La dirigencia opositora sigue empeñada
en afirmar que “todas las opciones están sobre la mesa” y que “juega en todos
los tableros”, pero la realidad es que solo apuesta al uso de la fuerza y la conflictividad.
Han desestimado el valor del voto como instrumento de lucha popular. Siguen impulsando
equivocadamente una fractura militar redentora o la invasión militar extranjera patrocinada por la tríada Trump-Abrams-Bolton. Sin embargo, ante la
falta de resultados de la fantasiosa operación libertad, la cúpula opositora ahora
suplica a la comunidad internacional el endurecimiento de las sanciones
económicas.
Los apasionados defensores de las penalizaciones
financieras parten de la premisa de que mientras peor sea el nivel de vida del venezolano, más cerca estaremos de la fractura militar libertadora o, tal vez, de
la intervención extranjera. Idealizan que la precarización del país,
entiéndase, que el hambre se transforme en hambruna generalizada, que colapsen
aún más los servicios públicos y que cese la exportación de petróleo conlleve la salida del iletrado Maduro de Miraflores. Qué equivocados están
Para quienes alucinan y apuestan por
el éxito de las sanciones económicas, sería bueno recordarles algunos ejemplos
históricos que demuestran la ineficacia de los bloqueos y sanciones para lograr
los cambios políticos deseados (Corea del Norte, Irán, Irak, Siria, Cuba y
muchos otros). Pero tomemos el caso cubano por razones geopolíticas. El embargo
comercial, económico y financiero de Estados Unidos contra Cuba fue
impuesto en octubre de 1960 y ampliado mediante las leyes Torricelli (1992) y
Helms-Burton (1996). El objetivo: aislar totalmente a Cuba del entorno
económico internacional, y hacer colapsar su economía a fin de provocar la
caída del gobierno del entonces Fidel Castro. A pesar de ser las sanciones
comerciales más prolongadas que se conoce en la historia moderna, lejos de
lograr el derrocamiento del modelo autoritario imperante en la isla, las
sanciones han contribuido a i) aumentar las penurias del ciudadano cubano; ii) entronizar
el régimen de la Habana, iii) servir de excusa perfecta para culpar al gobierno
de la Casa Blanca de todos los males existentes en la isla, iv) consolidar el control
social mediante la militarización férrea de la sociedad v) frustrar la
construcción de una disidencia interna con aspiraciones contrahegemónicas en
Cuba.
Igualmente, en nuestro país, las sanciones económicas impuestas por el gobierno de Trump (2017-2019), lejos de provocar el colapso del régimen bolivariano y la salida de Maduro, han incidido negativamente en la vida del venezolano, aumentando el hambre, la miseria y la
exclusión social. Según la Encuesta Nacional de Condiciones de Vida (ENCOVI) la
falta de ingesta de alimentos ha provocado la pérdida promedio de
aproximadamente 11 kilos en el 64% de la población del país. Además, de acuerdo
con el Informe de la ONU (03/2019) “Venezuela: panorama general de las
necesidades humanitarias prioritarias”, alrededor del 22% de los niños menores
de cinco años presentan un desarrollo psicomotor por debajo de lo normal debido
a una desnutrición calórico-proteica. La desnutrición se asocia a cambios morfológicos irreversibles en el cerebro de los niños, que producen daños al
potencial intelectual de los supervivientes. Cabe preguntar: ¿Sufren los miembros de la cúpula fachochavista la escasez de alimentos o sus hijos están dentro de ese universo del 22% que padecen desnutrición calórico-proteica? La
respuesta es NO, la nomenclatura bolivariana cada día derrocha más su obesidad
mórbida y sus hijos no padecen de deficiencias energéticas causadas por el
déficit de proteínas.
Pero además las sanciones han
agudizado aún más la carestía de medicamentos que ya existía en el país. La Federación
Farmacéutica de Venezuela ha informado que la escasez de medicamentos
esenciales esta en el orden de un 85% y según ENCOVI y Provea, más de 300 000
personas están en riesgo de vida debido a la falta de acceso a medicamentos y
al tratamiento. Esto incluye a pacientes que padecen VIH, cáncer, diabetes o hipertensión, o que necesitan diálisis. ¿Ello afecta a la camarilla burocrática-militar
bolivariana? Claro que NO, ellos no sufren el dramático desabastecimiento de
medicamentos que sufre el venezolano común.
Es evidente que las sanciones han
acelerado el colapso económico, lo cual ha repercutido negativamente en las condiciones
de vida del venezolano. Ello ha sido denunciado por Michelle Bachelet, comisionada de la ONU para los derechos humanos
Los empecinados idólatras de las
medidas sancionatorias ya han anunciado que no participarán en las elecciones anunciadas para la Asamblea Nacional. Mediante una retórica eufemística esconden
su supeditación a la política del gobierno de la Casa Blanca, cuyos voceros han afirmado que en Venezuela no puede haber elecciones mientras Maduro esté en el
poder. Con su equivocada estrategia, los amantes del NO (a las elecciones, a la
negociación, y al diálogo) promueven una salida tutelada desde el norte que
pasa por “cubanizar” nuestra crisis. Cubanización que ha implicado: i) la entrega sin resistencia de espacios políticos como gobernaciones, alcaldías, consejos regionales y, muy posiblemente, la Asamblea Nacional; ii) la puesta en práctica de un simbolismo estéril y fantasioso (organismos paralelos, gabinete de sombra); iii) intransigencia y poca disposición al diálogo constructivo. iv)
renuncia a toda participación electoral. Todo ello obstaculiza la materialización
de una posible salida electoral de la crisis que nos afecta.
Los venezolanos estamos ante una
encrucijada o propiciamos una negociación que nos permita superar la crisis
mediante una salida electoral o permitimos que la confrontación prive y que la
desesperanza, la pobreza y el hambre terminen por destruir lo poco que queda de
nuestro país

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