El ascenso al
poder de Luiz Inácio Lula da Silva, el carismático expresidente del Sindicato de los
Metalúrgicos de Sao Bernardo, generó grandes expectativas, pues parecía ser una
alternativa real de poder transformador en un país donde de los 174 millones de brasileños, 54 millones de ellos sobreviven
con menos de 2 dólares diarios.
La llegada en enero de 2003 al Palacio del Planalto
de un líder nordestino de origen popular, supuso un importante recambio en la
composición social de las elites políticas brasileñas. A partir de la asunción
de Lula, el aislamiento, la condición de minoría y la
lucha contra viento y marea de la izquierda brasileña quedaban en el pasado. Sin
embargo, las esperanzas transformadoras del gobierno de Lula se fueron
disipando producto de la combinación de políticas macroeconómicas conservadoras,
y de programas coactivos y demagógicos como la "Bolsa de Familia".
Programas populistas que lejos de romper con el círculo perverso de la pobreza,
estaban orientados a crear una relación de patrocinio entre el presidente
Lula y los más pobres del país con fines puramente electorales. A estos
desaciertos económicos-sociales se sumó el florecimiento
de una corrupción galopante que terminó carcomiendo la base moral del gobierno. Lula
utilizó su carisma
para cegar a los brasileños ante la apropiación del aparato estatal por una
elite ligada al PT, lo utilizó también para consolidar un electorado cómplice
con la corrupción, y permisivo con las violaciones éticas-morales que se daban
en su gobierno. Pretendió transformarse en el segundo “padre de los pobres”, al
mejor estilo de Getulio Vargas.
El populismo dadivoso, ambiguo y asistencialista de Lula formó parte del
neopopulismo latinoamericano que ha impulsado agendas económicas neoliberales
(pago de la deuda externa, flexibilización laboral, trato preferencial al
capital transnacional, impuestos regresivos, endeudamiento irresponsable, profundización
del extractivismo, etc.) pero maquilladas con un discurso falaz y embaucador a
fin de justificar sus fechorías. Neopopulismo providencial, victimista y
corrupto que domesticó y conculcó la independencia de los trabajadores
y de los movimientos sociales castrando sus reivindicaciones
socio-económicas. Las masas brasileñas han vuelto a retroceder ante la realidad
de un populismo hueco y maniqueo, preñado de
desaciertos económicos, y fundamentado en falsas promesas libertarias.
Obviamente el
desgaste provocado por 13 años en el poder, junto a los sistemáticos errores y actos
de corrupción paraestatal le han pasado factura al PT. La recesión económica en
Brasil ha provocado más de 12 millones de desempleados, la pobreza se ha
incrementado, y la corrupción salpica al PT, incluyendo a Lula, a Dilma, así
como a muchos otros dirigentes del partido. Los comicios municipales celebrados
el pasado 2/10/2016, tras la destitución de la ex presidenta Dilma Rousseff
(31/08/2016), evidencian el peor descalabro electoral del PT en las últimas dos
décadas. El PT conquistó 251 alcaldías, menos de la mitad de las 635 alcaldías
que obtuvo en 2012 y de casi desaparecer en las mayores ciudades del país.
Además, considerando las 93 mayores ciudades de Brasil, que tienen cerca del 37
% de los electores, el PT puede conseguir otras cuatro alcaldías en la segunda vuelta, con
lo que obtendría menos de la tercera parte de los 17 gobiernos municipales en
grandes ciudades que obtuvo en las municipales de 2012. Además, recordemos que
el PT había conquistado nueve capitales regionales en 2004, cinco en 2008,
cuatro en 2012 y se quedará con entre una y dos a partir de enero de 2017. La izquierda brasileña se ha desdibujado ideológicamente y no ha sido
capaz de saber enfrentar el gran problema de la corrupción. El PT perdió hasta en su gran bastión
histórico la ciudad Sao Paulo, la mayor de Brasil.
El neopopulismo latinoamericano está condenado históricamente al fracaso.
Sus contradicciones ideológicas,
sus prácticas clientelares, sus abusos confiscatorios a la diversidad, y
desprecio a la convivencia democrática los hacen inviables. Son los fabricantes
de falsas esperanzas e ilusiones del siglo XXI.
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