Históricamente las economías subdesarrolladas
primario-exportadoras dotadas con abundantes recursos naturales –en especial no
renovables– no son las que más han crecido o han superado la pobreza
estructural existente en sus respectivas naciones. Venezuela, lamentablemente
no ha sido la excepción.
Nuestro país constituye un buen ejemplo donde
la existencia de un recurso natural como el petróleo ha impulsado un modelo
perverso de capitalismo rentista generando una estructura económica y un Estado
que dependen de la explotación de ese recurso no renovable. Una porción muy significativa
o la casi totalidad de los ingresos que recibe el Estado, no proviene ni del
trabajo, ni del capital nacional, sino más bien del ejercicio de la propiedad
del Estado sobre el subsuelo. Se trata, por tanto, de un capitalismo
paradójico, pues no se sustenta principalmente en el trabajo productivo y la
ganancia, sino por una renta que se captura en el mercado internacional. Es
mediante la explotación del petróleo de donde surge el financiamiento de la
inversión y del consumo del país, así como todas aquellas actividades
económicas de índole capitalista con algunas variables propias de nuestro
subdesarrollo.
Recordemos que a mediados del siglo XX los
gobiernos de entonces pretendieron establecer una economía capitalista
competitiva ensayando la sustitución del modelo rentista-petrolero por el
modelo de sustitución de importaciones, de industrialización hacia adentro o de
industrialización sustitutiva de importaciones como también se le conoce. A
través de los planes de la nación se usó la renta petrolera para establecer las
condiciones necesarias para comenzar a producir en el país lo que hasta ese
momento se importaba. Se suponía que en algún momento la industria nacional no
necesitaría más del apoyo de la renta petrolera, y por ende despegaría hacia un
crecimiento auto-sostenido. El modelo de sustitución de importaciones, nunca
cumplió con el objetivo para el que se había adoptado. Se pasó de ser un
importador de bienes de consumo a un importador de bienes semielaborados,
intermedios y de capital, convirtiendo el crecimiento industrial del país en un
“híbrido industria-importación”.
La llegada al poder del fallecido vocinglero
de Miraflores (1998) generó grandes expectativas sobre la base de su oferta
electoral de superar el modelo de capitalismo rentista mediante una
diversificación industrial. Sin embargo, ocurrió todo lo contrario, y el
socialfascismo bolivariano lejos de superar el tan criticado capitalismo
rentista lo profundizó. Hoy de cada 100 dólares que le ingresan a las arcas de
la nación, 97 de ellos provienen de la renta petrolera. Ello ha implicado una
agudización de la crisis estructural que viene sufriendo nuestra economía. Dificultades
que se han traducido en una inflación anualizada del 141,5%, la más altas del
mundo, una disminución del producto interno bruto (-7.1%), la caída en los
ingresos por exportación petrolera (-52%), una distorsión siniestra de la
política cambiaria, un endeudamiento irresponsable, así como una destrucción
del aparato productivo nacional y la subsecuente escasez y especulación de
diversos rublos en especial alimentos y medicinas. Además, ha propiciado una
diminución alarmante de las reservas internacionales en los últimos meses.
Frente a la agudización de la crisis
estructural que vive el país el iletrado Maduro ha demostrado una gran
ignorancia en materia económica y un supino primitivismo ideológico. Luego de
desmentir sistemáticamente la existencia de la crisis, ahora la reconoce y recurre
a un decreto de emergencia económica el cual en lugar de aportar soluciones a
la devastadora crisis es más de lo mismo. Representa la profundización de un
estatismo devastador y explotador que ha resultado todo un fracaso, encarna más
poder para Maduro del que ya ha disfrutado hasta ahora. Constituye la
pretensión de controlar la inflación mediante la reducción del efectivo en
circulación, o superar el desabastecimiento mediante importaciones masivas de
insumos. El régimen sigue sin comprender la esencia y magnitud del problema.
Todas estás medidas están condenadas al más absoluto fracaso pues no se aborda
la génesis del problema, el fracaso de un estatismo demencial iniciado por el ya
fallecido comandante galáctico y continuado por el ungido Maduro.
La realidad demuestra que el régimen
socialfascista lejos de haber creado en estos años de bonanza financiera las
bases para transformar nuestra economía rentista en un modelo diversificado y
sostenible, lo que ha hecho ha sido profundizar el modelo rentista. Renta que le
permitió y le sigue permitiendo a la bastarda revolución bolivariana financiar
la institucionalización de la pobreza y de la miseria (entiéndase misiones),
desarrollar una diabólica carrera armamentista, así como un extravagante
cabildeo internacional destinado a comprar conciencias en el extranjero. Ahora,
sorpresivamente han descubierto que el modelo rentista esta agotado, después de
haberlo profundizado en estos últimos 16 años.
Seguimos siendo un país subdesarrollado, con
una economía monoproductora e importadora, que depende mayoritariamente de la
renta petrolera, lo cual subordina el desarrollo del país al consumo petrolero
mundial y a las oscilaciones del precio del crudo en los mercados internacionales.
Dependencia que se ha agravado aún más gracias a la destrucción persistente del
aparato productivo nacional por parte del proyecto estatista-depredador
bolivariano.
La transformación de nuestra economía
rentista-petrolera en una economía soberana, productiva, eficiente y
diversificada, no será posible bajo un capitalismo de Estado-militarizado-dependiente
tutelado por la pestilente bota militar. Requiere inexorablemente el reemplazo
de la mafia milico-civilista que ha “desgobernado” y arruinado al país en estos
últimos años.
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