El Partido Republicano finalmente proclamó a Donald Trump como su
candidato para la próxima contienda electoral después de unas escabrosas y turbulentas
primarias.
Trump
es un multimillonario cuya fortuna la ha consolidado mediante negociaciones e
inversiones fraudulentas en el mercado de bienes y raíces, en el sector construcción
y en centros de juegos al azar (casinos). Su
carrera política se ha caracterizado por un ascenso meteórico en las filas del
Partido Republicano, a pesar de la resistencia de las figuras tradicionales de
ese partido. Trump puede considerarse como un candidato presidencial sui generis ya que nunca ha ocupado algún cargo público (gobernador, senador, o
vicepresidente) como sus predecesores.
Es
la primera vez en la historia de los Estados Unidos que un candidato con un
programa distintivamente homofóbico, misógino, racista y autoritario ha sido nominado
como candidato presidencial. Trump incita a la violencia contra sus oponentes,
al igual que el odio racial hacia las minorías. Su lenguaje
antiinmigrante nos recuerda al propagandista nazi Joseph Goebbels y sus
predicas contra el pueblo judío. Trump ha declarado en referencia a la
inmigración mexicana: "Se trata de una inmensa plaga infecciosa cruzando
la frontera. Los Estados Unidos se ha convertido en el basurero de México”.
Igualmente el hoy candidato republicano llegó a afirmar “los inmigrantes son
criminales, violadores, traficantes de drogas”. Su escogencia como candidato republicano es un reflejo de las tendencias más retrogradas dentro del Partido Republicano
y de la sociedad norteamericana.
La retórica empleada por el
investido republicano es de un bajísimo nivel político, ambigua, contradictoria
y extremadamente vulgar. Su visión autoritaria lo ha llevado a amenazar a
comunicadores sociales, a descalificar a sus críticos, a ofender a sus
oponentes, a justificar el uso de la tortura, así como alabar a
dictadores como Mussolini, Putin, y Hussein. Sus discursos están
plagados de falacias e inexactitudes
El
candidato republicano ha basado su campaña en un venenoso nacionalismo
económico basado en una falsa posición “anti-sistema”,
criticando la globalización desde una perspectiva nacionalista-proteccionista,
muy similar a la del Front National francés, la Liga Norte de Italia, así como
de otras fuerzas reaccionarias del continente europeo.
Trump
explota políticamente el profundo descontento social producido por los cambios
que se han operado en el mercado laboral norteamericano. Además, apela a la
nostalgia del país poderoso (militar y económicamente), regido exclusivamente por
blancos y protestantes. Por ello el slogan central de su campaña es “Make
America Great Again”, Hacer a Estados
Unidos grande de nuevo.
Sin embargo, la
popularidad de Trump tiene fuerte rechazo en sectores como las clases medias
urbanas, los negros y latinos, así como en amplios sectores de la clase
trabajadora que lo miran con desconfianza y hasta temor. Ello hace pensar que
Trump no tiene a su favor el mejor escenario electoral en la contienda
presidencial del próximo Noviembre. Aparentemente una mayoría de estadounidenses
se espantan ante la idea de ver a Donald Trump en el despacho oval de la Casa
Blanca y a la plagiadora de Melania como primera dama.
La
situación política de la sociedad Norteamérica es por demás explosiva debido a la crisis económica-estructural que sufre, a un desempleo orgánico
creciente, y al insoluto conflicto racial que se vive en su seno y el cual
tiende a agudizarse.
Vale acotar las similitudes entre la presente campaña electoral y la de 1968,
donde la demagogia racista y excluyente de George Wallace, creó el ambiente
propicio para los asesinatos de Martin Luther King Jr. y Robert Kennedy.
Un hipotético
triunfo de Trump tendría incalculables costos políticos, económicos y sociales no
tan solo para los Estados Unidos y Latinoamérica, sino para la comunidad
internacional en general. Un triunfo de Donald Trump sería un verdadero
insulto a la lucha democrática de los ciudadanos norteamericanos, así como a
los pueblos del mundo.
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