Para muchos resulta contradictorio que se siga
insistiendo en negar la vía electoral en momentos donde es evidente que la gran
mayoría de los venezolanos (80-85%) desea un cambio político en el país. Lamentablemente
el virus del abstencionismo promovido por la tribu de los impolutos ha logrado
imponer en un sector importante de la sociedad la falsa premisa de que el votar
dejó de ser una expresión de la voluntad popular. Gracias a esa perversa
estrategia política, y al silencio cómplice de dirigentes y partidos políticos
hemos entregado sin mayor resistencia a la barbarie facho-chavista la mayoría
de las gobernaciones y de los Consejos Legislativos y aparentemente igual
suerte correrán los Consejos Municipales el próximo 9D.
Quienes desde la oposición niegan la ruta electoral
siguen empecinados en cifrar sus esperanzas en una intervención militar
extranjera descartada por la Casa Blanca, Grupo de Lima, la Comunidad Europea
entre otros, en las inefectivas sanciones económicas o en el golpe militar,
derrotero antidemocrático y que luce cada día más lejano dado el grado de
corrupción y descomposición moral de la Fuerza Armada.
Más recientemente en un nuevo arrebato político destinado
al público de galería, el abstencionismo a través del Padre Luis Ugalde ha
propuesto la desquiciada tesis de que el 10 de enero se va a producir un
quiebre definitivo en Venezuela que dará paso a la instalación de una junta de
gobierno designada por la Asamblea Nacional (AN). Venden la ilusión del 10E
como una fecha mágica que gracias a la providencia divina Maduro y su logia
abandonarán el poder. Siguen sin entender que el voto es un elemento eficaz no
solo para conquistar y preservar espacios de lucha, producir cambios políticos sino además para catalizar un proceso
de transición hacia la democracia como lo ha demostrado la historia. Una
votación masiva el 9D contra la tiranía obligaría al régimen a tomar decisiones
que tienen un alto costo político y comprometería aún más su gobernabilidad. Los
abstencionistas siguen promoviendo fantasiosos grandes finales que solo generarán
nuevas decepciones y frustraciones en los venezolanos.
Como solía decir nuestro querido y recordado
Domingo Alberto Rangel “olvídense del tango que ya Gardel murió”, no habrá
invasión militar extranjera, el 10/01/2019 Maduro no abandonará el Palacio de
Misia Jacinta, no sucederá transición alguna, ni se designará ninguna junta de
gobierno por parte de la AN. Que se olviden quienes fantasean que Maduro
propiciará diálogos que permitan acuerdos que conduzcan a la celebración de
nuevas elecciones.
Con el llamado a la abstención del 9D se desaprovecha
la oportunidad de recuperar el valor
del voto como instrumento de lucha política y se renuncia a la
posibilidad de propinarle una gran derrota al chaveco-madurismo a nivel
nacional. Con el posible triunfo del oficialismo el próximo 9D se acentuará el
control político y social a nivel municipal, y se consolidará el modelo de
sociedad tutelada por la pestilente bota militar. Bloquear toda ruta electoral
es abrir los senderos a la violencia, escenario que le conviene al régimen y a
sus matones asalariados.
Mientras la oposición siga estando manejada por esa
cúpula de lapidadores moralistas y continúe
marchando por el camino no electoral de los últimos años, seguirá
desperdiciando torpemente las coyunturas históricas que le permitirían conformar
una contrahegemonía electoral capaz de derrotar al nefasto chaveco-madurismo.
Basta del doble discurso de las direcciones políticas de los partidos políticos
que llaman a abstenerse el próximo 9D, pero regionalmente convocan a participar
en los comicios municipales.
Este 9-D no se trata solo de elegir a unos
concejales, es la oportunidad para demostrar políticamente de que hay una
mayoría del país que adversa a Maduro y
su hambreador, represivo y antinacional proyecto político.
Con una oposición torpe y timorata, así como incapaz
de reconocer sus equivocaciones, el chaveco-madurismo tendrá una larga vida
para desgracia de la mayoría de los venezolanos.
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