Saturday, March 15, 2025

Trump y Ucrania: El trasfondo económico de un conflicto aparentemente ideológico

El lamentable episodio ocurrido en Washington, protagonizado por el presidente y el vicepresidente de Estados Unidos ante el presidente Zelenski, quedará registrado en la historia como un acto de humillación y cobardía. Lo ocurrido no fue solo una escena vergonzosa, sino también una declaración implícita de apoyo a la autocracia rusa del siglo XXI.

El trato irrespetuoso que Zelenski recibió en la Casa Blanca confirma una realidad preocupante: la administración de Trump, más allá de sus discursos grandilocuentes, representa una claudicación estratégica frente a la política expansionista del Kremlin. Fue una reunión marcada por el estilo grosero, bravucón y falaz del mandatario estadounidense, que se impuso ante un interlocutor que buscaba ayuda.

Trump y el vicepresidente J.D. Vance presionaron a Zelenski para que firmara un acuerdo económico leonino que otorgaba a Estados Unidos el control del 50% de los recursos naturales de Ucrania, además de la administración de sus puertos y otras infraestructuras críticas, como compensación por los fondos asignados tras la invasión rusa.

La administración Trump justifica ese acuerdo alegando que Kiev debe reembolsar 500.000 millones de dólares por la ayuda militar recibida tras la agresión rusa. Sin embargo, según el Instituto Kiel, esta cifra es inexacta: la asistencia real asciende a 137.000 millones de dólares, muy por debajo de lo que afirma Trump. Además, estos fondos fueron otorgados como ayuda, no como préstamos, por lo que no son reembolsables. Cabe preguntarse cuánto habría adeudado Europa a EE.UU. tras la Segunda Guerra Mundial si se hubiera aplicado el mismo criterio.

De prosperar la coerción impulsada desde Washington, la deuda impuesta a Ucrania equivaldría a una proporción de su PIB aún mayor que las reparaciones exigidas a Alemania tras la Primera Guerra Mundial, según el Tratado de Versalles de 1919. A pesar de que el acuerdo obliga a Ucrania a ceder la mitad de sus recursos naturales, no contempla garantías territoriales ni de seguridad frente a la política expansionista del Kremlin.

Es relevante destacar que Ucrania posee depósitos de 120 materias primas industriales cruciales, entre ellas carbón, petróleo, gas, titanio, litio, uranio, grafito, berilio y manganeso. Estos recursos son fundamentales para las industrias aeronáutica, espacial y militar, lo que ha despertado el interés de diversas corporaciones transnacionales y actores políticos estadounidenses. Entre ellos destaca el influyente y ultraconservador senador republicano Lindsey Graham, quien se refiere a Ucrania como el “El Dorado ucraniano”.

La administración Trump aborda el apoyo militar, humanitario y financiero proporcionado a Ucrania primordialmente desde un enfoque económico, en lugar de considerarlo un mecanismo para la protección de Ucrania y del continente europeo frente a la amenaza rusa. Reducir el conflicto, provocado por Rusia tras la anexión de Crimea y la agresión a Ucrania, a una mera cuestión de financiación revela una profunda incomprensión del peligro que representa la política expansionista del Kremlin y sus sueños de recuperar la territorialidad soviética. Para Trump, no hay sufrimiento, solo inversión y rentabilidad. La guerra en Ucrania no es una lucha en defensa de valores democráticos, sino un negocio: cada bomba es una transacción; cada vida, una cifra en su balance de pérdidas y ganancias. No hay principios, solo oportunidades.

Es imperativo que el sector de la oposición venezolana que aún apuesta por una solución mágica patrocinada por Trump tome conciencia de esta realidad y abandone la promoción de falsas esperanzas. La crisis venezolana no se resolverá con atajos ni con la intervención de actores externos que responden a sus propios intereses. La única salida viable requiere estrategia, unidad y un compromiso genuino con la lucha democrática, sin alimentar ilusiones que solo conducen a la frustración y al estancamiento.

Trump y Putin, impulsados por intereses económicos y ambiciones expansionistas, promueven una reconfiguración del orden mundial.

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