decreto a la
consideración del organismo legislativo nacional. Seguramente la AN rechazará el
decreto pues sería ir contra el deseo de cambio y rectificación expresado por
las mayorías en las urnas el pasado 6D. Nadie puede aprobar una insensatez económica y política como la contenida en el
decreto presentado por el socialfascismo bolivariano.
La ignorada o desmentida crisis económica del país
ha sido “descubierta sorpresiva y milagrosamente” por el régimen socialfascista y su combo de incapaces y charlatanes y para ello recurren a un decreto
de emergencia económica. La superación de la crisis económica solo requiere de la voluntad política y capacidad de rectificación de
quienes ejercen el poder, y no de decretos de emergencia económica.
Lamentablemente quienes hoy piden la emergencia económica son los mismos falaces
y aplaudidores de oficio quienes son corresponsables del desastre que vive el país
después de 17 años de socialfascismo
bolivariano.
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