Thursday, October 13, 2016

Bonapartismo represor

El desastre chaveco-madurista es una variante de los perversos bonapartismos represivos del siglo XX. El Bonapartismo representa una categoría política empleada por Marx a raíz del papel desempeñado por Napoleón I y su sobrino Luis Bonaparte (1848-1851), la cual describió magistralmente en “El 18 Brumario de Luís Bonaparte” (Marx, 1852). El bonapartismo representa proyectos militaristas de tipo mesiánico-autoritario que usurpan la representatividad del pueblo. Como modelo político no conduce a la conformación de un nuevo bloque de poder, sino a la sustitución de los "viejos", por nuevos "actores", en el marco del proyecto hegemónico dominante.

El bonapartismo chaveco-madurista remonta sus orígenes a la convocatoria de la Asamblea Nacional Constituyente (1999) y al surgimiento de una nueva Constitución totalmente impregnada del espíritu bonapartista. No se trató de problemas en párrafos o artículos aislados, sino de la impronta facho-bonapartista que quedó impresa en el texto constitucional. El tte coronel y su logia militar se encargaron de rediseñar una nueva arquitectura institucional hecha a su medida a fin de perpetuarse en el poder. Un proyecto funesto cuyas prioridades no han sido otras más que cultivar el culto a la personalidad a la figura del tte coronel -en vida y después de su muerte-, propiciar el enriquecimiento de una neo-burguesía paraestatal corrupta y explotadora, promover la entrega de nuestras riquezas al capital transnacional, impulsar la militarización del Estado, e institucionalizar la tortura y el funcionamiento de bandas paramilitares con licencia para matar. Todo ello con el objetivo estratégico de perpetuarse en el poder.

La base social del bonapartismo chaveco-madurista ha sido el lumpen proletario, así como algunos sectores sindicales y populares que fueron aglutinados en torno al proyecto gracias a la intervención política-policial de las principales organizaciones sindicales y sociales. El bonapartismo chaveco-madurista utilizó y aprovechó en todo su esplendor la bonanza petrolera no para derrotar la pobreza, como falazmente afirmó, sino para establecer un rígido control social a través de las misiones, programas sociales destinados a perpetuar la miseria y ejercer el control electoral de los beneficiarios.

Pero el bonapartismo del siglo XXI -al margen de su falaz discurso- ha continuado las políticas neoliberales y reaccionarias del proyecto dominante: impuestos regresivos, desnacionalización de la industria mediante la creación de las empresas mixtas, pago de la deuda externa, endeudamiento interno-externo, creación de las zonas económicas especiales, entrega de nuestros recursos no renovables (plataformas gasíferas, pozos petroleros, arco minero del Orinoco) a empresas transnacionales, así como una salvaje precarización laboral.

La decadencia del chavo-madurismo ha conducido a la pérdida del apoyo popular que disfrutó en el pasado. Hoy el régimen muestra cínicamente su rostro de Estado dictatorial y con la complicidad del Tribunal Supremo de Justicia (TSJ) y la alcahuetería de las bayonetas fascistas se apresta a profundizar su agenda tiránica. El chavo-madurismo amenaza con desconocer el derecho de los venezolanos a revocar al iletrado Maduro, e intimida con decretar la muerte a la Asamblea Nacional. El régimen le teme a la magnitud de la derrota que sufrirá ante un posible referéndum revocatorio, por ello trata de evitarlo a toda costa, aunque implique violentar la Carta Magna, así como la voluntad de la mayoría de los venezolanos. Estamos ante la presencia de un régimen dictatorial que sobrevive a la crisis económica-política y social apoyándose en un mafioso TSJ, una corrupta policía, una narcocomplaciente Fuerza Armada Nacional y sus hamponiles bandas paramilitares.

Enfrentamos a un proyecto que concentra y controla todos los poderes del Estado (exceptuando el Legislativo), en especial el poder electoral y sus 4 manumisas. Un régimen que arbitra, regula y tutela mediante las armas los conflictos sociales, que utiliza la justicia penal como instrumento de retaliación a sus adversarios políticos, y que violenta sistemáticamente los derechos humanos.

El bonapartismo delirante chaveco-madurista constituye el dominio de la bota militar sobre la libertad, soberanía y dignidad de los venezolanos. En esencia representa una dictadura policiaco-militar que en nombre de una bastarda revolución destruye al país y oprime a los venezolanos.



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