Con la aprobación de la resolución 9.855 del
Ministerio del Poder Popular para el Trabajo (Gaceta Oficial N° 40.950 del
22/07/2016) el fachochavismo bolivariano arremete de nuevo contra
los trabajadores venezolanos. Dicha resolución establece un régimen de
trabajo de carácter obligatorio que conculca la libertad laboral y cercena las
conquistas laborales de los trabajadores. Constituye una modalidad de trabajo
forzoso, de esclavitud laboral ya que se le exige al trabajador realizar una
labor impuesta por el Estado para la cual no se ha ofrecido voluntariamente.
Esta deplorable resolución ha sido aprobada bajo
el pretexto de garantizar la seguridad y soberanía alimentaria de la población,
promover y proteger el aparato productivo agroalimentario. Utilizaron como base
jurídica el decreto de Estado de excepción y de emergencia económica, el cual
fue rechazado por la mayoría de la Asamblea Nacional, pero aprobado por los
hampones con toga del Tribunal Supremo de Justicia. La resolución establece específicamente
un “régimen especial de carácter
obligatorio y estratégico para todas las entidades de trabajo del país
públicas, privadas. de propiedad social y mixtas que contribuya con el
reimpulso productivo del sector agroalimentario. estableciendo mecanismos de
inserción temporal de trabajadores y trabajadoras en aquellas entidades objeto
de medidas especiales implementadas para fortalecer su producción”. Además,
se estipula que los trabajadores requeridos deberán prestar sus servicios por
el lapso de 60 días, prorrogables por igual tiempo si las circunstancias lo
ameritan. Con la aprobación de este nuevo decreto el régimen “obrerista” de
Maduro le proporciona el marco jurídico al
reclutamiento coercitivo de trabajadores por parte del Estado, reeditándose el
vergonzante trabajo forzoso en marco de una revolución que afirma defender
paradójicamente a los más humildes.
Esta resolución constituye una violación
flagrante a la Constitución de la República, a la Ley Orgánica del Trabajo, al Convenio
N° 29 de la Organización Internacional del Trabajo, a los contratos colectivos,
pero además representa una peligrosa medida de corte militarista y dictatorial,
al otorgarle a un Estado militarizado la potestad -sin restricción alguna- de
institucionalizar un régimen laboral esclavista. Implica la imposición forzosa
de la disciplina y la obediencia sin límites, execrables principios destinados
a crear una sociedad cuartelaria tutelada por la pestilente bota militar.
Una sociedad donde exista un orden social y político absolutamente armónico,
excluyente, opresor sujeto a un pensamiento único de corte fascista.
Esta funesta e inútil resolución del
ex-discípulo de Sai Baba constituye además una loa al cinismo y a la
desvergüenza. Pretender resolver el problema de la escasez de alimentos,
medicinas y demás productos de primera necesidad mediante el reclutamiento
forzoso de trabajadores es una muestra más del primitivismo intelectual que
priva en la nomenklatura bolivariana.
Resoluciones como la 9.855 nos recuerda las
conversiones forzadas de la población camboyana en cultivadores rurales
impulsadas por el sanguinario Pool Pot (1975), o los “traslados productivos” de
los regímenes de Corea del Norte, y Uzbekistán. Estamos ante la presencia de
reclutamientos forzosos de trabajadores al mejor estilo de los regímenes
barbáricos del siglo pasado y del presente.
Sin embargo, este nuevo atropello no nos deben
de sorprender dado el carácter fascista del régimen en el poder. Basta recordar
que durante el ejercicio de gobierno del ya fallecido tte coronel se penalizó
el derecho a la huelga (Ley sobre el Estatuto de la Función Pública,
6/09/2002), se criminalizó la protesta de los trabajadores y se les reprimió
violentamente con “gas del bueno”, se promocionó la eliminación de la autonomía
sindical e intromisión del Estado en la vida de los sindicatos, así como el
sicariato (abolición de toda disidencia) y la proliferación de sindicatos y
federaciones paralelas sumisas al “proceso”. Ello sin olvidar la negativa del
Estado en discutir las nuevas contrataciones colectivas del sector público y la
infausta afirmación antisindical del propio comandante galáctico en su show
dominical: "En la revolución bolivariana los sindicatos deben
desaparecer" (24/3/2007). Lamentablemente todas estas políticas antiobreras
han contado y cuentan con la complicidad de los sindicaleros patronales del
PSUV, emasculados defensores de un estatismo explotador de cuño Schmittiano, y
mecenas de los sindicatos verticales al servicio del monárquico de Miraflores.
Para el fachochavismo la militarización de
Venezuela ha sido y sigue siendo una meta por alcanzar. Es parte de una
estrategia destinada a la construcción de una sociedad totalitaria, sin
contradicciones, ni conflictos sociales, no porque los mismos hayan sido
superados mediante cambios en las estructuras políticas y económicas reinantes
en el país, sino por la implantación de un régimen autocrático, represivo y
absolutista. La utopía socialfascista bolivariana se reduce a una sociedad con
una sola voz, pero excluyente, con una sola voluntad, pero no basada en un
consenso de las mayorías, con un solo interés, pero que únicamente refleja el
proyecto político fachobolivariano.
El fachochavismo del siglo XXI representa un engendro
militarista y opresor que no tan solo ha quebrantado los derechos de los
trabajadores sino que ahora los somete a la esclavitud laboral.
No comments:
Post a Comment